Capítulo 4

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Ella no puede verme, no se permite levantar la mirada.

¿Cómo se supone que soy ella?, esto es imposible.

La calle ha cambiado, el pavimento fue removido y únicamente hay arena y rocas. No hay autos, no hay casas de las que estoy acostumbrada a ver. No está Andrew. Hay caballos paseando personas por todos lados. Las personas hablan pero tienen un acento nuevo, diferente, formal.

Trato de ponerme de pie, pero estoy demasiado horrorizada para sostenerme. Vuelvo a caer. Esta vez siento en mis rodillas húmedo, mi primer pensamiento es sangre, pero no, es agua. Caí sobre agua.

Trato de enfocar mi vista en la joven frente a mí, desesperada, buscando entre las rocas, entre la arena. Hasta que por fin lo encuentra.

Un pequeño frasco de cristal, de un líquido verde, lo toma entre sus manos, se levanta y se vuelve a echar a correr.

Pienso en seguirla, pero mis piernas no me ayudan. Estoy muy debilitada, probablemente se me bajaron los niveles de azúcar.

Detrás, comienzo a escuchar alboroto. Unos hombres se acercan corriendo tirando todo a su paso. Gritan un nombre que no puedo distinguir, pero seguro es el nombre de la muchacha.

Esta vez sí reacciono y quiero cruzar la calle, quiero ver quiénes son. Me intrigan sus sombreros negros, su vestimenta. Nadie se viste de esa manera hoy en día.

Uno de ellos me empuja. Escucho un estruendo. Un carro se voltea y sólo puedo ver como un caballo pasa sobre mí golpeándome la cabeza.

-Lea, Lea despierta por favor

Fue lo primero que escucho al abrir mis ojos. Es de noche, tengo a Andrew observándome fijamente al rostro. Enfoco la mirada y trato de pensar que ha pasado.

Tengo la cabeza en su regazo, yo sigo en el piso, en el mismo lugar que caí, estoy adolorida, mi cabeza me va a estallar.

-¿Qué paso?- le pregunto, pero mi voz suena débil, ronca.

-Te caíste, pero fue una caída sin chiste- dice rápido, claramente se ha preocupado demasiado- Pero te desmayaste, Lea estabas inconsciente juro que hasta dejabas de respirar.

-No seas ridículo- dije, mientras me sentaba. Tal vez no era ridículo, tal vez la ridícula era yo al imaginarme tremenda escena con mi otro yo.

El viento es fresco, y fuerte. No hay nubes, puedo observar la luna grande y redonda sobre nosotros.

Me pongo de pie y el también.

-Debería irme sola...- digo un poco calmada

-¿Qué?, ¿Segura?

-Sí, si debo despejarme un poco- le comento

-Bueno... fue un gusto verte- me dice

-Gracias- le digo y trato de caminar

Estoy cansada, agotada. No solo física sino también emocionalmente.

Puedo sentir la mirada pesada de Andrew sobre mi espalda, sé que fui mala al dejarlo solo, y sé también que él está preocupado por mí.

Pero... mis pensamientos no dejan de circular en torno a esta muchacha, y esa calle que imagine, cree. Viví.

La noche es fría, mi acompañante.

Oscura, helada.

Sintiéndome de esta manera, pensando historias, soy como un alma en pena caminando encadenada entre la soledad, cono solo un pensamiento en mi mente que no me dejará descansar, al menos, esta noche.

AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora