¡ULTIMO CAPÍTULO!

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Mi madre retrocede unos pasos y se desvanece en los brazos de mi padre quien le da contensión intentando no derrumbarse también. Dori rompe en llanto. Las últimas palabras del doctor pasean por mi cabeza de un lado a otro como si quisieran que reaccione.

No puede ser verdad.

--Lo lamento mucho. –Vuelve a repetir el doctor.

-No, no... él no ha muerto. ¡Mi pequeño no pudo haber muerto! Hay algo más que puedan hacer, no es posible... no... por favor, no...

Lo he perdido.

Retrocedo, mirando fijamente un punto lejano en la escena que crea mi madre mientras le ruega de rodillas al médico que lo salve. Pero, cómo va a salvar algo que ya no está en este mundo. Él... él se ha ido. Lo he perdido. Me ha dejado...

Y quizás lo merezco.

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Estaciono a un lado del camino y quedo en silencio mirando el volante, tratando de asimilar... que ya no está. Que jamás volveré a verlo. Que todo ha sido mi culpa. Que... Ya no tengo lágrimas para derramar. Solo puedo quedarme en silencio, dándome cuenta de que él ha muerto y nada lo puede hacer volver. Es el fin... ¿qué haré ahora? ¿Cómo viviré sabiendo que murió por mi culpa? ¿Cómo haré para perdonarme esto?

Si tan solo hubiese tenido el valor de quedarme a su lado, de obedecerlo y continuar con esto tan hermoso que tenemos, que teníamos. Si tan solo el miedo a herir a mis padres no hubiese existido... si tan solo hubiese hecho tantas cosas...

Ahora es tarde. Ahora, todo eso que debí haber hecho, no sirve. Ahora todo ha acabado.

Un mes después.

He tratado con todas mis fuerzas de superar su pérdida. Cambiar de hogar nuevamente, vivir en un pequeño departamento cuya ubicación y vista me han cautivado varias veces a cometer una locura. Tener un precipicio de 20 pisos de altura detrás de mi ventana no es algo que ayude cuando la depresión y la culpa me toman cada noche.

He oído tantas veces la frase "Las personas ya no están, pero la vida sigue, el mundo sigue girando". Y tal vez he estado de acuerdo ciertas veces. Pero ahora, luego de llorar un promedio de diez veces en el día, me pregunto si esas personas creyentes de tal frase seguirán pensando que todo es tan sencillo cuando la persona que se va es la única que le daba sentido a tu vida.

Yo creo que no. ¿Cuál es el sentido de seguir viviendo? Es una sensación similar a la que sentiría una pareja de ancianos quien, luego de pasar juntos gran parte de sus vidas juntos, uno de ellos parte, dejando al otro solo en este mundo, preguntándose ¿por qué no a mi?

No creo poder continuar más sin él.

Mi madre ha llamado de forma insoportable el día en que me fui corriendo del hospital. Ese día mi teléfono terminó sumergido en una laguna cerca del camino donde me encontraba. Esa primera semana solo me limité a llorar y a estar encerrada en mi habitación mirando el precipicio desde mi ventana.

De seguro mi madre me necesitaba, Dori, mi padre... pero yo no los necesitaba a ninguno de ellos. Yo lo necesitaba a él, y él simplemente se marchó. Debí haber ido al funeral, pero ¡maldita sea! no podía verlo en ese estado. A penas pude verlo en la camilla casi al borde de la muerte, no puedo verlo en un cajón sin vida. No pude y no podría nunca.

Me siento mal por no darle su debida despedida. Me siento mal por abandonar a mis padres y a Dori en este momento tan difícil, pero no he podido siquiera lidiar con mi mente. Mataría a cuanta persona se me cruce con tan solo poder hacer que vuelva a la vida. Pero no vivo en una maldita caricatura, no existen los milagros, no existen los finales felices para las personas como yo.

M.H ~Parte 1 -2 -3 ~ [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora