Capítulo 5: Vuelta al inframundo

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Víctor, Tomás, Saúl, Iván, Carlos y Mario, se encontraban en un lugar oscuro. No se podía ver nada. Intentaban tocar algún objeto, pero no podían encontrar nada, solamente se podía escuchar una voz. Parecía una mujer, y lo único que decía era: "seguid mi voz, seguidme".

Los seis amigos comenzaron a seguir la voz. Poco a poco se fueron encontrando entre ellos, y se empezaba a ver una pequeña luz, así que la siguieron.

-Es hora de que me conozcáis -dijo la extraña voz.

Se pararon en seco y la luz comenzó a alumbrar todo el lugar hasta que no se podía ver nada más que el color blanco. Una puerta apareció ante ellos y decidieron cruzarla, al fin y al cabo, era la única salida. Fueron cruzando uno por uno, y la sorpresa fue aún mayor cuando vieron lo que había al otro lado.

Estaban de vuelta en su instituto, pero esta vez estaba completamente vacío, y no habían entrado por la puerta de la biblioteca, sino por una clase. Estaban en el pasillo principal de secundaria. Todo parecía tranquilo. Era de día, todas las clases estaban cerradas, excepto por la que habían entrado. Todo parecía normal, excepto una cosa, que en reloj que había en mitad del pasillo, marcaban las nueve y media de la noche, y por las ventanas parecía que acababa de amanecer.

-Esto no puede ser verdad -dijo Mario-, este reloj debe estar estropeado.

Carlos se acercó tembloroso y le corrigió.

-Es la hora correcta -respondió mientras enseñaba la hora de su teléfono.

-¡Esto es el infierno! -exclamó Víctor desde el interior de la clase.

-Ya sabemos que el insti es un sinvivir, pero no es para tanto -respondió Mario.

-No -dijo Saúl-, me refiero a que estamos en el infierno, esto no es nuestro instituto.

Desde la ventana se solía ver un gran jardín, con varios árboles, flores y arbustos, pero esta vez lo único que se veía era lava, grandes rocas volcánicas, e incluso algunas criaturas extrañas, parecidas a unos jabalíes, pero con alas negras, y podían escupir fuego por la boca.

-Vuestro amigo tiene razón -dijo la voz que les había llevado hasta ese lugar.

Una chica, de aparentemente 16 años, pelo rubio y liso, ojos verdes como esmeraldas, y una piel pálida como la nieve, entró por la puerta y se apoyó en el marco.

-Estáis en el inframundo. No se cómo habéis llegado aquí, pero si se quién puede haberos incitado a venir.

La chica se apartó un mechón de cabello para que se le viera mejor la cara, y se pudo ver que no era una chica normal. Sus orejas acababan en punta, como si fuera una criatura extraña de otro mundo.

-¿Quién eres? -Preguntó Carlos.

-Me llamo Aura -respondió la chica-. Soy una ninfa del inframundo, y protejo lugares como este, los llamamos fortalezas. Hay personas en vuestro mundo que tienen la capacidad de crear, con sus sueños, lugares en el inframundo. Hace poco alguien creó este instituto, y me ha tocado protegerlo. Sin embargo, nosotras nos solemos entrenar para que no dejemos pasar a los protercos, son esas criaturas que andan volando por el exterior, pero lo que no me esperara es que alguien de vuestro mundo entrara al mío. Hace unos minutos un desconocido entró por la misma puerta y se consiguió esconder antes de que lo encontrara. Percibí vuestra presencia, así que pensé que estabais buscándole, y decidí ayudaros, bueno... y que me ayudarais.

-Gracias Aura, tienes razón -respondió Saúl-, estamos buscando a nuestro profesor, dejémoslo en una historia larga, muy larga, de cómo hemos acabado aquí, pero necesitamos encontrarlo para que nos dé respuestas.

-¿Respuestas de qué?

-Como ya he dicho, una historia larga... muy larga.

-De acuerdo, os ayudaré, pero necesito saber una pequeña razón de por qué estáis aquí.

Ivan se acercó a Aura y usó su poder para volverse invisible.

-Cada uno de nosotros tenemos un diferente poder, y nuestro profesor es, probablemente, el que nos los ha dado, pero no entendemos el por qué.

Aura asustada, dio un paso hacia atrás, y sin querer cerró la puerta con un golpe.

-No tienes que tenernos miedo, no te vamos a hacer nada -dijo Iván al volver a hacerse visible.

-A ver si lo he entendido, tenéis esos poderes por casualidad, y pensáis que vuestro profesor os los ha dado, le queréis pedir explicaciones, pero se ha escapado, y ahora está aquí, ¿verdad? -Preguntó Aura insegura.

-Exactamente -respondió Carlos-. Parece que has conseguido resumir bastante bien la historia.

-Entonces -dijo Víctor-, ¿nos vas a ayudar?

-Vale -respondió Aura-, pero si os ha conseguido dar poderes en vuestro mundo, y después ha venido aquí, ¡a saber lo que podrá hacer en esta fortaleza!

Un ruido de alarma ensordeció los oídos de todos los que estaban en la sala. Parecía como el timbre de las clases, pero era mucho más fuerte, pero no paraba, era interminable. Aura tapó sus oídos y se tiró al suelo, a la vez que los demás, sin embargo, ella intentó levantarse para abrir la puerta, aunque no lo consiguió. La alarma era cada vez más insoportable, y todos se estaban volviendo locos. Aura se consiguió levantar y pegó un chillido muy agudo, que consiguió apagar la alarma. Los seis amigos se levantaron y preguntaron qué estaba pasando.

-Han entrado los protercos -respondió Aura-. Lo siento, pero esta es la única solución, tendréis que buscar el camino vosotros solos. -Extendió sus brazos y un bastón de piedra negra apareció mágicamente-. Activando proceso de evacuación.

El bastón comenzó a transformarse en lava, al igual que la ninfa, y cayeron al suelo, antes de desaparecer por completo, Aura dijo unas últimas palabras: "Pensad bien antes de responder y luchad hasta el final, todo tiene una respuesta, nunca os debéis rendir". El suelo comenzó a tambalear y las baldosas fueron cayendo al vació, con las mesas, las sillas, estanterías, mochilas, e incluso los seis amigos.

No se podía ver nada, solamente los objetos de las clases, y algunos protercos que habían muertos entre llamas, aunque hubo uno que aún tenía fuerzas, e intentó acercarse al grupo con varios chillidos demoniácos, pero en cuestión de segundos explotó delante de ellos.

Al final de ese vacío consiguieron ver una fina capa de lava donde estaba cayendo todo. Poco antes de que quedaran chamuscados, todos se rejuntaron y se dieron ánimos entre ellos.

-Si este es el último momento de vida, me ha encantado conoceros, y espero que volvamos a vernos allí arriba. -Dijo Tomás con mucho temor.

-Tienes razón -respondió Mario-. Si esta es la última vez que estoy con vosotros, que sepáis que me ha encantado estar con vosotros y que nunca os olvidaré, bueno... no sé cómo funcionarán los recuerdos, pero ya me entendéis.

Saúl intentó decir sus últimas palabras, pero se hundieron en el mar de lava, lo que no sabían es lo que iba a pasar a continuación.

Dentro de la lava no se quemaban, sino que cambiaron. Esta vez llevaban todos un vestuario negro, con aspecto de roca, y en su interior parecía que tenía lava, circulando por las diferentes grietas. Sus peinados estaban en punta, duros como una piedra, y alguna llama saltaba de vez en cuando. La sala en la que se encontraban parecía de tipo medieval, oscura, de piedra, con varias antorchas, y una puerta de madera de roble en el centro de una de las paredes indicaba el camino que tenían que seguir.

Carlos se acercó a la puerta mientras los demás analizaban la sala y encontró un cartel que llevaba escrito: "¿Resolveréis los acertijos, o no saldréis nunca de aquí?"

-Acabo de entender las últimas palabras de Aura-explicó Carlos-. Acabamos de entrar en el juego para salir de aquí. 

Kinesis: El OrigenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora