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Se dice que todos los enfermos de cáncer tienen días buenos y días malos, y existe ese último día bueno que no sabes cuándo será y por tanto, no puedes disfrutarlo.

El último día bueno de Elliot fue el día de su cumpleaños.

- Mamá, tengo 13 años, me lo puedes decir.

- No te estás muriendo -repetí.

Elliot resopló.

- Está bien, pero quiero que sepas que si me estuviera muriendo no tendría miedo de la muerte. Si me estuviera muriendo me resignaría a ella y no la dejaría controlarme.

Mi niño sabía que se estaba muriendo, pero no sería yo quien se lo recordara. ¿Cómo un niño de 13 años puede no temer a la muerte? ¿Por qué se resignaba a ella sin más?

Mi niño sabía que se nos iba.

- Estás hecho todo un filósofo -le dije acariciándole la cabeza y dándole luego un beso en la coronilla, escondiendo la cabeza para que no me viera las lágrimas.

Él trató de sonreírme, pero estaba cansado. A pesar de todo, se le veía feliz. Había tenido un buen día, le había venido a ver mucha gente, con regalos y dulces palabras.

Ocho días después de su último día bueno, Elliot falleció, con 13 tiernos años.

Elliot tenía cáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora