Ricardo está por detonar de cólera y de ignorancia. Percibo como me estarán viendo en estos momentos; parada, delante mio un charco de vomito expandido por la superficie pulida y brillante que Ricardo habrá pagado. Y las arcadas de Minerva dentro del baño.
—¿Que paso aquí, Valery?—pregunta uno de mis compañeros de trabajo, posterior a Ricardo.
—Minerva no se siente bien... —niego, y la intento cubrir—Creo que fue el aperitivo.
Mi jefe da un salto, esquivando el charco, y se asoma al pequeño baño de la habitación. Mis manos comienzan a sudar, Minerva debe estar inclinada expulsando el vomito y su bulto en el vientre debe estar marcándose.
—¡Ricardo!—grito, captando la atención de todos, antes de que entreabra la puerta.
Sin embargo precedentemente de que la bomba estalle, Minerva sale del servicio, restregando la manga de su blusa sobre su rostro.
—Ya me encuentro mejor, fue solo un revuelto en el estomago—Minerva explica—Por el refrigerio, claro.
—¿Segura que estas bien?—interpela otra empleada—Podemos llamar a un medico y...
—¡No!—exclamamos ambas al mismo tiempo—Mejor volvamos a nuestras actividades, yo limpiare el vomito—manifiesto señalando el balde y sus productos, una vez que los encuentro.
Luego de unas horas, Ricardo aceptó la petición de Minerva para regresar a su casa. Se la veía demasiado cansada y con nauseas constantes. Limpié el vomito pensando en mi futuro sobrino, pero no pude evitar dejar escapar las muecas de asco. Seguí atendiendo en la librería pero haciendo trabajo doble, ya que los ayudaba y también les cobraba su importe.
Mi horario termino al fin, y me hallaba guardando el cartel plastificado con mi nombre en la caja que estaba debajo del mostrador de la librería. Ricardo me aseguró que hoy, él cerraría la biblioteca. Y eso me dio ventaja para poder llegar antes de tiempo al café y así poder conversar con Thomas.
El café era moderno, y es que había sido inaugurado hace unos pocos años. Sus paredes negras dibujadas con tiza blanca, las mesas de madera brillante y sus sillas de tela negra acolchonada. Me quise acomodar cerca de la ventana, para poder ver el atardecer de hoy; un día muy agradable. Thomas entra por la puerta, una vez que me volteo después de colgar mi bolso detrás de mi asiento.
Corre su silla para atrás, se sienta y luego la acerca a la mesa.
—Hola—digo esperando a que él responda.
—Hola—se frota sus manos, la baja temperatura aún esta adherida a ellas de manera sutil.
—¿Pedimos? Veo que tienes frío...
—Esta bien—responde.
La camarera se acerca con dos menús en sus manos. Ambos, rechazamos tal acto y nos encargamos de pedir dos bebidas según nuestra preferencia.
Thomas le da un sorbo a su café, y lo coloca nuevamente en la mesa—No creí que estaría muy bueno el caf...
—¿Por que te quieres ir, Thomas?—interpelo, revolviendo suavemente mi infusión.
Me mira tímidamente, y vuelve a dar un sorbo al liquido de su tazón.—Es por algo de la universidad... Decidí estudiar en otro país.—suelta
—¿Estas escapando de algo, Thomas?—pregunto
—¿Por que piensas que es así?—contraataca.
—No lo sé, ¿sexto sentido?—defiendo mi pesadumbre, requiero una explicación de porque todo sucede tan pronto en mi vida.
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La Mujer Que Queremos Los Dos © (Hagamos cosas malas, mi boxeador)
RomantikHAGAMOS COSAS MALAS, MI BOXEADOR NOVELA GANADORA DEL SEGUNDO PUESTO, EN LA CATEGORÍA CHICK-LIT, DE LOS PREMIOS LEITHOLDAWARDS. Valery, una chica común, con una carrera común y un novio maravilloso. Asiste a una fiesta con su amiga Josefina, donde co...