Comienzo

115 18 3
                                    

El silencio denso e incómodo no es usual en estas caminatas que tengo desde el colegio hasta mi casa con mi mejor amigo, pero supongo que es normal teniendo en cuenta lo que me contó hace solo unos minutos: "Voy a mudarme muy lejos, dejaré de asistir a esta escuela, va a ser muy difícil que nos volvamos a ver en persona". Esas fueron sus palabras exactas. Sé que él no está feliz con eso, y él sabe que yo no lo estoy, pero es una decisión de sus padres; ninguno de los dos podemos hacer nada al respecto. No es como si el mundo se fuera a acabar para él. Le debe ser fácil hacer más amigos; a diferencia de mí, él es mucho más sociable. Finalmente, el silencio se rompe, lástima que sea donde nuestros caminos se separan. Se despidió de mí y se fue por su lado mientras yo me quedaba mirándolo hasta que mi vista fue obstruida por el horizonte.
Me puse rumbo a mi hogar; solo faltaba media cuadra para llegar. Al abrir la puerta, me encontré con que mi familia ya había comenzado a almorzar sin mí. Tampoco es que me importe tanto; creo que prefiero almorzar solo esta vez, aunque es algo decepcionante ver que mi hermana mayor, mi hermano menor y mi madre ya hayan terminado. Al menos están en la mesa; mi padre seguramente ya volvió al trabajo. Me senté en la silla que está entre la de mi hermana y la de mi hermano; cuando lo hice, ellos se levantaron para irse. Supongo que terminaron de hacer la digestión. 

El resto del día pasó normalmente hasta que llegó la noche. Me fui a la cama y quedé profundamente dormido. Desgraciadamente, mi dulce y armonioso sueño fue interrumpido por el sonido de objetos moviéndose dentro de mi cuarto. No me molesté en abrir los ojos; supuse que sería algún integrante de la familia. El ruido no se detuvo, así que dije en un tono moderado:


—Haz silencio, algunos queremos dormir.

Escuché un pequeño grito de susto que no me pareció nada familiar, así que abrí mis ojos para encontrarme con una figura humana apenas visible en la oscuridad. Intenté prender el velador lo más rápido que pude, pero no encendió. Luego recordé que lo había desconectado para enchufar el cargador de mi celular.

—¿Qué haces en mi cuarto? —dije sin saber qué más hacer.

Extrañamente, una voz femenina me respondió:

—Perdón.

Lo que apenas podía visualizar como humano soltó el objeto que sostenía en sus manos y se acercó a mí. Ahora podía verla mucho mejor.

—No quería invadir tu privacidad, pero necesitaba ocultarme... Soy un hada —dijo ella.

¿Qué acaba de decir sin más? Tiene que ser una ladrona intentando engañarme... Además, ella rompe cualquier concepto de hada que siempre imaginé. Esa ropa negra con capucha la hace ver bastante sombría, además de su piel tan pálida. No por esto quiero decir que le creería si llevara otro atuendo, pero debería esforzarse más; sus mentiras son patéticas. Si no hubiera dicho que es un hada, lo más cerca que podría estar de ser un ser irreal es un fantasma. Frente al pie de mi cama tengo dos bancos; cuando mi mejor amigo viene de visita, nos solemos sentar ahí para jugar algún juego de mesa o simplemente conversar. Lo más rápido que pude, tomé uno de esos bancos para amenazarla. Parado en mi cama con el banco siendo sostenido por mis dos manos sobre mi cabeza, le dije:

—Tienes dos opciones: la primera, me dices cómo entraste y te vas pacíficamente de mi casa, o la segunda, te golpeo hasta que quedes inconsciente y luego llamo a la policía.

La chica abrió su boca para decir algo, pero fue interrumpida por el rechinar de mi puerta. "Qué alivio", pensé, pues creía que eran mis padres los que habían entrado en mi cuarto. No fue así, pero dos figuras con ropas inusualmente brillantes y de una elegancia que no era común en los uniformes de la policía entraron sin dudar.

—Al fin te encontramos, hada corrompida, además parece que esta vez estás con tu cómplice —dijo uno de ellos con una voz que parecía resonar de forma extraña en el aire.

¿Cómplice? ¿Esta persona es idiota o no se da cuenta de que estoy sosteniendo un banco para atacar a esta chica? La chica saltó sobre mi cama y se puso detrás de mí muy velozmente. Creí que sacaría un cuchillo y me usaría como rehén; me equivoqué. Simplemente se estaba escondiendo detrás de mí. Estaba a punto de decirle algo al supuesto oficial cuando, de repente, algo salió de los dedos de uno de ellos, como un destello de luz, y rozó mi cuello. ¿Me disparó? ¿Cómo pudo hacer eso sin siquiera mover un músculo? ¿Es que no le importa mi vida? ¿O acaso confía demasiado en su precisión? Sea lo que sea, por una acción de reflejo, arrojé el banco que sostenía en mis manos contra ellos. El banco impactó de lleno en ambos y los tiró al suelo.

—Buen trabajo —dijo la chica que hace unos segundos estaba ocultándose detrás de mí.

Me tomó de la mano y me llevó hacia los caídos. Pegó un salto pasando por encima de ellos; mis reflejos no son tan buenos, así que los pisé sin darme cuenta. Ahora que los veo de cerca, su piel casi brilla en la penumbra, algo que no es normal. Justo ahora me doy cuenta de que nadie de mi familia se despertó a pesar de todo ese alboroto. La chica aún me sostiene de la mano, me está llevando hacia la puerta que da afuera de mi casa. Aún no entiendo nada, pero prefiero estar de su lado que del lado del "oficial" que acaba de hacer que ese destello roce mi cuello. Llegamos a la puerta final y ella la abrió. No es común para mí ver el cielo nocturno, pues no salgo muy seguido de noche. Ella siguió arrastrándome unas cuantas cuadras lejos de mi casa; finalmente se detuvo, volteó hacia mí, se quitó su capucha. Su pelo era largo y hermoso, de un color que combinaba a la perfección con el brillo nocturno de la luna. Con una sonrisa, ella dijo:

—Gracias por salvarme, te debo una; mi nombre es Mita y soy... una hada corrompida.

Hada corrompidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora