Ya había pasado un año.
Helena volvía a ser una niña feliz y Dan y yo no podíamos estar más contentos por ello.
Cada mes, los jueves, que eran los días favoritos de Elliot, íbamos al cementerio y dejábamos unas flores. Helena le dejaba una carta hablándole sobre esos días, y cada vez que íbamos, quemaba la anterior.
Era su forma de conectar con Elliot, y era una especie de ritual para nosotros.
Me hice voluntaria en el hospital, para los enfermos de cáncer.
Un día, una niña de nueve años me reconoció.
- ¿Sofía?
Giré la cabeza y me encontré una niña sentada en el suelo leyendo un libro, con un plato de comida intacto.
- Hola pequeña, ¿cómo sabes mi nombre?
- He leído tu libro.
- ¿Mi libro?
- Si. Me gustó mucho.
Mi libro era demasiado duro para una niña.
- ¿Cuántos años tienes?
- Nueve -se levantó del suelo y me agarró la mano, invitándome a sentarme en la cama- Pienso que eres una mujer muy fuerte. ¿Es verdad todo lo que te pasó?
- Si -dije perpleja.
- Yo soy Noah.
- ¿Cómo dices?
- Mi amiga Isabel murió hace tres meses, supongo que es cuestión de tiempo que me toque también a mí.
- Oh, no digas eso cariño -traté de reconfortarla.
- No lo intentes, ya lo hacen todos. Me gustas porque hablas de realidad en tu libro.
- Eres muy pequeña para aceptar esta realidad.
- Puede que sea pequeña, pero es la realidad que me ha tocado vivir.
La miré durante unos segundos, y luego sacudí la cabeza.
- Me tengo que ir, pero mañana volveré y hablaremos un poco más.
- ¿Promesa de dedo?
- Promesa de dedo -dije entrelazando nuestros dedos meñiques.
- ¡Sofía! -me gritó.
- Dime.
- Me llamo Viernes.
- ¿Por qué?
- Porque nací un viernes -sonrió ella, como si fuera obvio.
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Elliot tenía cáncer
Short StoryHistoria muy corta. Estamos casi muertos Elliot, tanto, que me parece oler cuerpos en descomposición. Aviso: No quiero herir a nadie, yo no estoy famirializada justo con esta enfermedad, pero si que sé lo que es perder a alguien, así que no pretendo...