PARTE PRIMERA: PRIMERA CARTA

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Argel, enero de 1986

En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso.

Querido hijo Hamid:

Espero que continúes bien, hace poco que nos hemos visto a pesar de parecer una eternidad. Tus hermanos pequeños y tu madre te saludan. Voy a empezar con la carta de enero.

Como acordamos, para que no olvides quién eres y de dónde vienes, cada mes de este primer año de separación, yo seré los ojos que te harán conocer este país que tu madre y yo hemos reencontrado tras diez años de ausencia. Mi padre, tu abuelo Rachid, que Alá lo tenga con él, de quien estoy seguro guardas pocos, pero intensos, recuerdos, conservó y leyó a menudo las cartas enviadas cuando empezamos nuestra aventura en España hace diez años. Fueron cartas escritas desde el corazón, mezcla de añoranza e ilusión, en total doce, una enviada cada mes del año. Luego enviamos más, pero esporádicas. Las doce cartas eran como una donación testamentaria con la intención de reunir las primeras sensaciones de un lugar, las emociones sentidas al primer impacto, o los primeros doce impactos, sería más correcto decir. Así, mi padre y mi madre podían conocer España, el país que en esos momentos empezaba a ser un poco nuestro. También las cartas eran una manera de hablar en la distancia. Yo quería que ambos entendieran cómo era el nuevo lugar donde vivía, que fueran partícipes de mis nuevas experiencias. Y lo conseguí porque gracias a las cartas los abuelos Rachid y Sara fueron cambiando su manera de pensar y su actitud, y además se estableció un vínculo muy fuerte e íntimo entre mi padre y yo. Desgraciadamente, de todo el fajo de aquellas cartas guardadas con recelo, ahora poco queda. Después del incendio y de la tragedia casi nada se salvó de las llamas, solamente una de las cartas que en esos momentos no estaba con las otras, también un reloj y unos pocos libros. Una chispa de un cortocircuito alimentada por una ráfaga de viento y un puñado de maderas viejas y carcomidas fueron el inicio del desastre, luego el fuego llegó a unas bombonas de gas y se escuchó la explosión. Es lo único que he podido saber, por ahora. Mi padre y mi abuelo Mohand, que pasaba una temporada en el pueblo, dormían tranquilamente y así se quedaron para siempre. Mi madre, la abuela Sara, afortunadamente no estaba durmiendo y salió bien parada, pero con la imagen de la muerte en su mente y la impotencia de no poder hacer nada. En este momento ya no puedo seguir escribiendo, las lágrimas borran las letras. Otro día seguiré.

Estas palabras mensuales que se inician en esta primera carta de la serie, pretenden ser mi herencia para ti y para los nietos que espero algún día me brindes la satisfacción de darme. Pretenden hacerte conocer el país que no te dio tiempo de saborear a lo largo de los cinco años que disfrutaste de él, simplemente porque poco saliste del pequeño pueblo donde naciste. Estoy seguro de que a lo largo de los doce meses te repetiré cosas que sabes, bien porque lo recuerdas o porque lo hablamos en España. No importa, estas cartas tienen la misión de ser un legado y quiero que quede constancia de todo. A veces pensamos, tu madre y yo, que ya no te volveremos a ver, que el mundo occidental tan atrayente y persuasivo te mantendrá entre sus brazos y que poco a poco te alejará de nosotros y de tus raíces. A veces soñamos despiertos con la idea de que te casaras con una chica de las nuestras. Tú ya sabes lo que quiero decir, una de aquí. El sueño solo es el reflejo de un inocente egoísmo, porque sería la manera de tenerte siempre a nuestro lado. Aun así, ya sabemos que harás lo que creas correcto, y de la misma manera que aceptamos tu decisión de quedarte en España aceptaremos el destino que te vayas marcando. Ha sido duro dejarte en España, para nosotros todavía eres un niño. Siempre te consideraremos nuestro niño a pesar de ser tan sensato, responsable y tener las ideas claras. Y lo seguirás siendo dentro de diez y veinte años. Nos quedamos tranquilos porque en casa estarás con Alí, nuestro querido amigo marroquí Alí, quien con agrado ha aceptado el encargo de cuidarte. Fue una suerte encontrar a Alí, amigo nuestro y amigo tuyo, un puente entre dos generaciones. Todavía recuerdo la cara de alegría al decirle que viniera a vivir a casa. Confiamos en él solo con verle. Además de amigo, ha sido como un hijo para nosotros, como un hermano mayor para ti. Es un buen muchacho. Ha hecho de todo y por todos y lo más importante es ser un buen ejemplo para ti.

ENTRE DOS MUNDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora