14-Memoria volvé.

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Estaba enredada entre las sábanas y la frazada, sentía mucho calor y podía moverse muy poco. Luna se iba despertando mientras intentaba levantarse de su cama. Tenía demasiadas ganas de ir al baño pero había muchas capas de tela arriba suyo. Despacio, salió de su cama, dejando las sábanas en el piso junto a la campera que ya se había sacado. Tenía el cuerpo muy caliente y estaba muriendo de sed.

Antes de abrir la puerta de su habitación pudo ver, con la poca luz que entraba desde la ventana, una botella de agua. Dudo pero finalmente le dio un sorbo, tenía la boca demasiado seca. Al salir de la pieza los ojos empezaron a arderle por la luz del día, y su cabeza empezó a latirle muy fuerte. Todo se movía, las paredes, el piso y ella daba un paso por minuto. 

Al llegar al baño, tuvo que sostenerse por una de las paredes, los cerámicos fríos la despertaban. No aguanto y se lanzó al inodoro. Otra vez, terminó vomitando.

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El reloj del celular marcaban las 6:30, no durmió ni dos horas. Ella lo despertó tirandole las sábanas en sus piernas, le dolía el cuello y la espalda. No le pareció tan agradable dormir sentado en el piso. Al ver que Luna iba al baño la siguió, pero cuando escuchó lo que pasaba detrás de la puerta se decidió por dejarla sola. Lo pasado unas horas antes había sido suficiente para su paciencia.

Joaquín volvió a la habitación y se acostó en el medio de la cama, pestañeo dos veces y cayó rendido en un sueño profundo. Tan profundo que ni se percató de que Luna lo miraba parada al lado de la cama.

Sin querer hacer mucho ruido, Luna, buscó ropa y decidió darse un baño. Luna de a poco iba renovando sus fuerzas. Aunque era mucho mejor quedarse mirando como él dormía.

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El living estaba totalmente limpio, no había ni un vaso sucio. En la entrada de la casa estaban las bolsas con toda la basura de la noche anterior. A Luna le faltaba regar las plantas y cumplía con todas las tareas que su mamá le dejaba para los fines de semana. 

Por más que intentara, no podía recordar cómo había llegado a su cama y mucho menos qué hacía Joaquín en su habitación. Sin recordar y con mil ideas en la cabeza, Luna mantenía la sonrisa en su cara. Nunca se hubiera imaginado tenerlo así y en su cama, sería mucho mejor si fuera en otra situación.

Eran las 10 de la mañana y su estómago empezó a hacer ruido. Con la sorpresa que tuvo apenas se levantó, era más que obvio que su panza le iba a reclamar bastante comida.

Luna entró a la casa y todos seguían durmiendo, sin hacer mucho ruido empezó a preparar el desayuno para todos. Era Domingo y ella tenía un muy buen humor, cosa rara por ser tan temprano. Si la primer persona en ver todos los días fuese Joaquín, viviría con una sonrisa en la cara.

-¿Te ayudo con eso?- Melina mientras se arreglaba su largo pelo con las manos, fue acercándose a su amiga.

-Dale, sacá las tostadas que ya están. ¿Dormiste bien anoche?

-Ay si, perdón pero vos te dormiste y no sabía como íbamos a arreglarnos. No pensé que Joaquín y Santiago iban a quedarse también.

-No pasa nada, ahora desayunamos y vemos que no haya quedado ni un pelo en la pieza, o me matan- Luna le sonreía a su amiga mientras colocaba tazas en una bandeja.

-¿Y ese buen humor?-Melina sabía por qué era pero igual necesitaba saberlo de la boca de Luna.

-Nada es que...lo amo, lo amo cada vez más- Luna dejaba lo que estaba haciendo, sus ojos emanaban ternura.

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