Capítulo 39

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Abro la segunda gaveta del mueble del living, encontrándome con un par de sobres color madera. En su frente traen un corte cuadrado, dejando ver el interior del paquete. Velas redondas de color albar con sus mechas inalteradas y sin usar. Tomo la envoltura cuidadosamente; el material es demasiado frágil al tacto. Eiden permanece alumbrando con la pantalla de su celular todo lo que mis ojos contemplan. Aguardo a que profiera pero, como el manifestó posteriormente, seria de mucha utilidad avivar la llama de alguna vela.

—Estoy segura de que los deje aquí—expreso revolviendo el recóndito del compartimiento. Los fósforos no están, cuando se que en algún momento los situé ahí por obvias razones.

—¿Qué sucede?—la voz de Eiden no tarda en aparecer ante mi pesadumbre.

—Los fósforos...—la imagen del domingo aparece en mi mente, ¡Claro! Ese día los ubique sobre la alacena, en el momento en que el mechero no andaba y requería encender el horno.—Están en la cocina, encima de la despensa.

Levanto mi complexión del suelo y con las palmas de mis manos limpio la suciedad que la tela de mi pantalón de dormir pudo haber atraído hacia el, sobre todo en la zona de las rodillas.

—Yo voy. Quédate quieta en este sitio—replica Eiden ante mi sublevación—Sera mas fácil encontrarte después—Empieza a buscar la cocina con la luz que desprende del cristal costoso y amado de su teléfono.

Froto mi frente al ver que Eiden esta a un paso de introducirse en el baño.

—Es a tu izquierda, Eiden

Mientras me encuentro desolada en medio de la oscuridad y él, seguramente, busca la notoria alacena, mi mente viaja al santiamén en el que Eiden me garantizaba contar cada detalle de el. Lo que no se idealiza, es que yo conozco una gran parte del mundo que creó y de los secretos que almacenó; una faceta que solo algunos esbozan y que pocos disciernen. Es excesiva presunción para solo una noche, pero quizás ocurra algo mas...

La fosforescencia de la pantalla, vuelve a apuntar en mi dirección. Eiden se aproxima con una cajetilla en su mano siniestra, y voluntariamente, agarro una vela para que pueda prenderla ágilmente.

Acomoda su celular sobre el mueble y abre la mediana caja—Susténtala firme, no quiero que te quemes.—afirma Eiden una vez que el fosforo desliza en la madera del cartón. La cerilla se enciende inmediatamente y él la acerca solícito a mi mano.

Llevando la cuenta, ya son tres las velas ardorosas. La habitación se ve mucho mejor, y ya es casi la cuarta vez que rozo mi mano con la de Eiden. Me asusta la sensación que siento cuando toco su piel, porque ese efecto lo conozco perfectamente. Era lo que sentía cuando comencé a salir con Theo y sin olvidar, que finalicé enamorada de el.

Definitivamente esta emoción no me esta agradando en lo absoluto.

—Creo que con estas ya son suficientes—enuncia Eiden soplando cerca del fosforo para que comience a salir el humo gris de la llama apagada.

Me acomodo en el sofá, esperando a que el también lo haga. Pero por el contrario, Eiden se sienta sobre la pequeña mesa del medio del living.

—Y bien...—susurrando aguardando a que el comprenda el circunloquio.

—Bien...—imita la ultima palabra de mi anterior oración.

—Dijiste que me contarías—le recuerdo—Soy todo oídos.

—Todo oídos y terca.

Le arrojo un almohadón y sonreímos como niños inocentes. Los dos tenemos cualidades similares.

—Uno no va al hogar del otro por la noche solo para prender una vela, Eiden.

—Tienes razón. Si vine por algo.—suspira—Algo que me inquieta.

—Te escucho—respondo segura—¿Cómo va a pagar la hora de terapia? ¿Efectivo, debito..?

Eiden ríe, cruzándose de brazos. Me hace sentir feliz hacerlo reír aunque sea una vez.

Jugueteando con mis dedos, dejo escapar un suspiro para que aparezca la seriedad necesaria del tema—¿Qué te inquieta?

—Thomas.

Alzo una ceja. Creía que le inquietaría... no se, ¿Las peleas? ¿Las leyes? ¿Pero Thomas? Que se traerá ahora con su hermano...


 


 

 Nota de Autora:

"Paciencia"

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La Mujer Que Queremos Los Dos © (Hagamos cosas malas, mi boxeador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora