Introducción.

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El olor rancio de cigarrillos y alcohol impregnaba el aire provocándole una mueca de asco. Detestaba ese olor, le recordaba las noches donde su madre fumaba y bebía sin detenerse, lo cual ocurría con bastante frecuencia.

No veía la hora de que el año acabara para largarse de ahí y empezar una vida nueva lejos de esa peste.

Estar en ese lugar le provocaba náuseas, pero un trabajo como el que acababa de hacer debía de ser bien hecho, por lo tanto, debía borrar su rastro para evitar futuras complicaciones.

Una sonrisa siniestra se proyectó en su rostro al recordar lo que acababa de suceder.

El placer que se sentía al humillar, golpear y rodear el cuello de una persona hasta que esta se cansara de suplicar clemencia, no era para nada comparado con el poder que se sentía verla morir poco a poco mientras la estrangulaba con sus propias manos y más si se trataba de la persona que más aborrecía. Y se lo merecía. Sabía que era una causa justa, debía morir y se había encargado de hacerlo.

Odiaba ese lugar.
Odiaba Forrestville.
Odiaba su escuela.
Detestaba sus habitantes pero sobre todo odiaba a Louise Delaney. Y ahora estaba muerta. Sonrió.
Finalmente.

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