Corazón Cegado || Terminada ||

*Capítulo 7 ~ Arréglate

Narras Tu: Día 4

-..¿Que te parece si te preparo una ducha caliente? –Preguntó Sarah tomándome de un hombro.

-..Oh, vamos Sarah, sólo es una cena –Reclamé sin muchas ganas.

-..Tienes razón ___, –Dijo Sarah– Sólo una cena ___, pero irás con Abraham Mateo, tu ídolo desde que tienes memoria.

-..Pero...

-..No acepto un NO como respuesta –Me regañó levemente– Por favor... Arréglate, pasa de una ducha y vestido a esmerarte por tu cabello, o maquillaje –Rodé los ojos– Prepararé tu ducha y te buscaré ropa linda.

-..¿Y cuales son tus intenciones? –Pregunté resignada.

-..Mías no –Soltó una risita.

Sarah me llevó hasta la ducha, me quité la ropa, yo nunca he sido pudorosa en este sentido, Sarah me ha cuidado desde que tengo 12 años, me ha visto desnuda cuando era una niña, no debería de darme vergüenza ahora que tenemos lo mismo. Después de mucho tiempo de estar sumergida en agua caliente, Sarah se encargó de hacer todo lo demás por mi, algunas pensarán que lo hagan todo por ti sería el paraíso, pero lejos de sentirte bien, te hace sentir inútil, muy inútil.

-..Te ves hermosa –Dijo pasando una última brocha en mi cara.

-..Sólo espero no me hayas dejado como payaso
–Bromeé.

-..No, te aseguró que te ves bien, confía en mi.

Confiar en Sarah... Para este tipo de cosas no era difícil, pues Sarah siempre ha sido muy femenina, ella es de las chicas que les encanta la moda y el maquillaje, usar faldas y tacones.
No es mi estilo pero ahora que no puedo hacer nada para ponerme mis jeans no me da otra más que confiar en mi madrastra. Ella siempre ha sido muy esbelta, joven y guapa, mi papá no tiene gustos malos al fijarse en una chica 2 años mayor que yo, se que ahora mismo traigo puesto una falda negra junto a un top blanco, según mi madrastra tengo un cuerpo envidiable, la última vez que me miré al espejo tenía 12 años y ni siquiera me había bajado la regla, ahora tengo 17 y no se como soy físicamente.

-..Abraham está abajo
–Habló Sarah– Te esperamos.

Mi corazón empezó a latir fuertemente, jamás me había sentido tan nerviosa ante una simple cena, me levanté de la silla y empecé a bajar los escalones lentamente

Narra Abraham: Día 4