el juego lo mando yo

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Salimos de la casa de mis padres cerca de las seis y media. Fue prácticamente una visita de doctor y solo para que mamá dejara de insistir con que la tengo en el olvido, agradecí de todo corazón cuando Matías se disculpó fingiendo que se sentía mal, aunque no sé qué tan mentira sea eso ya que su cara está algo distinta.

Ya en el auto le pregunté a mi chofer personal/novio falso/malo para el sexo/amigo si se sentía bien pero su respuesta fue un simple encogimiento de hombros, intenté prolongar la conversación pero sus respuestas fueron sólo monosílabos por lo que decidí callar.

—¿Toda la vida sólo seré tu novio falso? — dijo al fin interrumpiendo mis pensamientos

—¿Disculpa? — Había escuchado clarito la pregunta — ¿A qué pretendes llegar?

—Quizá me cansé de solo ser el novio falso

—Pues entonces busca una novia real — me encogí de hombros mirando hacia afuera

—¿Enserio no te importa? — Estaba irritado al parecer — ¿No piensas en un futuro?, ¿no quieres hijos? — ya entendía a donde quería llegar y debía detenerlo

— ¿Hijos?, no tengo idea pero si sé que si tengo el padre será alguien que dure más de 3 minutos

—¿Alguna vez tendrás otra respuesta a lo que digo?

— ¿Siempre eres así de sentimental?, ¿Dónde está mi Matías divertido, eh?

—Cansado de tus pendejadas — gruño y apuntó con la cabeza en dirección a mi edificio.

Moría por responder algo pero por alguna razón de mierda me dolió lo que dijo, no es ser pendeja no querer estar con él, no porque él sienta algo por mi yo debo corresponder.

—Tengo 21 recién — dije en un susurró, Ey ¿Qué?, yo susurrando 

—No los tendrás siempre — respondió y decidí bajarme del auto.

Taconee hacía mi casa con las manos en puños, de verdad estaba enojada, no lo llamaría más hasta que se disculpara. Aunque enojada no, era raro lo que sentía pero estaba muy poco familiarizada con la sensación.

Ya en mi cuarto y después de  haber decidido dejar pasar su pataleta y de haber debatido con las dos opciones de formal e informal me decidí por lo casual, si iba muy formal llamaría demasiado la atención y no tenía idea cual era el restaurante donde iríamos así que casual era lo mejor, no llamaría la atención de manera negativa como en el caso de ir más formal de lo debido.

—Deja de preocuparte  — me dije frente al espejo en ropa interior, ojalá la tipa del espejo fuese real, la vida sería tan simple con alguien como yo a mi lado, bufé ante la idea y me comencé a vestir. 

Me decidí por unos leggins negros ajustados a mis piernas largas y una blusa blanca con encajes en las hombreras y espalda, me coloqué unas botas negras con taco medio y una chaqueta negra de cuero sobre mis brazos, ¿pelo?, suelto de todas maneras, mi cabello liso y castaño hasta la mitad de la espalda me hacía lucir aún más perfecta.

A decir verdad, jamás me quejé de mi cuerpo, suelen ser todas las adolescentes muy inseguras con respecto a su apariencia pero yo no sé si fui muy egocéntrica o de lleno crecí de un dos por tres pero jamás dude.

Maquillé mis ojos café y luego de tomar mi bolso me marché.

—Son doce mil — murmura el taxista había intentado entablar una conversación todo el camino pero no me mostré muy comunicativa con ese señor que prácticamente podría ser mi abuelo. 

—gracias — le dije luego de pagar y me bajé.

Pase al lugar y me arrepentí de no haberlo googleado antes, por primera vez  desencajaba en un lugar, no del todo pero un vestido casual no me vendría mal, en realidad, hasta un vestido hawaiano vendría bien para que se hagan una idea de lo mal vestida que estaba. Me devolvería, sí, aún estaba a tiempo....

Dame placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora