Capítulo 8

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Dominik

Su voz  se coló por mis oídos y no supe como reaccionar. Era ella, solo que diferente. Su pelo era más largo, rubio y su cuerpo no estaba tan delgado. En sus ojos podía verse el cansancio y el odio.

—¿Y tú qué miras, mono de circo?—preguntó bruscamente.

—¿Perdón? Tú me llamaste, lista.

—Quiero prevenirte—sonrió de lado—. Sylvia es una zorra manipuladora—dijo secamente para después de colgar, dejandome anonadado.

—¿Quién se cree?—murmuré para mí.

Semanas después seguía sin tener noticias del exterior. Había vuelto a mi vieja rutina de ni asistir a clase.

—Señorito Dominik, su padre lo reclama—entra la sirviente formalmente.

—Ah, dile que ya voy—respondí mirándola de reojo desde la cama.

—Bien, pero no tarde. Parece impaciente.

—Está bien, gracias— sin decir nada más, emprendió de nuevo su camino.

Era buena persona. Me alegraba tener una sirvienta como ella. Siempre llevaba su oscuro pelo atado en un moño. Era bajita y algo regordeta, pero siempre amable y alegre. Lo que me divertía era su acento rumano tan peculiar.

Después de meditar un rato, decidí bajar: —¿Qué querías, padre?

—Queremos que te vayas.

Ala, bruto.

—¿Qué?

—Que vendrán visita y pues necesitamos que te vayas con tu amiga la friki.

—Llyse. No. Es. Friki—sentencié.

—Bueno, con ella.

—Bien—respondí cortante, no me gustaba que la llamara así.

—¿Llyse?—pregunté cuando descolgó.

—¿Do-Dominik?

—Si. Es que quería preguntar si podría quedarme un tiempito en tu casa—coloqué el teléfono entre mi hombro y mi oído mientras cogía ropa del armario.

También sería una buena oportunidad para que me ayudara a rastrear a Alice, ya que se le daba bien los ordenadores.

—No... no sé, Dominik. Monik a lo mejor se niega...

—¿Monik? ¿pero no era Jak el que estaba al mando ahora?

—Oh... em... en cuanto a eso—no la veía pero sabía que estaba doblando su camiseta en un gesto nervioso—. Prometo explicártelo.

—Gracias, te debo mucho—y sin más, colgué.

Y entonces caí. Recordé lo último que ocurrió cuando estuvimos juntos. Aquel rechazado beso. Pero quería que siguiéramos igual. Porque si no me quedaría muy solo.

—En serio, gracias por acogerme, Monik.

—Siempre. Has cuidado mucho de Llyse, es hora de que te ayudemos nosotros.

—¡Yo sé cuidarme sola!—se quejó la pelivioleta sonrojada.

—¡Claro!—rió su hermana—. Dejemos que lo siga pensando—me susurró a lo que reí fuertemente.

—Bueno, espero que te sientas cómodo —prosiguió.

—Claro, encantado de estar aquí—sonreí amablemente.

—¿Ahora me explicarás que ocurrió con Jak?—le susurré una vez se marchó Monik.

—Está bien... —tomó mi mano y tiró de mí hasta llevarme a su habitación—. Pues verás...

No seas ingenua -Dominik Santorski-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora