Ninja Renegado.

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—¿De-...? ¿Deidara? — escuchó una voz más tranquila que las otras — ¿R-realmente se trata de ti?

El ninja rubio creía reconocer esa voz, pero ese tono con que las palabras eran pronunciadas, jamás lo había oído de él. Era como una desesperación, una voz que rogaba.

—¿Sensei?... — Deidara salió de su escondite, pero retrocedió al ver que no se trataba de Gari, si no de Oonoki — ¿Qu-qué haces aquí, viejo?

El viejo ninja estaba liderando un grupo de ANBU y otros mismos compañeros del joven del Cuerpo de Explosiones, que detrás de él esperaban a la acción. La cara del Tsuchikage era fatal: tenía una clara decepción.

—Deidara... ¿a qué viene el alboroto que has causado?... ¿qué-...?

Se detuvo alejando parte del humo: Deidara estaba frente a él sangrando y lleno de tierra, tenía una mirada parecida a la de un niño haciendo un berrinche, pero igual de perdida.

—¿Por qué viniste al Archivo atacando a tus superiores? ¿qué demonios buscabas hacer? — trataba de alcanzarlo con su mano

—Oonoki-sensei... —bajó la mirada— Yo lo... lo logré. Hahaha... ¡Lo he logrado, sensei! —Deidara levantó la vista emocionado.
—¿De qué diablos estás...?

El Tsuchikage no reconoció a su alumno. Examinó el lugar y lo que encontró junto a su lado le hizo palidecer.

— ... Deidara... Tú...
— ¡Mírame, sensei!— Deidara expuso sus nuevas manos ante los ninjas— ¡Admírenme bien! ¡Ahora soy un artista completo, uno grande! ¡Mi arte está completo, un!

Oonoki y compañía no creían lo que veían: Deidara había obtenido una horrible deformidad en cada palma de su mano, un par de grotescas bocas con sus viscosas lenguas saliendo de ellas. Era enfermizo, un ANBU no pudo evitar vomitar, Oonoki sentía su corazón quebrarse. Deidara reía con ganas, su nueva técnica, era su máximo orgullo ahora. Pero para su maestro y el resto, era una aberración.

— ¡Esta técnica debería ser usada por más personas! Vale la pena todo el dolor totalmente, un...
—Tú... ¡Tú!... ¡DIOS MÍO, DEIDARA! — la desesperación brotó de Oonoki; se apresuró a donde estaba el joven y le tomó del cuello de sus ropas, agitándolo —¡¿QUÉ ES LO QUE HAZ HECHO?!

Deidara apartó sus manos de un golpe.

— ¡He logrado la perfección, viejo!
— ¡¿QUÉ NO TE DAS CUENTA DE LA GRAVEDAD DEL CRIMEN QUE ACABAS DE COMETER?!... ¡DEIDARA, APRENDISTE UNA TÉCNICA PROHIBIDA! ¡¿QUÉ TAN CEGADO ESTÁS POR TU MALDITO ARTE?!

"¿Qué...?"
Estas palabras resonaron dentro de su mente. ¿cegado? Sólo miraba estupefacto a la nada, mientras Oonoki sollozaba y se sostenía el pecho.

—¡DEMONIOS! — lloró — ¡¿POR QUÉ?! DEIDARA, ¡CONTÉSTAME!

Mas no recibía respuesta, Deidara bajó su mirada. Parecía haberse dado cuenta de su error, o parecía estar en un trance, Oonoki se alejó unos cuantos pasos de él.

—¿Por qué... dices eso...? — articuló el adolescente.

Oonoki tomó su frente aún impactado y continuó:

— Deidara... Mírate, no has logrado más que provocar problemas a dónde vas. No tienes autocontrol y por eso te sacamos del Escuadrón. Ahora violaste una indiscutible ley de la aldea, aprendiste un jutsu prohibido y te transformaste en esto: ¡una aberración de la naturaleza!

Los ojos de Deidara se abrieron de asombro, clavados en el suelo, el Tsuchikage estaba tan afectado que un miembro del AMBU lo sostuvo para no caer.

— ¡Todo por tu maldita manía enfermiza del arte verdadero!... ¡Sabía que esto no acabaría bien! ¡No debí dejar que aprendieras a usar tu Kekkei Genkai! ¡Debiste ir a prisión desde que empezó! — Oonoki volvía a perder la compostura y se libró de su apoyo — ¡¿Por qué demonios tenías que hacerme esto?! ¡Has traicionado a la aldea, a todos nosotros! ¡ME HAS TRAICIONADO A MÍ! — y el Tsuchikage lanzó una bofetada a su ex-alumno.

Cada que amanece.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora