Capítulo 5

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ÁGATA

La oscuridad nubla mi mente, no puedo pensar en nada más que en que noto que salgo de mi cuerpo, ¿estaré perdiendo la cabeza? A lo mejor Gabriel es un secuestrador y me ha dado algo para que alucine mientras me está secuestrando. O a lo mejor todo esto es real y no me estoy imaginando nada. La oscuridad es reemplazada por una luz blanca cegadora, achico los ojos y miro a mi alrededor, me paro cuando veo a Gabriel en todo su explendor. Me está mirando y por la espalda le sobresalen sus alas blancas, sonríe cuando me quedo mirando su figura embobada.

- ¿Sabes dónde estamos? - me pregunta sabiendo que no sabré la respuesta. Cuando niego con la cabeza prosigue. - Esto es el cielo, donde van todas las almas al morir. Pero no significa que estés muerta, ni mucho menos, pero cuando me tocas las alas nos transportamos aquí debido a que si alguien de tu familia, de la cual estoy al cargo, muere, tiene que tocar mis alas para que su alma llegue a este lugar.

Siento que tengo demasiada información en el cerebro, así que me calmo un poco y hago algunas preguntas.

- ¿Entonces cuando falleció mi abuela tuvo que pasar por ti? - todavía la recuerdo perfectamente, aunque hacía ya tres años que no la veía.

- Si, y todavía puedo verla, a veces se les dan permisos a las almas que están aquí de bajar para ver a alguien querido. Entonces, a veces estaba yo en tu cuarto observándote cuando ella llegaba y me contaba anécdotas sobre ti o cuando ibas al hospital a verla, que siempre aguantabas las lágrimas como la mujer fuerte en la que te estás convirtiendo.

Oír hablar de mi abuela hace que se me escapen dos lágrimas y esta vez las dejo correr a través de mi cara, Dios, la echaba tanto en falta, desde que nos dejó no he vuelto a ir a su casa, porque son tantos los recuerdos que las lágrimas me salen disparadas de los ojos, y no quiero que mi madre me vea llorar, me da vergüenza.

Gabriel se acerca a mí y me seca las lágrimas, me abraza y quedamos así un rato.

- ¿Sabes? A lo mejor cuando vuelva a bajar puedo hacer que la veas - esas palabras hinchan mi corazón de alegría.

Le abrazo más fuerte y le digo varias veces gracias en el oído.

- Tenemos que irnos, si alguien nos encuentra estamos perdidos. Solo tienes que volver a tocar el ala.

Me lo pienso varios segundos, pero sus alas atraen mis dedos, y sin darme cuenta ya las estoy tocando. Vuelve la oscuridad y cuando desaparece me encuentro tirada en el suelo del parque encima de Gabriel. Me levanto rápidamente y me quito el polvo de la ropa.

- Eso ha sido muy raro - le digo mientras él se levanta y se vuelve a poner la camiseta. - A ver, entonces eres Gabriel, un ángel, y encima cuando alguien te toca las alas se va al cielo.

Asiente lentamente esperando mi reacción, al ver que me quedo quieta se acerca poco a poco.

- Bueno, hay algo que no es verdad, no me llamo Gabriel, mi verdadero nombre es Luke - frunzo el ceño, Luke es muy bonito, pero no se puede hacer ningún chiste con ese nombre.

- Me gustabas más cuando te llamabas Gabriel - le digo bromeando mientras nos dirigimos a mi casa.

- Acabas de decir que te gusto - me dice subiendo y bajando las cejas con una sonrisa pícara.

- Solo estaba bromeando - le digo poniendo mi pelo entre mi cara y él disimuladamente para que así no vea que me he sonrojado. - Bueno, ¿me vas a seguir hasta mi casa?

Ángeles guardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora