Capítulo 4

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Harry ésta mañana oyó a la mamá de Louis, decirle:

—Tienes que dejar de gastar tanto dinero Louis. No sé qué haces con tu dinero y es lo único que tenemos. Deberías ser más responsable con lo que te doy.

—Sé que gasto lo que me das pero es importante. ¿Sí? Es importante y... he estado trabajando...

—Pero no alcanza siempre. Tienes que entenderlo. Te conozco y sé en qué lo estás gastando —dice su mamá en un tono bajo para que nadie oyera más que su hijo.

El rizado pudo ver lo nervioso que el castaño se encontraba.

—Sí. Lo entiendo pero es importante para mí. Entiende que necesito...

—Sé lo que necesitas y sé cuánto esto significa para ti pero a veces tenemos que hacer sacrificios por...

—No entiendes. Debo darle esas flores, mamá.

Harry abrió sus ojos como platos y después de eso no escuchó más.


El rizado caminó lentamente hacia su casa. Pensaba... ¿Acaso Louis gastaba todo su dinero para comprarle esas —según Harry— horrendas flores? No le gustaba sinceramente, y tenía una enfermiza fobia hacia ellas pero eso no quita el hecho de que se pusiera triste de que el castaño gastara todo su dinero por él.

Eso debería cambiar.

Sintió unos pasos que venían detrás de él y volteó sabiendo de quién se trataba. Louis se sobresaltó por la cercanía de Harry y éste último retrocedió torpemente.

—Harry —dijo Louis con una sonrisa—. Eh... ¿Sabes qué tengo algo para ti, cierto?

El rizado asintió. Estaba asustado pero también estaba triste así que metió su mano en el bolsillo.

—Es para ti —dijo el castaño, tendiéndole la flor.

Era una sola. Una flor de color lila.

Harry tragó en seco y retrocedió asustado ante esa flor indefensa. Sacó tres billetes de diez dolares y se los arrojó al suelo tirando con ella la flor de Louis también.

—No la quiero —dijo Harry en un tono bajo sin saber si Louis lo ha escuchado.

Se fue corriendo hacia su casa. No quería ver el rostro de Louis, no quería ver lo triste que se veía cada vez que las arrojaba al suelo. ¿Pero es que  acaso no entiende qué no les gustaban? Aunque, era un tonto porque ni siquiera le había dicho de su fobia.

Y no lo hará.

Se ponía nervioso con Louis.

Sin embargo, Louis quedó solo en el medio de la acera. Recogió la flor y los billetes que  se encontraban en el suelo. No los quería.

No quería su dinero. Aunque lo necesitara, no lo quería.

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ANTOFOBIA | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora