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Tras un largo y arduo día, al fin llegó a casa. Pero para su desgracia, no encontraba las llaves, y se maldijo una y otra vez por llevar tantas cosas en el bolso. Aunque de nada sirvió porque no dio con ellas. Pulsó el botón, con la viva esperanza de que su madre le abriera, pero tras una breve pausa y unos cuantos pitidos más, pensó que lo más probable es que estuviese escuchando música y no se enterara, o hubiese salido –que también podría ser–.
Como no tenía tiempo para seguir esperando a que le contestara –o no– a través del telefonillo, decidió que lo más “sensato” era gritar su nombre a los cuatro vientos, con la ilusión de que se asomara a la ventana y abriese rápidamente al verla allí sola y desamparada. Porque ¿para qué iba a coger el móvil y llamar? Eso era muy simple para la joven, y a ella no le gustaban nada las cosas simples.

Cogió aire profundamente y pegó un grito que resonó en lo más hondo de la ciudad. O, definitivamente, su madre estaba sorda como una tapia o se había marchado sin avisar. Una ventana se abrió de par en par y, tras ella, apareció una mujer de unos cuarenta y tantos años, morena, de ojos brillantes y labios carmín.

—¿¡Qué!? —respondió aquella mujer preocupada y con la mano en el pecho por si su pequeña niña estaba bien.
—Ábreme que no encuentro las llaves —dijo Mayra con un chillido un poco más pequeño, pero un grito al fin al cabo.
—¡La madre que te parió, que susto me has dado! —exclamó la mujer moviendo la cabeza a ambos lados en señal de que su hija era un caso excepcional que no tenía remedio.

El breve sonido metálico confirmó que la puerta acababa de abrirse, y la joven subió las escaleras rápidamente, con ganas de abrazar a la mujer que le había regalado la vida, en señal de arrepentimiento por haberla preocupado.
Al llegar arriba su madre la estaba esperando en la puerta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Pero, para cuando quiso frenar ya era tarde y acabaron chocando –como los niños pequeños en esos “coches de choque” de la feria–. La madre, a la que todos conocían con el nombre de Esperanza, no pudo mantenerse seria después de aquel golpe tan cómico como tonto, y finalmente abrazó a su hija y le dio un cálido beso en la frente.

—¿Cómo te ha ido el día? —le preguntó Esperanza, con la ilusión de que, al menos, a una de las dos le hubiese ido bien en el trabajo.
—Agotador, primero he tenido dos conferencias sobre la globalización económica y las repercusiones de la crisis en nuestro país, que me han dejado extasiada, y luego, en la oficina el jefe no ha parado de echarme la bronca porque, según él, tengo que aumentar mis ventas si quiero conservar mi sueldo sin ningún recorte. Así que lo único que quiero ahora mismo es darme una buena ducha para relajarme —explicó Mayra nerviosa, al recordar todo lo que le había pasado a lo largo de aquel día.

Después de aquella ducha se sentía mucho mejor. Tenía la sensación de que incluso su cuerpo pesaba menos, que podía flotar si ella quería, sin que nadie se lo pudiese impedir.
Llegó a su habitación envuelta, aún, en su toalla violeta de flores y abrió las puertas de su armario. La peor pregunta de todas acababa de instalarse en su mente, y no tenía pinta de querer marcharse. ¿Qué me pongo? ¿Una camisa?, ¿falda o pantalón? O mejor, ¿un vestido?
A pesar de la inmensa cantidad de prendas que guardaba en su armario ninguna le convencía, así que, después de un breve tiempo de meditación esperando a que algún espíritu sabio y con buen gusto le ayudase a decidir cuál podría ser la mejor opción –sin llegar a nada–, decidió coger el ordenador para hacer una videollamada con su mejor amiga y que ella le aconsejara.

Tras haberle enseñado medio armario, haber lanzado las prendas descartadas por los aires y construir una pequeña obra arquitectónica y textil casi sin quererlo. Se fijó en los tres conjuntos en los que habían coincidido. El primero, era un vestido negro, largo, que dejaba toda la espalda y parte de la cintura al descubierto. El segundo, un conjunto formado por una falda blanca, una camiseta oscura de tirantes y una chaqueta vaquera. Y el tercero –pero no por ello menos importante– era algo más informal, unos pantalones largos, una camiseta blanca escotada y una chaqueta de cuero negro. Fue probándose uno por uno los conjuntos para después posar al estilo de “Los Ángeles de Victoria Secret” mientras su amiga votaba a través del ordenador. Y fue en el segundo modelo, cuando su amiga emocionada comenzó a aplaudir, no hacían falta palabras, ¡estaba guapísima! Hasta ella misma lo sabía. El escote de la camiseta dejaba entrever unos pechos bien marcados, a la vez que la falda acentuaba sus curvas explosivas.

—¡Es perfecto! —exclamó la pelirroja emocionada por lo bien que le sentaba a su amiga.
—¿Tú crees? —preguntó la muchacha jugueteando con uno de sus mechones y los mofletes sonrojados.
—¡No me vengas haciendo esa pregunta cuando hasta tú misma te has dado cuenta del pedazo de culo que te hace!

No pudo evitar reírse ante el comentario tan "sutil" de su mejor amiga. ¡Y es que al final iban a tener razón aquellos que decían que todo se pegaba salvo la hermosura!

—¿Estoy sexy? —preguntó mordiéndose el labio inferior, tratando de imitar a las famosas que había visto más de una vez en la prensa.
—Mucho, ¡si fuese un tío ahora mismo te empotraba contra la cama! —se le escuchó decir a Lydia a través de la pantalla, poniendo incluso cara de pillina.
—¿Y por qué no vienes y lo haces? —contraatacó ella guiñándole un ojo y poniendo “morritos” de la forma más provocativa que sabía hacia la cámara.
—¡No me lo digas dos veces que aún dejaré a Mario sin novia! —exclamó la jovencita de ojos miel a la vez que estallaba en unas sonoras carcajadas que no le permitían poder continuar hablando.

Mayra comenzó a pegarse azotes en el culo mientras su mejor amiga rogaba que no parase –tratando de contener las ganas de reírse a toda costa–. Y de pronto, se abrió la puerta de su cuarto, y la pobre Esperanza se quedó anclada al lado del marco, frotándose los ojos con las dos manos y la boca abierta.

—Ma...-má —balbuceó ella, incómoda por la extraña situación en la que la acababa de ver, y al mismo tiempo incrédula por la cara que se le había quedado a su madre.
—¿Tengo que preocuparme? —preguntó la señora cuando al fin pudo deshacerse del nudo en la garganta.

Inmediatamente después comenzaron las carcajadas por parte de las dos jóvenes, mientras la pobre mujer seguía sin entender qué era lo que estaba pasando y porqué su hija se azotaba a la vez que la amiga la animaba a que continuase. Y de tanto pensar y pensar acabó cachondeándose también, porque la situación no era para menos. Durante ese largo periodo de risas y carcajadas, Esperanza incluso se burló de su hija imitando los gestos que había hecho, pero de una forma mucho más exagerada. Y continuaron las risas y el cachondeo.

Ya estaba vestida, peinada y maquillada. A medida que se acercaba el momento sus nervios iban en aumento, pero intentó mantener la compostura y tranquilizarse. Cogió uno de los pocos bolsos pequeños que tenía y guardó dentro los condones, junto con las llaves –que, como no, se las había dejado en casa– , y el móvil; salió hacia el comedor para avisar de que no se quedaría a cenar y no volvería hasta el día siguiente.

Al llegar casa de su novio, llamó al timbre formando la misma melodía que hacía sonar siempre y esperó a que alguien le abriera. En efecto, no tardó ni cinco segundos en entreabrirse la puerta. Tras el marco, le aguardaba aquel Adonis de cuerpo perfecto, con su sonrisa tímida y juguetona y al ver aparecer a su novia sus pupilas se dilataron completamente.
Embobado por lo guapa que estaba, ni siquiera se enteró de lo que le acababa de decir. Y al escuchar algo de fondo, volvió al planeta Tierra y se encogió de hombros al darse cuenta de que Mayra esperaba una respuesta.

—Lo siento cariño, no te estaba escuchando —confesó el muchacho medio hipnotizado.
—Te estaba preguntando si quieres cenar ya o vemos una película y pedimos comida para llevar.
—¿Peli y pizza? —preguntó Mario confundido al ver desechos todos sus planes.
—¡Oh cariño, cómo me conoces! —exclamó ella abrazando a su querido novio llena de felicidad.

Indestructible© [Editando...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora