Tú eres mi vida.

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Lo primero que hice al llegar a casa, fue dirigirme directamente a la cocina, estaba realmente sedienta y me apetecía beber zumo de naranja.  Cuando tuve mi vaso lleno me encaminé hacia la sala pero me detuve a medio camino cuando vi una nota sobre la mesa.

Era de mi papá diciendo que tuviera un buen día y que no me quiso despertar por eso se fue sin despedirse. Uh, debió dejarla hoy en la mañana pero con todo lo de no-hay-tiempo ni siquiera pude detenerme a desayunar. Saqué el celular de mi bolsillo y decidí marcarle. Respondió al tercer tono.

—Papá. —Salude.— ¿Estás ocupado?

—Pequeñina —sonaba cansado.— acabo de tomar mi hora de almuerzo. La ferretería ha estado repleta toda la mañana.

—Acabo de leer tu nota.

—Te la deje en cuanto me fui, ¿dónde has estado que no la leíste antes? —Su tono está cargado de preocupación.— ¿Finalmente has decidido salir de tu habitación?

—Papá. —le recrimino, la verdad que no quiero volver a ese tema.— Hoy empezaron las clases de nuevo y apenas me dio tiempo de alistarme. Vengo llegando de la escuela y encontré tu nota.

—¿Por qué no me dijiste que hoy comenzaban las clases regularmente? —me reprende.

—No lo sabía hasta esta mañana. Pensaba que las reparaciones de las tuberías iban a tomarles más tiempo.

—Bueno de todos modos me alegra que hayas salido. Es bueno que despejes tu mente en vez de quedarte encerrada sin hacer nada. A Lou no le gustaría verte tan desanimada.

—No quiero seguir hablando sobre eso.

—Pequeñina, soy tu padre y me preocupo por ti. —su tono ahora es de cariño fraternal.

—Lo sé, ¿pero podemos seguir como siempre ha sido?

—Por supuesto. Te amo, pequeña.

—Yo también papá.

Colgué y deje mi móvil a un lado. Hice una nota mental sobre tener que preguntarle cómo le fue con la salida de ayer. Sospecho que mi tío Jimmy lo llevo a algún bar a las afueras de la ciudad en busca de conquistas. No me quejo de que lo haya hecho siempre y cuando él sea feliz. Lo merece después de estar tanto tiempo solo.

Subí por las escaleras con mi vaso de jugo en una mano y con mis cosas de la escuela en la otra.

Empujé con la cadera la puerta de mi habitación y sin levantar la vista deje mis cosas sobre el escritorio. Cuando levanté la mirada sentí que el corazón se me iba a salir del pecho y que en cualquier momento iba a desmayarme. No, no podía desmayarme. Lo que mis ojos estaban viendo era demasiado como para perder la conciencia en ese mismo instante.

Lucien se encontraba de pie junto a la ventana, de espaldas a mí. No estaba segura de si se había dado cuenta de mi presencia pero en este momento lo único que quería es que girara su cuerpo y me mirara aunque sea por unos pocos minutos. Al fin lo tenía cerca, después de una semana espantosa lo estaba viendo con mis propios ojos. Sentí ganas de llorar. Lo extrañaba más de lo que recordaba.

—Lucien. —las palabras salieron en un débil susurro. Miró hacia mí con esos ojos verdes brillantes que me enamoraron en el instante en que lo conocí.

Cruzando la habitación se detuvo frente a mí y me regaló una de esas sonrisas que tanto me gustaban. ¿Estaba soñando? de ser así, no quiero despertarme jamás.

—Hola, Maddi. —casi podía sentir la energía envolviéndonos, acercándonos.

—Hola. —Respondí, mi voz se quebró y ya no pude evitarlo, llore por esos días en que no supe de él, lloré llena de rabia, de ansiedad y  de preocupación. Agradecí en silencio cuando Lucien me envolvió en sus brazos y me susurró palabras tranquilizadoras.

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