Capítulo 2

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Abro los ojos de golpe y me levanto como si tuviese un muelle en la espalda. Me duele un montón la cabeza, tengo la respiración acelerada y estoy sudando por todos lados. Tomo una respiración profunda intentando ralentizar el ritmo de mi corazón. Cojo el libro que se encuentra en mi regazo Hush Hush y lo dejo en la mesita de noche que se encuentra a mi derecha. Me vuelvo a acostar boca arriba y observo la foto que hay en el techo, en la que salimos mis mejores amigas y yo en la graduación de 4º de ESO, - Andrea, Scarlett, Gabriela y yo - se nos ve tan felices, tan bien vestidas y tan despreocupadas que por un momento desearía volver a estar en ese mismo momento.

Mi respiración vuelve a su ritmo normal y ya no me duele tanto la cabeza. Alargo el brazo y miro el reloj que tengo en lo alto de mi mesita de noche. Son las once de la mañana, es raro que todavía no me haya despertado mi madre para irnos a la playa. Me quito las sábanas de encima y me levanto un poco pegajosa por el sudor, aunque es agosto no puedo quitarme la manía de taparme por las noches, a lo mejor el calor ha sido el causante de esa pesadilla.

Se me ponen los pelos de los brazos de punta al recordar la escalofriante voz, aunque lo que más me extraña es haber visto tan bien las facciones de aquel chico, no recuerdo haberlo visto antes, de eso estoy segura.

Al entrar en la cocina veo a mi madre sentada en la mesa con su café en una mano y un libro en la otra, había heredado su afán por los libros, algunas tardes nos podíamos tirar horas y horas leyendo la una al lado de la otra en el salón.

- Buenos días mama - le digo preparándome el desayuno. - ¿Hoy no vamos a la playa?

- Claro que sí niña, ¿por qué? - me pregunta sin levantar la mirada de su libro.

- Porque son ya las - me paro para mirar el reloj de la pared. - Las once y diez y no me habías despertado.

Al instante que termino la frase se levanta rápidamente.

- ¡¿Ya son las once y diez!? Habíamos quedado con tu tía a las once y media - se va a su cuarto corriendo, no sin antes ordenarme que haga seis cosas distintas en un segundo - friega los platos, pero desayuna antes, ah y tienes que recoger tu ropa del cuarto, y también hacer la cama, vístete y echa tu toalla en la bolsa.

La quiero mucho, pero a veces me pone de los nervios. Dejo mi pereza por una mañana y hago todas esas cosas en menos de diez minutos, lo que nos deja con otros diez para llegar a la playa, la cual está a veinte minutos - Si, a mí tampoco me cuadran las cuentas-. Vamos al coche corriendo y mi madre lo arranca, salimos del aparcamiento tan rápido que me pregunto cómo diablos no nos hemos muerto ahí abajo.

- ¡Elisa! - le grita mi tía a mi madre por el teléfono - Yo voy a tardar unos diez minutos en llegar a la playa porque Edu se ha despertado un poco tarde.

- Bueno, no pasa nada, nosotras te esperamos allí, te dejo que hay mucho tráfico - se me escapa una risita cuando cuelga porque estamos aparcados en nuestra calle, donde no hay ni un coche.

Le sonrío cuando me guiña un ojo y me dice que hoy será nuestro día de suerte. Ya llevamos unos doce minutos de trayecto cuando me doy cuenta de que se me ha olvidado echar la crema solar. Genial, todo el día debajo de la sombrilla, así nunca podré ponerme morena ya que yo necesito muchas horas de sol para poder broncearme y aquí en Cantabria casi nunca hace sol. Dejo la histeria y me centro en poner música en el coche, no soporto ir sin escuchar nada, al contrario de mi madre, que le encanta charlar en el coche, pero yo me mareo muy rápido, así que pongo la música, apoyo la cabeza en la ventanilla y miro a través de ella.

Llegamos al aparcamiento de la playa, que esta prácticamente a tres metros de ella y mi madre y yo nos ponemos a coger las sombrillas, nevera, toallas... Como mi padre no ha podido venir por un viaje de negocios, esta vez llevamos la nevera entre mi madre y yo porque pesa mucho.

Cuando llegamos a la arena escogemos el primer hueco que encontramos, cosa que no es fácil, porque en días como este casi todo el pueblo viene a la playa. Pongo mi toalla justo debajo de la sombrilla y me tumbo ahí observando a la gente a mi alrededor, sonrío a caras conocidas, que prácticamente son todas, al vivir en un pueblo conoces a todo el mundo.

Me giro para coger el móvil y veo a mi madre hablando con una mujer no muy mayor, de unos cuarenta años, me suena su cara e intento recordarla pero no termino de saber quién es. Al final, cuando se va le pregunto a mi madre.

- Es tu nueva profesora de química, estuvo el año pasado en tu instituto, pero de prueba.

Ah, de eso era, no me preocupo más y me vuelvo a girar ya con el móvil en la mano, miro instagram y twitter, hablo con mis amigas y en un momento se me ponen los pelos de punta, un escalofrío me recorre todo el cuerpo y mi mirada se desplaza hacia la derecha, donde veo a un grupo de chicos, todos morenos, bueno, todos menos uno, que tiene el pelo rubio y unos ojos tan azules que cuando me miran no puedo apartar la mirada de ellos. Y de repente recuerdo su cara, no sé de qué la recuerdo, por Dios, pero ¡¿Qué me pasa hoy que no puedo reconocer a nadie!? Y entonces sonríe, y esa sonrisa me transporta a otro lugar, un lugar oscuro y frío, consigo apartar la mirada de él y caigo en la cuenta, pero no puede ser, nunca antes lo había visto como para poder soñar con él.

Me encojo un poco cuando recuerdo el grito del sueño. Es imposible, pero es exactamente igual que aquel ángel. ¿Ángel?¿Cómo puedo siquiera pensar en ángeles? Si esas cosas no existen, eso de leer Hush Hush me está haciendo efecto, sacudo la cabeza y me levanto para meterme en el agua y distraerme un poco.

Ángeles guardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora