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            Miro a Ana con una sonrisa inocente.

—Abril, no es normal la relación que tienes con Diego. No es muy normal que un psiquiatra de su número de móvil a su paciente.

—No digas tonterías Ana. Cuando me sienta recuperada ya no volveré a saber de él.

—¿Y te da igual? — me pregunta enarcando la ceja derecha.

— ¿No nos teníamos que ir ya? — cojo mi bolso y las llaves y me acerco a la puerta.

—¡Oh Dios Abril! ¿En serio te importa tanto? — dice Ana que viene detrás de mí.

—Ana vámonos, por favor.

— ¿Porqué no me has dicho nada? — me pregunta cogiéndome del brazo.

— Porque no hay nada que contar, pues le tengo aprecio, ya está. Aún no estoy preparada para querer a alguien más.

—Querer lo puedo entender, pero no hay ningún inconveniente en que te pueda gustar. — Por fin salimos de mi casa, y como el restaurante en el que ha quedado Ana no queda muy lejos vamos andando. Al final he decido ponerme unos tejanos y una camiseta lisa negra y mis converse. Sé que no es un conjunto maravilloso pero con el peinado que me ha hecho Ana parece que voy más arreglada de lo que voy.

—Ana, deja el tema por favor.

—Por Dios Abril, es solo un interrogatorio, cosa normal en amigas. — y me río. Quiero pasar del tema, ya que me incomoda bastante pensar en Diego de esa manera. No porque sea un hombre bastante atractivo, simpático, bueno, cariñoso me tiene que gustar, ¿no? Simplemente es mi doctor.

Al final consigo que Ana deje de hablar de Diego, y nos sumimos en una conversación de nada importante. A las diez y media llegamos al restaurante, y a lo lejos, en la mesa más apartada veo a mis amigos. El corazón empieza a latirme más deprisa, estoy nerviosa, hace bastante tiempo que no los veo. Además me pone más nerviosa saber que me preguntarán por como estoy, y no sé si estoy preparada para todas esas preguntas. Y después está Lucas... Por una parte me alegra saber que voy a volver a verle, a mi amigo, a ese chico tan especial que siempre me hacía sonreír. No quiero que esté enfadado conmigo, pero por otra parte lo entendería perfectamente.

—Todo irá bien Abril. — me dice Ana cuando entramos.

—No me puedo creer lo que mis ojos están viendo. ¿Abril? — dice Clara nada más que me ve. En la mesa están ella, Andrés, una silla vacía (que supongo que será de Lucas)

—¡Madre mía Abril! ¡Dame un abrazo pequeñaja! — me dice Andrés levantándose, acercándose a mí con los brazos abiertos. Me abraza, y siento que me va a aplastar.

—Andrés como no me sueltes creo que me voy a asfixiar.

—Jaja lo siento — me dice soltándome de su fuerte abrazo. Nos sentamos de nuevo a la mesa. Y me siento al lado de Clara, y me acabo de dar cuenta que en frente de mí está la silla vacía. Mierda, ¿acaso soy tan imbécil?

—Te veo mejor. — Dice Clara dándome un enorme beso en la mejilla.

— Sí, la verdad es que he mejorado mucho. Perdonad. — les digo a los dos. —Sé que os he apartado de mi vida estos meses. No tengo excusa. — No soy capaz de decir nada más, ya que noto como se ha formado un nudo en mi garganta.

—Vaya, vaya, parece que me he perdido un moemtno muy bonito, ¿ no es así? — Levanto la vista hacia al frente, sé de quien es la voz antes de verle. Respiro hondo, y le veo. No ha cambiado una milésima. Sigue igual que hace ocho años. ¿Cómo es posible?

—Lucas. — es lo único que consigo decir. Mis ojos no se apartan de su rostro. Y veo como él tampoco aparta su vista de mí.

—Abril. — me dice. Todo se sume en silencio por segundos, o eso es lo que me parece, porque de repente veo como todos le están abrazando, y diciéndole que ha tardado mucho en volver, y preguntándole cosas sobre Miami. 

Las Penurias de AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora