El tobogan

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Hay cosas que vale la pena vivir sin miedo.

Día 9

Yes se había despertado temprano junto con mi madre, veían una película en la sala. Mi padre ya se había ido a trabajar desde temprano y yo ya tenía horas despierta limpiando el cuarto de visitas. Sin embargo no estaba muy aburrida pues estaba buscando el momento perfecto para agarrar dinero de la cartera de mi mamá y ponerlo en mi bolsita.

Baje a tirar la basura, y observe que estaban muy cómodas en el sillón comiendo, así que tranquilamente subí y entré al cuarto de mi madre para sacar unas cuantas monedas de su cartera.

En total ya tenía $92 entre tantas monedas que sacaba diario de la cartera de mi padre y de mi madre estaba a $208 de comprarme un celular, a veces sacaba dos monedas de cinco pesos, otras, unos tres pesos más, a veces tantito menos. ¡Estaba ansiosa! Tenía la tentación de agarrar un billete pero no podía perder la cabeza, necesitaba tener paciencia, todavía iba a necesitar muchos días más para conseguir tal cantidad y luego el reto final... comprarme el celular.

—¡Roxana en dos horas llega tu papá, vamos a salir y no te puedes quedar sola, arréglate y deja tu maleta en las escaleras! —dijo mi madre desde la sala.

—¿Nos vamos a ir de viaje en dos horas?—le pregunté a mi madre mientras bajaba las escaleras.

No contestó, pensé que no había escuchado.

—¿Mamá nos vamos a ir de viaje en dos horas? —le pregunté con tono alto mientras me acercaba a la sala.

No me contestó, siguió viendo la televisión.

—Bien.—dije mientras subía las escaleras y volvía a mi cuarto.

3:00pm

Caminábamos por la entrada de mi plaza favorita, yo caminaba atrás de mis padres y de Yes pues me ignoraban todo el tiempo. Llegamos al restaurante dónde comeríamos, nos formamos en una fila para anotarnos en la lista de espera. Tengo muy presente ese día pues me sentía muy sola. Pensaba mientras veía a toda la gente riendo y platicando con su familia —¿Que acaso la gente no se da cuenta que me siento mal? ¿Nadie nota que estoy tan triste?—comencé a llorar pero noté que todos seguían con sus vidas, ni mi padre, ni mi madre, ni Yes se inmutaron por mi llanto.—¿Acaso se esta volviendo cotidiano verme llorar?—pensaba mientras me limpiaba mis lagrimas y los veía.

—Número seis, pasen.—dijo la señorita mientras tomaba una carta y nos llevaba a la mesa correspondiente.

Mi padre se había sentado con Yes por tanto mi madre se tenía que sentar conmigo.

Mi mamá al darse cuenta de eso, hizo una expresión en su rostro de inconformidad.—Te puedes sentar con esta niña?—le dijo mi madre a mi padre con cara de desagrado al verme.

Yo voltee a ver a mi madre desconcertada al tiempo que sentía otra vez esas tremendas ganas de soltarme a llorar y gritar, mi padre me volteo a ver y luego volteo a ver a mi madre.

—¡Andale! Cámbiate con ella que yo quiero estar con Yes. —le dijo con risa falsa.

Mi padre se movió y se cambió de lugar para sentarse conmigo. En otros tiempos eso hubiera sido irrelevante en mi vida, me hubiera parecido infantil pero ¡vamos! Venía de mi madre ese rechazo ¿acaso debía aguantarme lo que sentía? ¿Cual era el propósito de hacerme sentir tan miserable? ¿Una lección? Jamás iba a aprender esa lección como ellos querían.

Después de Ella...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora