Capítulo 10

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Lali

Sentí un "click" y mis ojos automáticamente se posaron en la puerta. Estaba siendo abierta por la enfermera que me estuvo atendiendo. ¿Me estás jodiendo? ¿Tenía que arruinarme todo cuando estaba a punto de pasar esto? Nos separamos rápido antes de que alcanzara a entrar y nos hicimos los tontos.

-Señorita Espósito, vengo a hacerle los últimos chequeos y luego de esto le darán el alta. Señor, voy a pedirle que se retire.

Mariano asintió, me miró de reojo y se fue.

Mariano

No podía creer que la enfermera haya arruinado el momento. Juro que ahora más que nunca tenía ganas de besarla. Me pasaban cosas con Lali, ya no lo podía negar más. Quería besar esos labios que me tienen loco hace algún tiempo ya. No sé si ella sentirá lo mismo, no creo que se sienta como yo. Yo estoy enamorado, y creo que recién me doy cuenta de lo fuerte que es esto que siento. Tal vez ella se sienta atraída hacia mí, ya que en ningún momento se alejó. ¿Habrá querido besarme? Tal vez sí.

Como sea, ahora tengo que dejar esto que me está pasando de lado, para poder enfocarme en cuidarla y contenerla como su mejor amigo tiene que hacer, pero no sé si lo pueda ocultar por mucho tiempo. Me gustaría hacerla feliz de otra forma. En algún momento se lo voy a decir, pero es obvio que no tiene que ser ahora.

Me perdí en mis pensamientos por más o menos 20 minutos, hasta que alguien me tocó la espalda. Era ella, ya estaba vestida y lista para irse. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al verla por fin fuera de ese lugar.

-Tengo que llenar unos papeles para poder irme, ¿Me esperás? -preguntó ella.

-Sí, dale, te espero.

Terminó de firmar y nos fuimos en mi camioneta. El principio del viaje fue algo incómodo y callado, ya que ninguno había olvidado el acontecimiento del hospital. Fue así hasta que decidí romper el hielo.

-¿Qué vas a hacer ahora? -pregunté con un tono suave.

-No sé. No me siento bien para estar sola, encerrada en mi departamento.

-Venís a mi casa, el tiempo que vos quieras.- dije con tono seguro.

-¿Vos decís? No te quiero molestar, no sé si da.

-¿Molestarme vos a mí? Sos mi mejor amiga, La. Para eso estoy yo, para acompañarte hasta en los peores momentos, vos lo sabés.- dije, mirándola por un segundo y sonriéndole.

-Bueno, supongo que está bien entonces. Gracias por todo lo que hacés por mí, nunca me dejás sola y eso lo aprecio muchísimo. Ahora sos todo lo que tengo.- dijo bajando la cabeza.

-No te pongas mal, si querés me comporto como tu papá, ¿Dale? -dije riendo.

-No estaría mal, che. Hasta te podrían confundir con mi papá porque estás viejito.- dijo mirándome tiernamente y esbozando una sonrisita.

Sonreí recordando a la enfermera que me confundió con su padre.

-A vos te podrían confundir con mi hija porque estás chiquita.- dije, riendo y devolviéndole la mirada tierna.

El viaje transcurrió normal. La charla era un poco apagada, y era lógico, aunque no lo demostrara, todo lo ocurrido era muy reciente y Lali estaba destrozada por dentro. Sus ojos habían perdido el brillo. Yo iba a encargarme de que, poco a poco, fueran recuperándolo y su herida fuera cicatrizando.

Llegamos a casa, yo estaba exhausto a decir verdad y ella igual, a pesar de estar durmiendo todo el día. Se sentía algo decaída, así que fue a acostarse un rato y yo la acompañé a la habitación para hablar un poco con ella y darle ánimo. Se durmió muy rápido. Se supone que me tenía que ir, pero no pude evitar quedarme mirándola como un bobo. Se veía tan tranquila y hermosa cuando dormía que no podía evitarlo.

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La ruleta de la vida - MarialiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora