PARTE PRIMERA- CAPTULO 1

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Soy Mariona Rausell, la Mariona, como se me conoce por este rincón donde el devenir de la vida me ha traído. Mariona es mi nombre y también mi apodo. En el pueblo donde vivo todos tenemos, unos son más acertados que otros, algunos son más graciosos y también los hay que no lo son tanto. También tengo uno en la aldea de la provincia de Lleida donde nací, pero la gente que me rodea en estos momentos no lo sabe. En mi pueblo natal me conocen por la Blanca, heredado de mi madre, que tiene la piel como el jazmín. Cuando llegué, hace unos quince años, como era la única del pueblo con el nombre de Mariona, no hizo falta inventar mucho, el nombre propio fue suficiente para identificarme, primero a mí, luego a mi familia. Mis hijos son conocidos por las personas mayores como los hijos de Mariona y también como los hijos del argelino.

¿Tengo razón, hijos? A menudo lo habéis respondido a la gente del pueblo, sobre todo a quienes no os conocían y, curiosos, querían saber quién andaba por las calles. Toda esta avalancha de ideas que he empezado a ordenar es por vosotros. Quiero que quede claro que sois los herederos de cada uno de los pensamientos que a partir de este momento exprese, sois los guardianes del resultado final de esta tarea iniciada en el día de hoy y que con seguridad tardaré en completar. Sin embargo, también quisiera que este compendio de pensamientos llegara a más gente. Me gustaría que nuestra vida entre dos realidades fuera testigo para otros, lo que me obligará, en ocasiones, a dejar de hablaros directamente y dirigirme a todos en general. Sé que lo entenderéis y que llegado el momento sabréis cómo actuar para hacerlo posible.

Sí, en voz alta y con orgullo digo, para que lo sepan los desconocidos a quienes les puedan llegar estas palabras, que mi marido procede de Argelia. Y además proclamo a los cuatro vientos, aunque les extrañe a algunos, que una pareja como la nuestra funciona. Y digo extraño porque es lo que a menudo escuchamos a nuestro paso. Qué pareja más extraña, él moro con la piel tan oscura y ella tan rubia y blanca.

¿Extraña? Que digan lo que quieran. No son los del pueblo de acogida los que nos critican, es la gente de fuera quien juzga sin saber. Aquí todo el mundo sabe que Hamid es valenciano, hijo de emigrantes argelinos, pero lleva el valle que nos rodea en las venas. Desde los cinco años viviendo en el pueblo, ya es uno de tantos.

Conocí a Hamid en Barcelona, donde, con mis padres, me había trasladado a vivir procedente del lugar donde nací, un pequeño pueblo leridano sin perspectiva de futuro. Desde el primer momento sentí por él una fuerte atracción. Sensación rápida que llegó de manera inexplicable y que hacía tiempo no había experimentado. Y es que mi vida amorosa había ido de desastre en desastre y ponía poco esfuerzo para iniciar una nueva relación. Pero como se suele decir, y a veces es cierto, estas cosas son imprevisibles.

Tenía dieciocho años cuando lo vi por primera vez, los mismos que yo. Estaba de pie apoyado en la barra del bar del hotel donde me había reunido con el grupo de amigos. Era un lugar pequeño, agradable y acogedor, donde se podía disfrutar de la tranquilidad para poder conversar. A menudo el grupo de amigos quedábamos allí para reunirnos e irnos luego a cenar. En la distancia lo observaba, parecía dubitativo y con la cabeza enfrascada en algún asunto. Iba bien vestido y bien peinado. Tenía un papel entre manos. Mi cabeza empezó a intentar adivinar qué podía ser. La conversación de mis amigos se había vuelto aburrida y no pude evitar la tentación de imaginar historias sobre aquel individuo. Lo hacía a menudo, miraba a la gente e inventaba un pasado, un presente y un futuro, forjaba una vida y, sin importarme si me equivocaba o no, me quedaba con ella. Nunca intentaba saber la realidad, ¿de qué serviría? Era un juego al que mi a veces desbordada inventiva jugaba creando vidas de ficción, algunas trágicas, otras misteriosas, otras de delito. Pero con ese individuo el juego empezaba a ser diferente, imaginaba, pero me apetecía saber si acertaba.

ENTRE DOS MUNDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora