La Mujer Que Queremos Los Dos © (Hagamos cosas malas, mi boxeador)

Capítulo 26

Asiento en dirección a Minerva. Tampoco comprendo qué le esta sucediendo a Josefina, ¿por que me trata indiferentemente si yo no le he hecho nada? La conozco desde años, si le paso algo, tuvo que ser muy grave. Pero también sé que si se lo pregunto me lo negara. Tendré que esperar a que ella decida si quiere contármelo o si prefiere detestarme en secreto.

—Ahora lo sabes, algo trama—resopla Minerva

—No lo se, tengo mis dudad. Quizás le sucedió algo en la universidad y... no quiere contármelo.

—Claro que no, fueron demasiadas casualidades ¿No crees? Como para que solo le haya pasado algo en la universidad.

—Tienes razón.

—Tengo la leve sospecha de que el que esta metido en el medio, es el tal Thomas.

—¿Thomas?—río—Pero si a Thomas casi ni lo conozco, solo me invito al documental. El no puede ser el motivo, ademas, el día de la fiesta los vi besándose.

—Bien, esto esta muy confuso.

—Mejor dejemos que vayan pasando las cosas por si solas. Luego... debatiremos mejor sobre lo que esta sucediendo.

—De acuerdo. Te ayudare en lo que necesites.

Horas después mi puesto toma el cargo de barrer. La librería esta vacía, el día parece ser, mas bien, para pasarlo fuera y no adentro. Minerva, después de nuestra conversación, se dispuso a arreglar algunos precios de ejemplares, y a colocárselos, en caso de que sean nuevos y estén ingresando al mercado. Los otros empleados, se ocupan de acomodar libros. Y como el polvo que hay aquí es mucho, mi trabajo es pulir las estanterías y pisos hasta que mi reflejo se vea en ellos.

Introduzco el trapo en el recipiente con agua, lo escurro, y comienzo a fregar en el suelo, sintiéndome incomoda en la pose en la que me encuentro. Froto pero... esas manchas están pegadas a la cerámica ¡No salen!

Después de tres intentos, logre que se disimularan un poco, y que el piso este totalmente pulido. Tanto, que hasta resbalaba. Ese es el efecto que da el producto que use, el efecto "pista de patinaje" duraba unos minutos, luego desaparecía dejando un brillo increíble.

—Gran trabajo—exclama Minerva sorprendida, una vez que me paro y coloco mis brazos en forma de jarra.

—Empiezo a creer que no se pulió en años.

—Tal vez—ríe—A propósito, Ricardo me comunico que vendrá hoy—susurra con su voz temerosa—el vientre no esta muy notorio, pero se pronuncia un leve bulto. Si presta atención, es muy probable que lo note.

Observo su vientre, tiene razón. Si se ve, pero solo si se observa de cerca y detenidamente.

—Tranquila, tratare de distraerlo cuando este por los pasillos—susurro—Trata de no exponerte tanto, quédate detrás del mostrador, sostén libros tapando tu estomago.

—Espero que no lo note—responde nerviosa.

—No lo hará.

Ella suspira calmada, y vuelve al mostrador mordiendo la uña de su dedo indice. Señal de desasosiego. Vuelvo a ver el suelo, sonrió satisfecha por mi esfuerzo. Valió la pena, aunque no se ve mi reflejo, brilla como un diamante.

Las dos puertas del establecimiento se abren y no hago mas que agarrar fuertemente el palo de la escoba, Minerva me contagio la inquietud. Veo al hombre que entro, ese no es Ricardo Aquiles, el inflado dueño de esta librería. Pero... ¿Que?

—Mira a Eiden—masculla Minerva a mi lado tranquila.

—Lo estoy viendo—digo sin palabras.

—¡Oh no! Viene hacia aquí—exclama ella señalando hacia algún lado. Sigo el camino de su brazo y va hacia las cerámicas, ¿Que tiene que ver eso con...

—¡EL PISO!—grito tarde, Eiden ya callo de espaldas al suelo.

Todos los empleados nos observan de forma extraña hasta que ven al boxeador tumbado en la superficie brillosa.

Corro hacia donde esta, tratando de pisar firmemente para no terminar igual que el. Llego a su lado, y carcajadas de mi parte comienzan a salir.

—¿Que te parece gracioso?—pregunta frotando su rostro.

—Lo siento, es que fue divertido todo... el grito y lo demás—respondo intentado evitar que las risas se me escapen.

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