3.- Ella

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Nanami probaba frente a su espejo las múltiples formas de cubrir el desagradable chupón que Tomoe dejó en su cuello, tenía que ir a la escuela y no sería grato que le descubrieran esa marca. Probó con un pañuelo de color negro, pero no sabía si sería aceptado por los maestros. Reunió todo el valor que tenía y caminó a pasos largos hacia el cuarto de Tomoe, golpeando como si el mundo se cayera a pedazos.

— ¡Que me abras maldito pervertido! —exclamó a voz desgarrada desde el otro lado.

Tomoe abrió la puerta ya casi listo para ir a la escuela. La observó con el apocalipsis en sus ojos y refunfuñó.

— ¿Cuál es tu problema?

—Me has dejado una horrorosa marca en mi cuello —se la señaló con el dedo—, ahora, me gustaría que tú me dieras una solución. Ya que básicamente es tu culpa.

—Eres una molestia —El muchacho entró en unos cuantos pasos a su habitación en búsqueda de algo, regresó a donde estaba la joven aturdida y le entregó una bufanda roja—. Con esto estarás bien.

Era un tejido grande y acaparador, justo lo que ella necesitaba para ocultar tal vergüenza.

—No creas que con esto estás a mano conmigo. Me vengaré, que no quede duda —aseguró ella mientras se acomodaba la bufanda sobre sus hombros. Dejó su amenaza en el aire y bajó al primer piso donde esperaban los demás.

Luego de ese perturbador encuentro, los cuatro caminaron hacia la escuela como todas las mañanas. El frío acompañaba la penosa situación de Nanami y su marca de guerra. Como de costumbre, Tomoe iba sumergido en sus pensamientos, Mizuki tarareando una canción sin ritmo y Kurama hablando por teléfono con su representante, últimamente estaba muy ocupado y ya ni tiempo tenía para cenar con los demás. Se veía cansado y desvelado, estaba reflejado en las bolsas bajo sus ojos. Cortó la última llamada y lanzó un largo suspiro lleno de estrés.

Momozono frenó su caminar preocupada, aparentemente era la única que pudo notar el acongojo en su compañero.

— ¿Estás bien? —preguntó ella con pesadumbre.

—Sí. —contestó certero y siguió su camino sin dejar posibilidad alguna de hacer más preguntas.

—Kurama siempre está trabajando, el llevar una vida de artista y alumno le está pasando la cuenta —comentó Mizuki luego de que el pelirrojo se alejó—. No importa lo que digas, se seguirá exigiendo sin prestar atención a su salud.

—No está bien —aseguró Nanami—. Debemos ayudarle.

[...]

Pasaron las horas y la situación empeoraba. Kurama ya no prestaba atención en clases, su rostro caía constantemente entre un vaivén. Si no fuera por el brazo donde apoyaba su cara, ya estaría por el suelo. Los maestros tampoco mostraban tanta preocupación, el hecho de ser un artista lo hacía casi intocable. Llegó la hora del recreo e ignoró a más de la mitad de las chicas que se acercaban a él para pedir una foto o que simplemente querían charlar. Nanami esperó al almuerzo para acercarse a él, lo encontró cerca de la terraza y subieron para hablar más tranquilos.

— ¿Qué es lo que sucede? —preguntó él. Nanami se sentó en el suelo y esperando que este hiciera lo mismo guardó silencio. Al captar la indirecta, Kurama se acomodó a su lado —. Bien, dime.

—Me tienes muy preocupada. Sé que no debería meterme en tus asuntos, pero últimamente ya ni llegas a comer...y faltas mucho a clases —dijo Momozono, con angustia—. En verdad todos lo estamos.

Kurama despegó la vista de las nubes y observó taciturno a la muchacha que no paraba de hablar. Llevó su mano derecha a su cuello y sin preguntar le quitó la bufanda.

Life With Boys (Kamisama Hajimemashita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora