4. Soy un marica

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Narra John:

Era martes y nuevamente estaba lloviendo, algo que me era bastante obvio ya que estábamos en invierno; algo que a pesar de estar acostumbrado, odiaba.

Ahora me encontraba esperando la llegada de Paul, ya que ayer no había llegado a la consulta y tampoco lo había visto el fin de semana. ¿Lo extrañaba? Sonaría tonto, pero sí, lo extrañaba más que a nadie.

De pronto la puerta de mi lugar de trabajo sonó, por lo que me levanté de inmediato esperando a que fuese Paul. Di unos cuantos pasos hasta llegar a la puerta, la abrí con rapidez y ahí estaba él; con una sonrisa. Sus moretones ya no eran muchos, se le veía mejor. Pero joder con aquella sonrisa, insisto, si Paul fuese mujer ya le abría dado, pero la verdad, era un hombre; aunque eso no le quitaba lo guapo que era. Mierda, ya estoy sonando bien gay, otra vez.

—¡Paulie! —exclamé en un susurro.

—Hola, Johnny. —dijo él, aún con aquella sonrisa que tanto me encantaba.

—Adelante... —sonreí de inmediato.

Él entró y yo cerré la puerta detrás de mí, sintiéndome una vez más en paz.

—¿Me extrañaste, Winnie? —cuestionó aún con su sonrisa puesta en el rostro.

—Claro que sí, Paulie... —musité con suavidad.

—Que homosexual, Johnny. —soltó una pequeña risa; su risa era música en mis oídos.

—La verdad es que no soy marica, sólo te extrañe, como a cualquier amigo. —acoté cruzando mis brazos, tornándome un poco serio.

Él pareció sentirse, por lo que sólo se sentó en la camilla, a medida que su sonrisa se desvanecía. Mientras tanto caminé sigilosamente hacia donde estaba y no hice otra cosa más que abrazarle con fuerzas.

—Sólo era una pequeña bromilla. —reí un poco.

Él devolvió la sonrisa, perfecto. A veces pensaba que Paul también sentía lo mismo, a veces daba señales, otras veces no, algo que me confundía bastante.

—Johnny. —musitó él mientras correspondía a mi abrazo.

—Paul, son exactamente las una de la tarde, tengo hambre. ¿Quieres salir a comer junto a mi?

Pude jurar haber visto un brillo en sus ojos, tal vez, era porque también tenía hambre, porque por sentimientos más allá de una amistad no creo que sea. Qué homofóbico me encontraba.

—¡Vamos! —exclamó levantando su trasero.

Sólo reí, él se acomodó su chaquetón de cuero, yo sólo me coloqué mi abrigo y pronto tomé el paraguas por la lluvia. Abrí la puerta y salimos caminando por los pasillos de aquel hospital. Avisamos en recepción que ya me iba por mi horario de colación.

En el camino me encontré con Cynthia por el hospital, ésta sólo me había dedicado una mirada llena de rencor y a Paul una mirada llena de odio.

—¿Por qué tu novia me mira como si fuese la peor escoria del mundo, John? Pareciera como si viese al mismísimo demonio.

—Aquí, entre nosotros —me acerqué a su oído—. Piensa que soy algo homosexual y que tengo una relación contigo, está loca.

—Qué estupidez. —comentó de forma incómoda y nerviosa.

Yo sólo asentí, y seguimos nuestro camino hasta llegar al portón principal, que era el lugar de salida; algunos me saludaban a lo lejos y yo simplemente correspondía con un gesto de mano.

Doctor Lennon. [McLennon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora