Capítulo 42

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—¿Despedirte?—interpelo, dejando escapar una risa—Falta mucho para las vacaciones, Thomas.

Me volteo para ubicar en la repisa, uno de los tres libros que cargo.

—Supuse que ya lo intuías, y que, mejor dicho, aguardarías a que me presentara por aquí para marcharme. Ya se lo explique a Josefina.

Vuelvo a guiar mi ojeada hacia el.

—Ahora lo deduzco... ¿Estimabas que Josefina ya me lo había dicho?—asiente—No, no lo sabia. Tengo semanas sin conversar con ella.—bufo.

—Admito que algo así me comento ella. Pero pensé que ya lo habían resuelto.

—Por lo tanto ¿no era una broma lo de "despedirte"?

Niega—No, esta misma noche me voy.

Lo contemplo detenidamente. Mi rostro posiblemente se halle expresando pesadumbre, mientras que el de él aparenta con apetencia de ejecutar su ida.

Ricardo se muestra posterior a Thomas, y mis ojos involuntariamente van hacia en dirección al calvo y bajo, que hoy luce una camisa cuadrille sobre su barriga, dueño de esta prestigiosa biblioteca. Ignore por completo que hoy se presento por unos "asuntos confidenciales", conforme a sus anteriores palabras. Sin embargo creo que lo expresa solo para que ni Minerva ni yo, nos entrometamos en sus fines.

Cuando Ricardo no asiste, ambas atesoramos la libertad de conversar con quien nos apetece, ¡Hasta contamos con pequeños descansos! Mas cuando el dueño aparece, solo hay una cosa que hacer; trabajar.

—Valery, ¿el cliente precisa de algo? Lo siento, es nueva—otra de sus tantas mentiras. Si el comprador no esta conforme en algo, el empleado es considerado nuevo para no descalificar a la librería.—¿Thomas?—curiosea riendo.

El hermano de Eiden, parece reconocer esa voz ronca y sin pelos en la lengua, al entreabrir los ojos. Algo me dice que en su mente esta tratando de localizar la cara que pertenece a esa cargante voz.

Da media giro, y Ricardo no puede creer lo que ve.

—¿Es Thomas? ¡No puede ser cierto!—exclama impetuoso—Sabia que te dejarías ver por aquí... Tendría que haberlo apostado, le dije a Ei...—Ricardo retira su mirada vertiginosa de él y, de reojo, me contempla. Aclara su garganta, ¿Pero es que estos tres piensan que soy necia?—Eimar...

—Claro...—lo cubre Thomas, aun confundido por el contexto que se le presenta.—Bueno, debo ir a preparar las maletas... Dejaremos lo del libro para cuando regrese, Valery.

—Thomas, pienso que esta no es la mejor despedida.—digo, tratando de no contradecirme con cada palabra que sale de mi boca—¿Estas de acuerdo si tomamos un café cuando termina mi turno?

Ricardo nos observa y Thomas introduce sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón.

Noto que esta indeciso y se podría dar cuenta de que estoy rogándole con los ojos.—¿Que dices?

—Tienes razón. Esta no es la mejor despidida que podemos realizar. Pienso que un café esta bien.—manifiesta

—Gracias

—Te espero aquí, cuando termines tu turno.—mira a su idolatra, Ricardo—A menos que Ricardo prefiera que invite a Valery a la librería que inauguraron a unas calles...

—No... digo, ¿Donde queda esa librería? Me encargare de que respeten la ley de la selva.

Mi ingenio intenta entender a que se refiere Ricardo con "Ley de la Selva" ¿Querrá decir que el mas fuerte gana el lugar? ¿O que, directamente, no hay leyes para esa disputa?

Thomas lo avizora, mientras mi jefe hace gestos pensativos—Nos vemos, Valery

—Adiós.

Thomas se ausenta de el pasillo en el que estoy organizando y acomodando libros. Por el contrario, Ricardo sigue allí, hasta que un sonido lejano llama su atención y se marcha sin mas.

Minerva se acerca minutos después a donde me encuentro, riendo—Ya es hora del almuerzo, ¿Por que sigues trabajando?

—Estaba concentrada...—miro a todos lados—¿Como esta esa cosita adorable de la tía que traes en el vientre?

—¿Cosita adorable de la tía? ¿A si que ya ocupaste el puesto?

Abro la segunda caja de cartón azul con una pequeña navaja y saco dos libros, para luego colocarlos.

—Claro, y voy a ser la única tía que va a tener.—le aseguro sin verla.

—¡Deja de trabajar! Vamos a almorzar.

—Esta bien—cierro los doblez de la caja—Vamos.

Con Minerva paseamos los largos pasillos de la biblioteca hasta llegar a la puerta de la habitación para empleados. La miro confusa—Creí que iríamos al café.

—Traje el almuerzo aquí, porque necesito contarte algo. Allí hay mucha gente.

Una vez adentro, me siento en una de las sillas. Mientras que Minerva prefiere quedarse al lado de la puerta.

—De acuerdo. Dime.

Minerva me extiende el aperitivo que preparan en aquel lugar, y una botella de gaseosa con un vaso de plástico. Es la parte buena de trabajar aquí, porque son como dos locales en uno. Es un Café-Librería.

—El otro día—le da un mordisco a su refrigerio—Ricardo me llamo a mi casa.

—¿Para que? ¿Que te dijo?

—Me comento que últimamente me veía rara, diferente. Estoy segura de que sospecha que...

—¿Sospecha que estas embarazada?

—No creo que a ese extremo. Si sospecha y asegura de que algo me sucede.

Suspiro, cada vez las cosas están mas complicadas.

—¿Le vas a decir?

—¡No, nunca! Valery, lo conozco lo suficiente. Se como reaccionara.

—¿Sabes como reaccionara? ¿Acaso es la segunda vez que estas embarazada de el?

—No, lo que quiero decir es que el no es sosegado. Tardaría demasiado en dejármelo pasar, y ese bebe va a crecer.—deja su aperitivo de lado—Quiero ser madre soltera, ya lo decidí.

—Pero...—Minerva me interrumpe colocando su mano derecha en su estomago y la izquierda cubriendo su boca.

Lo ultimo que escucho es como un liquido impacta y cae al suelo y una tos.

—¡Minerva! ¿Estas bien?—me coloco detrás de ella, ayudándola a ponerse de pie.—Te acompaño al baño...

—No, quédate aquí. Estoy segura de que me oyeron, no quiero que entren y me encuentren en este estado—su vientre comienza a marcarse debido a su encorvación constante.

—Bien—entreabro el portón color blanco que esta a un lado de la salida de la habitación, mientras tanto examino con la mirada un trapo y productos de limpieza.

La puerta se abre y se asoma Ricardo con un par de empleados de la librería detrás de el. Solo ven el vomito expandido por la superficie brillante y a mi...

Esto merece una larga explicación.

La Mujer Que Queremos Los Dos © (Hagamos cosas malas, mi boxeador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora