¡Besala!

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Yo no robé, yo solo pedí prestado sin su consentimiento.

***
Día 28

—Roxana, haz tus maletas, salimos en una hora de aquí, llevamos prisa, así que apúrate.—dijo mi madre. Escuché mucho ruido, pasos de un lado para otro, la televisión a todo volumen y la voz de mi papá hablando como si estuviera cantando opera ¡A todo volumen!

Me levanté del sillón, porque si, dormía en un sillón, ya que no me gustaba dormir a lado de ellos, había dos camas pero el espacio entre ellas no era suficiente para mi, es decir no era lo suficientemente lejos. Comencé a guardar todo en mi maleta y me vestí. En realidad no tenía mucho que arreglar pues habíamos estado solo un día. No sabía lo que pasaba, tenía la idea de que nos íbamos a quedar más días así que me sentí desconcertada.

—A las tres de la tarde esta bien, ahí los veré sin falta.—dijo mi padre finalizando su llamada.

—Cielo, salimos en diez minutos de aquí para llegar a tiempo.—le decía a mi madre con un tono dulce pero acelerado.

—Si, tu hija ya esta lista, yo también ya lo estoy. —decía mi madre mientras sacaba las maletas de la habitación.

2:00 pm

Después del largo camino, sin radio y sin nada que hacer, regresamos a mi gran y fría casa, mi padre nos paso a dejar antes de irse a su cita. Yo estaba en mi cuarto sacando las cosas de mi maleta.

—Roxana, te habla tu padre.—dijo mi madre adentrándose a mi cuarto sin mirarme mientras me pasaba el teléfono de la casa.

Voltee a verla y luego voltee al telefono—¿Bueno? —dije temerosa.

—Te pones a limpiar tu cuarto, la cocina y el comedor en lo que llego, como tu madre ya no prepara la comida, te haces algo para comer y cualquier duda me la preguntas a mi por favor, nada a tu madre, ella no quiere hacerse cargo de esto por lo pronto, no se siente bien contigo.—me dijo mi padre de forma acelerada y fría.

—Si papá, solo quiero decirte que mi cuarto ya lo había limpiado.—le dije un poco asustada.

—Bueno, entonces arreglas la sala Roxana pero no te vas a quedar sin hacer nada en lo que yo llego.—colgó

Enseguida mi mamá me quito el teléfono y se bajó. Por un segundo me quede quieta, pensando, sintiendo muy feo y entonces pensé —¿porque no? Necesito ese teléfono y este martirio quién sabe cuando terminará, además necesito saber ella.—Me decía al tiempo que me aseguraba de que mi madre estuviera abajo. Caminé hacia el cuarto de mi madre, observé todo el cuarto hasta encontrar su bolso. Llegué a el y abrí muy despacio el cierre pues la casa estaba muy silenciosa y podía sospechar de mí si me encontraba ahí. Entre sus cosas había un espejo, maquillajes, pastillas, chicles, por supuesto que no había un celular, siempre lo llevaba con ella a todos lados para que yo nunca lo fuera a tomar, sin embargo en ese bolso, estaba lo que yo quería encontrar... su cartera.

Abrí su cartera, el corazón me latía muy rápido, una parte de mi se sentía terrible por lo que estaba a punto de hacer y otra parte de mi, sabia que si no lo hacia iban a pasar meses antes de volver a hablar con ella, encerrada, sin tener comunicación con nadie. Así que me animé, tomé valor y agarré un billete de cincuenta, estaba a punto de guardármelo pero entonces pensé que se daría cuenta fácilmente pues ella solo tenía en su cartera monedas de cinco pesos, un billete de veinte y el de cincuenta. Pensé de nuevo las cosas, devolví el billete y agarré dos monedas de cinco pesos, guarde todo como estaba y salí despacio del cuarto y me dirigí al mío, agarré una pequeña bolsa de plástico transparente que había encontrado entre todo mi desorden y guarde mis dos monedas.

Después de Ella...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora