Capítulo 8

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Harry estaba preocupado por Louis. Cada vez estaba más preocupado por su delgadez. No estaba tan delgado pero sí lo estaba. Sabía en las condiciones económica en las que vivía y eso le rompía el corazón. Porque ésta mañana, vio a la mamá de Louis decirle nuevamente que dejara de gastar tanto dinero por unas estúpidas flores y el rizado estaba de acuerdo con eso.

—No voy a dejar de regalarles flores, mamá —dijo Louis totalmente dolido—. Tú sabes por qué es tan importante para mí.

—Sí. Louis, lo sé. ¿Pero de qué sirve? Él las arroja al suelo. Deja de gastar el maldito dinero. No tenemos más, hijo. Ya no tenemos nada —dice su mamá con semblante triste.

El rizado luego de eso, no quiso escuchar más porque se sentía muy mal. Pero ésta mañana, cuando se levantó, colocó todo su ahorro en un sobre para luego darle todo esos billetes a Louis. Será un regalo de él, por eso el castaño tiene que recibirlo.

Así esta vez esperó a Louis en la acera. Siempre era en la misma acera, siempre en el mismo lugar.

—¡Harry! —llamó Louis con una sonrisa.

El ojiverde giró y lo miró. Quería largarse de inmediato antes de que le diera flores pero debía darle esos billetes. Pensó que, su mamá iba a matarlo cuando se enterara de que ha gastado todos sus ahorros pero no le importó. Era de él, ¿cierto?

Louis venía caminando hacia Harry y él pudo divisar una flor, roja. El rizado miró al castaño y esa sonrisa. Parecía ser la sonrisa más sincera de todas, parecía sonreír verdaderamente. Lo más bonito es que esa sonrisa era para Harry. Y el rizado sonrió algo tímido bajando su mirada a sus zapatos. Pero...

De pronto, se cayó o más bien, se desmayó porque Louis sólo se desparramó en el suelo y Harry no podía estar más asustado que corrió hasta a él.

—¡Lou! No, no, no —dice Harry hincándose junto a el castaño.

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ANTOFOBIA | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora