—Despierta pequeña — me gritaba una voz
—¡No me grites! — chillé
—No estoy gritando Anastasia, tú despertador está sonando
Mi cabeza daba vueltas y vueltas y se sentía como mi masa encefálica en este momento estaba siendo más grande de lo que mi cráneo permitía. El dolor me estaba volviendo loca.
Me giré en la cama y mi brazo derecho rodeó a una persona en un abrazo, no abrí los ojos así que ni idea de quien era.
—¿Matías? — pregunté acercándome más
—Daniel — respondieron y me aparté de inmediato poniéndome de pie
—Sal de mi casa — grité. Lo que menos necesitaba era comenzar mi día con una discusión
—Anastasia por favor — suplicó — ¿podemos hablar?
—No — respondí cogiendo mis cosas dispuesta a darme a ir a darme un baño, antes de entrar por esa puerta me giré hacía el policía — Cierra la puerta cuando salgas
Sus ojos me encontraron y en ellos pude ver como le dolieron esas palabras, pero estaba lo suficientemente enojada como para retractarme. Aunque, ¿por qué estaba tan enojada?, sin saber porque moría de ganas de golpearlo.
Inhalé pesadamente y entré al baño cerrando la puerta tras de mi. Dí el agua de la regadera y me comencé a desvestir. Estiré luego mi cuerpo para desperezarme y me introduje en ella.
Con veinte minutos tendrá que ser suficiente por hoy. Debo ir a la universidad y no puedo llegar tarde. Envolví mi cuerpo y mi cabello en toallas para evitar que Daniel me viera. Era estúpido mi pensamiento considerando cuantas veces en este tiempo nos habíamos visto desnudos. Una sonrisa pude notar que se formaba en mis labios recordando esos momentos.
Cuando salí del baño mi cuarto estaba desocupado. Daniel se había ido. Tomé asiento en la cama sin entender porque tenía una sensación de soledad dentro de mí. No quería que se fuera, es decir, sí pero no.
Tú lo pediste tonta, me reprochó mi subconsciente pero si bien tenía razón no esperaba que se fuera. Lo quería aquí, conmigo.
Suspiré y me puse de pie, debía moverme ya si deseaba llegar a la hora a la universidad. Cogí el primer vaquero entubado que encontré y una polera con tiritas azul marino con flecos blancos por la parte inferior. Decidí calzar unas botas bajas negras y me dirigí nuevamente al baño para arreglar mi cabello.
Este día estaba más porfiado que de costumbre. Secándolo con el secador sólo logre que mi cabeza tuviera mechones por todos lados. Cogí el alisador tratando de arreglar lo que más pude y me decidí después por llevar el pelo recogido en una coleta alta.
¿Maquillaje?, me pregunté y frente al mismo espejo negué con la cabeza. Sólo apliqué un poco de corrector en las ojeras que tenía marcada por la trasnochada de ayer.
Donde se había metido Matías y como había llegado Daniel a mi casa eran unas interrogantes que olvidé preguntar antes de echarlo.
Otra cosa que hice sin pensar, razoné.
Tomé un bolso amplio echando en el los cuadernos y lápices necesarios para hoy. Salí prácticamente corriendo del departamento y me apresuré a tomar el ascensor. Había una pareja de ancianos dentro cuando lo cogí, iban tomados de la mano y se miraban como si no hubiese alguien más en el mundo. Sentí un dolor en mi pecho y como mis ojos se aguaban, no Anastasia, me reprendí pero una de las lágrimas alcanzó a huir. La refregué lo más rápido que pude y les sonreí cuando sentí su mirada en mí.

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Dame placer
RomansaAnastasia no conoce limites, es una estudiante de derecho que manda a volar la ley cuanta veces quiere. Negar el sexo a alguien que se lo pide no está dentro de sus planes aún cuando conoce a Daniel.