4.- La visita de Himemiko

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Otra fría mañana caía sobre Tokio. Tomoe despertó a causa del extraño olor a humedad que venía de su ventana. Estaba realmente furioso con las injustas circunstancias que ayudaron a despertarse, pero al mismo tiempo tenía bastante que hacer debido al fin de semana, como por ejemplo el desayuno. Se levantó rápidamente y cargó una toalla en su hombro para caminar a paso rápido hacia el baño.

Ahí estaba Nanami, entre saltitos y con cara de desesperación. Lo cual lo conmovió un poco. Tenía sus dos manos entre sus piernas como bloqueando la salida o entrada de algo desconocido. Al notar que Tomoe estaba en frente llevó ambos brazos atrás y ridículamente fingió como si nada pasara, aunque sus ojos no perdían la inquietud.

—Buenos días —dijo ella con voz temblorosa.

—Buenos días, te has levantado temprano —respondió Tomoe muy sorprendido y hablando de más.

No era extraño en él que se preocupara, de cierta forma el fin de semana ella siempre solía despertar pasado de las una de la tarde. Se podría decir que la almohada era su mejor aliado. Nanami asintió con el rostro, las cosas entre ellos aún seguían medio tensas.

—Estás que te orinas, ¿Verdad?

Le preguntó él sin arrugarse siquiera. La causa total de un rojo casi fosforescente en la cara de Nanami. Y el negarlo sería completamente absurdo, ya que no había dejado de agitarse en ningún momento. No recibió respuesta, llegando a lo obvio. Tomoe golpeó la puerta más fuerte que de costumbre y levantó la voz.

— ¡Kurama! ¡Sal pronto del baño! Es fin de semana y nadie verá tu cabello sin planchar. Además Nanami mojará el piso y no quiero tener que limpiar su orina —anunció a rasgo de que todos en la casa se enteraran, desesperando aún más a la joven que ya estaba por el suelo.

—Pe-pero... ¿Qué estás diciendo idiota? —le reclamó jalándolo de la manga de su suéter—. Ahora todo Tokio lo sabe.

El pelirrojo abrió la puerta y en menos de tres segundos la muchacha ya estaba dentro del baño, dejando a ambos desconcertados. Lo único bueno, era que Kurama había alcanzado a planchar su cabello, desde su propio punto de vista. Sin más, Tomoe esperó su turno de pocos ánimos. Estaba irritado, y ni él sabía muy bien por qué, si era el olor a humedad que sintió, o por ese ambiente incómodo de hace algún rato. Mordisqueó una de las puntas de su toalla y decidió dejar ese asunto en el olvido.

[...]

La tarde había ocupado su lugar en el día, el sol lentamente se escondía y el olor a la rica cena de Tomoe se asomaba por toda la casa.

Mikage barría la vereda con su tranquilidad de siempre, admiraba ver las pequeñas partícula de tierra pasar a la pala, en verdad admiraba verlo todo. Entre su gozo, levantó el semblante a causa de unos pasos que sentía cada vez más cerca. Lo primero que vio fueron dos pequeños pies forrados en zapatos azules, obviamente femeninos. Luego fue subiendo y se encontró con una cara conocida. El ver a Mizuki corriendo en dirección hacia ella lo hizo despertar por completo, el peli blanco prácticamente corrió hacia la joven como si fuera un cachorro.

— ¡Señorita Himemiko! Es usted. —exclamó alegre mientras la estrujaba.

Numano Himemiko era una joven de aspecto bastante infantil, estatura baja, piel muy blanca y ojos azules, curiosamente su cabello era más o menos de un tono parecido, más acertado a un celeste pálido.

—Tanto tiempo, Mizuki —respondió ella, tenía una voz tierna y dulce. Luego de soltar al alegre muchacho fue donde los demás para saludar.

—Tú debes ser Himemiko, un gusto —saludó Nanami con su amabilidad de siempre.

Life With Boys (Kamisama Hajimemashita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora