tres

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Con una caja en brazos, comenzaste a subir las escaleras, camino a lo que sería tu nuevo departamento en menos de tres días de estar viviendo en Londres. La caja no era muy pesada, pero aun así, cuando llegaste a la puerta, no pudiste abrir con ninguna de tus dos ocupadas manos.

–¿Sherlock? –Lo llamaste algo insegura.– ¿Podrías abrir? Vengo algo cargada.

Se escuchó un vidrio rompiéndose y retrocediste un paso. Escuchaste como alguien se acercaba a la puerta y cuando te diste cuenta Sherlock ya te había abierto.

–Mal momento. –Dijo muy serio. Tu labio inferior comenzó a temblar.

–Lo-lo lamento, debimos acordar una hora. –Te disculpaste. Sherlock solo te dio la espalda y volvió a donde estaba sentado originalmente.

–No hagas ruido.

–¿Perdón?

No. Ruido. –Dijo bruscamente.

Te quedaste helada mientras veías como cerraba sus ojos y fruncía el ceño, entrelazando sus dedos y colocando sus manos frente a su rostro, con sus codos recargados en el sillón.

Miraste a tu alrededor, buscando una respuesta a lo que sea que estuviera haciendo. Cuando no la encontraste decidiste seguir trayendo tus cosas, silenciosamente claro. Saliste de puntillas y bajaste las escaleras, encaminándote a tu departamento.
Ya venias de regreso con otra caja cuando volviste a escuchar el romperse de algo. Subiste más rápidamente las escaleras y lo que viste fue tu lámpara de estar rota en mil pedazos, lanzada fuertemente contra la pared.

–¿Qué...? –Miraste a Sherlock confundida y molesta.– ¡¿Por qué—?!

–Estaba probando si esa lámpara podría resistir vivir en un lugar como este. –Explicó cómo si fuera un maestro probando una hipótesis.– Evidentemente no es así.

–Evidentemente. –Dijiste apretando los dientes y mordiéndote la lengua, controlando tu repentina ira.

Dejaste tu otra caja por ahí y te arrodillaste a recoger los pedazos de lo que solía ser tu pobre lámpara. Sherlock te ignoró y continuó revisando tus pertenencias.

–Fue una de las primeras cosas que me compre con mi propio dinero... –Murmuraste, algo decaída por ver cómo había terminado.

–Así que esto fue lo primero.

Te paraste y diste la vuelta, viendo a Sherlock con tu vieja cámara en mano. Tu pecho se oprimió y se te hizo un nudo en la garganta. Reprimiste las ganas de arrebatársela.

–Así es. –Respondiste sin dejar de ver cómo manoseaba tu cámara vieja, dándole vueltas y observándola por todas partes. Tu cabeza te gritaba que le ofrecieras la opción de lanzarla contra la pared pero tu pecho te decía lo contrario.

–¿Por qué? –Preguntó sin alzar la mirada del aparato.

–¿Por qué que? –Preguntaste confundía. Paró de darle vueltas y te la lanzó. En reacción dejaste caer todos los trozos rotos, solo para poder atrapar a la cámara.– ¡Hey—!

–Es obvio que es algo importante para ti, más importante que esa vieja lámpara, por la cual te estabas comenzando a deprimir. –Dijo, explicándose a sí mismo y mirando a los trozos que habías dejado caer al suelo para atrapar la cámara.– Si es así, ¿por qué dejarla aplastada hasta el fondo de una caja llena de cosas sin importancia? La lámpara estaba mejor guardada que esa cámara.

Human Error | Sherlock y Tú . Donde viven las historias. Descúbrelo ahora