Anexo: Noche de amor.

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    Sus manos se escurren por mi piel sin darme tregua, con sed de lujuria. Sus ojos se encuentran consumidos por el deseo y una sonrisa lasciva está dibujada en sus perfectos labios de color melocotón. Un gemido sale de los míos cuando acaricia mi seno izquierdo por encima de la delgada tela de mi vestido, torturándome. ¿Cómo llegamos a ésto? Oh, cierto, yo fui la terca que no quiso aceptar que Len podía cazar un conejo en menos de cinco minutos. Sabía que Len me impondría un castigo, pero nunca me imagine uno tan dulce. Si ésto era un castigo quería más.

—Len...—suspiro cuando lame mi clavícula.

    El tener a las estrellas como espectadoras me maravilla, éstas semanas no hemos echo otra cosa que besarnos pero ésto... esto supera los besos por mucho.

—Rin—responde de manera lenta mientras siento sus dientes hundirse en mi hombro, doy un quejido de dolor mientras cierro mis ojos, suspirando cuando lo siento lamer.

—Mmm—tarareo y muerdo mi labio inferior para no emitir sonido alguno, todos estos ruidos son tan obscenos y me avergüenzan. Len parece percatarse de ello porque se aleja de mi, observándome con sus oscuros ojos azules.

—No te contengas, planeo hacer que gimas mi nombre ésta noche—susurra en mi oído, su cálido aliento estremece mi cuerpo completamente.

    Sonrojada cierro mis ojos y siento como cierta parte de mi cuerpo comienza a mojarse. Rayos, nunca he indagado en éste tema, sé tan poco, soy tan inexperta... en cambio Len parece todo un maestro. Luciendo tan seductor y sensual.

    Su mano se escurre bajo mi vestido, acariciando mi muslo izquierdo. Respiro con más fuerza ante la sensación de sus dedos cálidos contra mi trémula piel fría. Su lengua traviesa lame el lóbulo de mi oreja y yo gimoteo levemente. Me siento mareada, mi cabeza no deja de pensar en Len, nada más que él. Su lengua baja por mi mandíbula y luego a mi cuello en donde muerde levemente y chupa, respiro con dificultad ante ello. Mis manos aprietan la tela de mi caperuza, la cuál fue extendida en el suelo como manta, el rojo contrastando con mi pálida piel.

    Luciendo hastiado, Len corre el vestido levemente con sus manos, revelando más de mis piernas. Yo me retuerzo levemente al sentir su mano subiendo a mi cadera y parte de mi estómago. Está cálido y eso hace que mi piel se erice. Cierro mis ojos cuando siento su lengua lamer demasiado cerca del escote de mi pecho. Ansioso, corre la manga izquierda de mi vestido con sus dientes para tener más de mi piel expuesta. Su mano derecha va debajo de mi espalda arqueada y desata el nudo de mi vestido, quitando su otra mano de mi estómago se ayuda para quitarme la prenda por completo, quedando completamente a su merced.

    Él me contempla con ojos oscuros y una sonrisa en sus labios. Abrumada miro a otra parte, la idea de tener a toda la naturaleza a mi alrededor reconfortandome.

—Rin...—el murmuro de mi nombre hace que observe a Len de nuevo, quien se ha quitado la remera y me besa con fervor, con pasión y con ganas de comerme.

    Gimo levemente al sentir su lengua, su traviesa lengua entrar en mi boca. Sus manos tocan los costados de mi torso, cerca de mis costillas, lo cuál me da cosquillas. Sus labios dan pequeños besos a mis mejillas, párpados y luego baja a mi mandíbula y cuello, hasta trazar un camino húmedo hacia mis pechos, en dónde se detiene para deleitarse y chupar.

—¡Ah! Len...—jadeo, para luego dar suspiros profundos cuando siento su lengua y cálida saliva sobre mis sensibles pezones erectos. Muerdo mi mejilla inferior para dejar de emitir esos escandalosos sonidos.

    La lengua tentativa de Len baja por mi estómago mientras que sus manos acarician mis muslos. Antes de ir más allá de mi vientre se detiene y me observa, como si pidiera permiso, exhalo un poco de aire y asiento, algo febril. Cierro mis ojos debido a todo lo sucedido anteriormente, es demasiado. Len muerde el interior de mi muslo izquierdo antes de dar una lamida a esa parte tan sensible de mi cuerpo, la cual reacciona al instante haciendo que mi espalda se encorvara aún.

La bestia dorada | rilenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora