Capítulo 1.

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Lo primero que mis oídos oyen al despertar son los reclamos de mamá cuando ella entra en mi habitación y abre las cortinas haciendo que la luz solar golpee mi rostro con fuerza haciendo que mi cabeza duela más de lo habitual. No recuerdo a qué hora llegué anoche pero supongo que fue bastante tarde.

Intento cubrir mi rostro con el edredón pero el pedazo de tela es arrancado de mi cuerpo con fuerza.

—¡Despierta! —grita mamá haciéndome gemir de dolor— Claro, ahora te duele la cabeza pero anoche cuando estabas bebiendo con tus amigos, los vagos, no te dolía nada, ¿verdad? ¡Eres un holgazán, Chase!

Ruedo los ojos y me siento en la cama, sobando mi cabeza porque realmente la jaqueca me está matando.

—Ya, estoy despierto, ¿podrías callarte un segundo, mamá? Por favor...

No escucho nada salir de su boca, solo siento como toma mi oreja y tira de ella hacia arriba haciéndome gritar de la impresión. Ella zarandea mi cabeza y yo intento apartar su mano porque si sigue tironeando de esa manera, me quedaré solo con una oreja.

—¡Eres un irresponsable, ¿me escuchas?! —me grita en el oído, sin soltarme— ¡Tu padre y yo no estamos pagando tu educación para que te comportes de esta manera! ¡¿Quieres ser independiente?! ¡Pues busca un trabajo y paga por ti mismo tu educación!

—¡Ya, mamá! —me quejo, lloriqueando.

—Si quieres mandarte solo, ¿Por qué no te vas, te casas y tienes un hijo tan irresponsable como lo eres tú? ¡Apuesto a que ahí nos entenderías!

Ella suelta mi oreja y me empuja, haciendo que mi cuerpo caiga sobre la cama. Lloro con dramatismo, arrastrándome fuera de su alcance porque mamá sí que es peligrosa cuando está enfadada. Del miedo que he sentido al quedarme sin oreja se me ha espantado hasta un poco la borrachera.

—¡Apestas a alcohol, Chase Hoffman! —ella vuelve a gritar, desde la puerta— ¡Espero que no bajes a desayunar sin bañarte primero! ¡Y te apuras! ¡Tus clases están por comenzar!

—¡Ya, mamá! —le grito esta vez yo, cansado de sus regaños.

—Mocoso insolente... —ella gruñe y hace el intento de llegar a mí, pero yo soy más rápido y me encierro en el baño— ¡Será mejor que te apures!

Resoplo y decido no responderle nada porque si lo hago, ella seguirá lanzando más mierda detrás de la puerta. Así que, solo tomo mi cepillo de dientes y lavo mi boca para quitar aunque sea un poco el sabor a alcohol de ella. Después, tomo una toalla y me meto en la ducha. Regulo el agua y cuando estoy a punto de aplicar un poco de champú en mi cabello, el agua helada golpea mi cuerpo con fuerza haciéndome chillar.

—¡Mamá! —grito tan fuerte como mi pulmones me lo permiten.

—¡Con agua helada se espanta la borrachera más rápido! —grita de regreso y apuesto a que está sonriendo en estos momentos.

Entre maldiciones, me baño rápidamente y salgo de la ducha tiritando como una hoja. Me seco el cuerpo y salgo a mi habitación, vistiéndome con rapidez antes de que termine sufriendo de hipotermia.

Cuando estoy listo, tomo mi bolso, mi cartera y el teléfono junto al cargador y salgo de mi habitación arrastrando todo. El dolor de cabeza no había disminuido y sabía que ahora, luego de la ducha tendría que aguantar el sermón de papá. Siempre cuando llegaba a altas horas de la madrugada y mamá era la que me despertaba para ir a clases, le metía cosas en la cabeza a papá para que él me reclamara. El problema es que él siempre se dejaba llevar por lo que decía su esposa.

—¡El hijo ilustre ha ingresado en la habitación!

Ignoro el comentario sarcástico de mi madre y camino directo al refrigerador para sacar la caja de zumo y beber de la misma. Al acabar, la guardo de nuevo y me encuentro con la mirada severa de papá y a mamá parada a su lado, de brazos cruzados y alzando una ceja como diciendo: de esta no te escapas, engendro del demonio.

¿Este bebé es tuyo?  (PP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora