El plan

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Cuándo sabes que vas a caer, es tu elección poner en el suelo algo suave que amortigüe la caída o elegir algo sumamente duro.

Día 27

Desperté, tuve la misma sensación de ayer, esas inmensas ganas de llorar las sentía por todo mi pecho hasta llegar a mis ojos. Miré el reloj, ocho de la mañana, quién diría que algún día, despertaría por mi cuenta a esa hora.
No quería pararme, no tenía nada que hacer, no podía prender la televisión, ni hacer ruido, estaba experimentando una terrible ansiedad y ni siquiera podía despertar a mi madre para decirle que latía mi corazón fuertemente, que tenía la necesidad de mover todo mi cuerpo y sentía una profunda angustia, ella, seguramente me hubiera extendido sus brazos, invitándome a recostarme con ella en lo que se tranquilizaba mi cuerpo, pero... esta vez, no podía acercarme a ella, ni a ella, ni a nadie.

11:00 am

Mis padres se levantaron de la cama.

—Levántate Roxana. —dijo mi padre en voz alta.

Yo ya estaba despierta pues en realidad no había vuelto a dormir, no pude. Mi padre se metió a bañar, mientras mi madre elegía su ropa y yo... Yo solo estaba sentada en la cama observándolos, me sentí por unos segundos una espectadora, como si yo estuviera viendo una película o leyendo un libro, siendo parte de un publico, podía ver y saber todo pero no interactuar y esa sola sensación me daba escalofríos. ¿Cuánto más iban a estar así? Faltaba tanto para volver a la preparatoria y los días empeoraban más y más.

Salimos a "pasear", si así puedo llamar
al hecho de mantenerme callada toda una tarde, siguiendo a dos extraños que se decían llamar mis padres.

Regresamos al hotel, me cambié, me dirigí al baño, cerré la puerta y en ese momento suspiré —Por fin...—me dije, teniendo una sensación de libertad. En el baño nadie me dice que hacer y que no hacer, que decir y que cara poner, ahí podía ser libre de poner mi gran cara de tristeza y llorar, llorar por mi agobiante y pesado día. Después de unos segundos me miré en el espejo, observé cómo las lagrimas caían en mi rostro y me sonreí, si, me sonreí, necesitaba un gesto amable y que mejor que viniera de mi, si no podía obtenerlo de nadie cercano por el momento. Limpié mis lagrimas, acaricié mi rostro, acompañado de un suspiro, vaya que anhelaba los días alegres, siempre fui una chica muy feliz, la tristeza no duraba tanto en mi vida, de hecho, casi no había momentos de tristeza en ella, antes de mudarnos a esa enorme casa e incluso, poco antes de estar en ese pequeño departamento, vivía en una casita preciosa con mi madre, yo era realmente feliz ahí.

Flashback

Abrí mis ojos, me paré y baje las escaleras.

—¡Mi princesa ya se levantó! —dijo mi madre con tono dulce que se encontraba sentada, en un hermoso comedor, que ella había elegido justo para ese sitio.

Sonreí, acercándome a ella.—Mami! ¡Adivina que soñé!—le dije mientras me sentaba en la otra única silla que sobraba.

Paró de desayunar—Con zombies.—dijo mi madre muy convencida mientras recargaba una de sus manos en su pierna.

Agarré mi cabeza.—Si! Sabia que no debía ver "exterminio" a mitad de la noche. —le dije riendo mientras me paraba de nuevo de la silla.—Tengo que meterme a bañar— reía mientras me hacía para atrás poco a poco.

Después de Ella...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora