Ella me miró fijo por unos cuantos segundos. Pude ver la duda en su mirada. Ella no sabía que decirme, ella no sabía qué hacer. La puerta del depósito sonó con tres suaves golpes y se abrió. El hombre que estaba allí nos miró consecutivamente.
—Lo siento… no sabía que estaban ocupados —dijo él.
—No Gonzall, no pasa nada. Ya me voy —dijo ella y logró salir.
Miré a Gonzalo, y él entendió mi mensaje. Salí rápidamente para buscar a Maria. No, ella no se me iba a escapar. Cuando la alcancé la tomé con cuidado del brazo y la giré a mí.
—Contéstame Maria —le dije.
—Oye ¿puedo decirte algo? Creo que tu prima necesita urgente un psicólogo.
— ¿Por qué? —le pregunté frunciendo el ceño.
—Ayer estaba hablando sola, me preocupa —dijo ella.
—No estaba hablando sola, estaba hablando conmigo. Y deja de dar vueltas, ahora contéstame lo que te pregunte.
Bajó la mirada y suspiró levemente.
—Creo que fui muy clara contigo —me dijo.
—Entonces ¿eso es un no? —le dije.
—Enrique… ¿no crees que sería bueno ser amigos? ¿No te gustaría que fuera tu amiga? —me preguntó.
—Amiga con derecho a cama —aseguré.
— ¡Dios, es imposible tratar contigo! —dijo irritada.
— ¿No lo entiendes? —Le pregunté exasperado —No puedo ser tu amigo Maria, no puedo. Es todo o nada.
—Pero... ¿acaso las pasas mal estando conmigo así… como personas que tiene un vinculo solo afectivo... nada sexual? —preguntó. Movió la manos —Enrique, ¡Por dios! ¡A mi me encanta compartir tiempo contigo, eres insoportable a veces, pero eres divertido! No quiero arruinar eso.
Suspiré cansado y la miré fijo.
—Está bien, ¿quieres ser mi amiga? —le dije.
—Si —dijo asintiendo con una leve sonrisa.
— ¿Podrás soportarlo? —le pregunté.
— ¿No crees que ya te soporté bastante? —dijo divertida.
—Podrías verme salir cada noche con una chica diferente ¿No te importaría?
Ella se encogió de hombros.
—Es tu vida, mientras seas feliz.
—Pero yo no podría soportar verte salir con el imbécil de Sanz—dije entre dientes.
Esa afirmación salió sin permiso de mi garganta. Sus ojos se abrieron bien. Sonrió levemente, mientras yo me maldecía.
—Ruben ya no esta en mi lista de salidas —dijo y posó su mirada en la mía —Por ahora estoy bien sola, y con Mary y Jael.
—Mary es mi prima, pero aun así no me da confianza. Es demasiado open mind —le dije.
—Si vamos a ser amigos, creo que este tema no tendría que... incomodarnos. Es tu vida, y es mi vida... tú sales, yo salgo... tú vives, yo vivo... Hay Iglesias, solo quiero estar bien contigo, pero como amigos, ¿si?
—Esta bien, creo que ese ya es un no bastante claro —le dije y la dejé sola.
—Enrique —escuché como me llamaba, pero no me giré a verla —Enrique, no seas infantil. No todo es blanco y negro… también hay matices.
—Ya, ya tranquila —dije cuando me giré a verla —Ya esta todo claro, seamos amigos. Perfecto. Tú ahí y yo aquí. Cuando necesites algo, me llamas.
Volví a donde estaba Yasminy le entregué las carpetas. Maria entró unos segundos más tarde que yo. Quiso hablarme, pero le dije que estaba muy ocupado, que luego hablaríamos. Ella se rindió y volvió a donde estaba sentada antes. La miré fijo, mientras escribía, ¡Y maldita sea la hora en que me fije en ella! Se puso de pie y al instante la vi palidecer notoriamente. Se agarró a la mesa para no caerse. Yasmin se acercó a ella rápidamente. Le dijo algo que no logré escuchar.Maria negó con la cabeza, pero al instante se desplomó en los brazos de su madre.
—¡Maria! —chilló Yasmin. Dejé lo que estaba haciendo y rápidamente me acerqué a ellas. La alcé en brazos — ¡Apóyala en el suelo!
Con cuidado la apoyé en el suelo. Pensé que mi corazón iba a salir de mi pecho, mientras la veía blanca y con los ojos cerrados. Un hombre alto se acercó a nosotros.
—Déjenme verla —dijo y se agachó.
Maria comenzó a abrir lentamente sus ojos. Arrugó la frente e intentó sentarse, pero volvió a acostarse por un mareo.
— ¿Qué es lo que tiene? —preguntó Yasmin.
—Señora Garcia, su hija está anémica —dijo el hombre —Tiene las defensas muy bajas. Le falta hierro y un poco de calcio…
— ¡Maldita sea Maria! ¡Tú y tu estúpida idea de ser vegetariana van a matarme! —la regañó Yasmim.
—Ya, ya —dijo la morena mientras se lograba sentar —No es nada, solo no desayune hoy… nada más.
—Juro que voy a encargarme de que comas, COMIDA NORMAL —le dije. Ella me miró fijo y negó con la cabeza.
— ¿Por qué el mundo está contra mi? No lo se —dijo.
Después de recibir un sermón de casi media hora por parte de Yasmin, Maria decidió irse a casa antes de que su horario terminara. Me ofrecí a llevarla, primero se negó, pero luego de unas cuantas amenazas por parte de su madre terminó aceptando rendida. Detuve la moto frente a su casa y se bajó con cuidado.
—Ya estas aquí —le dije.
Ella me sonrió levemente, aun estaba algo pálida.
—Gracias por traerme... aunque no debiste, seguro que tenías planes o algo por el estilo. Perdona a mi madre —me dijo.
—No tenía ningún plan, cariño —dije y coloqué mi mano sobre su mejilla — ¿No quieres que vayamos al hospital?
Ella rió por lo bajo, bajando su mirada de la mía.
—No Enrique, no creo que sea tanto. Prometo que voy a llamar a mi medico de clínica y que iré a verlo en la semana.
— ¿Estás segura? —pregunté. Ella volvió a reír y se acercó a besar mi mejilla. Sentí una estúpida sensación en medio del pecho.
—Ya puedes irte tranquilo, estoy bien. Y gracias otra vez, amigo —dijo y comenzó a caminar hacia su edificio. Vi como entraba y solté la respiración que tenía contenida.
—Amigo —murmuré —No se si podré con eso Maria.
Arranqué para salir de allí de una buena vez.
Los días siguieron pasando y yo decidí volver a ser como era antes de que Maria apareciera en mi vida. Ella quería ser amiga de Enrique Iglesias, entonces iba a ser amiga del verdadero Enrique Iglesias. Era miércoles y ya aun no había entrado a ninguna de las clases a las que tenía que haber entrado. Es más acababa de llegar a la Universidad. Y ya son las 11 de la mañana. Divisé como Maria se acercaba a mí.
— ¿Qué te sucede? —Me preguntó y miró su reloj — ¿Acaso no has visto que hora es?
—No —le dije sin mucho interés. Comencé a caminar y ella caminó a mi lado.
— ¡Enrique, estas por repetir el semestre!
Una linda chica pasó por nuestro lado. Le sonreí, ya que ella me estaba mirando.
—Adiós preciosa —le dije y le guiñé un ojo.
—Me parece que hoy estás idiota —dijo Maria y comenzó a caminar más rápido para alejarse de mí.
Entonces me apuré y la alcancé. La tomé del brazo haciendo que detuviera su paso. Me miró fijo a los ojos.
—Este soy yo. Seré un idiota, un mujeriego, lo que tú quieras. Pero este soy yo antes de ti ¡Maldita sea Maria! —le dije y la acerqué un poco más a mi – Si no te gusta, y no me quieres hablar más, me parece perfecto. Para estás alturas, me haces más mal que bien…
La solté y comencé a caminar.
— ¡Bien, perfecto! ¡Vete al demonio! —me dijo y sentí como algo caía sobre mi espalda.
Me giré a verla y sonreí abiertamente.
—Estoy alejándome de él —le dije.
—Imbécil —dijo con enojo.
—Adiós cariño, adiós —me despedí sin dejar de sonreírle.
Con un gran alivio salí al jardín principal de la Universidad. Divisé a la chica que había visto en el pasillo y me acerqué a ella. Era hora volver a mis andanzas.
— ¿Qué tal preciosa? —le pregunté.
—Hola Iglesias —dijo ella con una sonrisa — ¿Cómo estás?
—Muy bien, ¿y tú?
—Muy bien —dijo y me miró de arriba abajo.
¡Dios, amo cuando me desean de esa forma!
Pero cuando posé mi mirada en ella, toda mi alegría se fue a la basura. Ella sonrió de esa manera que me hacía enloquecer. Maria…
— ¿Qué pasa Iglesias? ¿No puedes dejarme? —me preguntó y rió divertida. Estás loco por mí, y no quieres aceptarlo… Te mueres por besarme. Serías capaz de matar por un beso mío. Lo se.
Sacudí mi cabeza y otra vez la chica normal apareció ante mí. Ya, ya tranquilo. Respira hondo, es solo producto de tu imaginación.
— ¿Qué decías preciosa? —le pregunté.
Ella volvió a hablar y otra vez Maria apareció frente a mí.
—Lastima que no quieres ser mi amigo… yo quería ser tu amiga. Y que juguemos como juegan todos los amigos, ¿ya sabes de que hablo, verdad? —dijo sin dejar de sonreír. Iglesias, tienes que ser firme en esta decisión. Es la única decisión en la que necesitas tener un poco más de autocontrol —Vamos Iglesias, no vas a dejarme a la intemperie de todos esos hombres malos que quieren hacerme daño ¿o sí? Tipos como Hook, como Ruben…
La miré fijo, y su cara de perro mojado me estaba matando.
— ¡Por dios! —grité.
— ¿Qué sucede Enrique? —me preguntó la chica.
—No pasa nada linda, eres preciosa. El problema soy yo, ando defectuoso últimamente.
—Tú no eres defectuoso Iglesias —dijo y rápidamente se acercó a mí para besarme.
La miré bien, y la que me besaba con tanto ímpetu era Maria.
¿Por qué? ¿Por qué dios mío? ¿Por qué?
Mis ojos se cerraron y mis brazos la acercaron más a mí. Si por ella voy a ir al infierno, entonces creo que valdrá la pena.
Pero de repente, no sentí más los labios de la morena. Abrí mis ojos para mirar y al frente mío estaba Mary. La miré extrañado. Mi prima se dio vuelta.
— ¡Vete hueca! ¡Vete! —le dijo a la chica.
— ¡Enrique! ¿Cómo vas a dejar que me hable así? —me preguntó ella.
—Lo siento, dulce. Va ser mejor que te vayas —le dije.
La chica soltó un indignado suspiró y se alejó a paso rápido. Volví mi vista a Mary. Al instante recibí una bofetada de su parte. La miré y me sobé.
— ¿Y eso porque fue? —– le pregunté.
— ¡Por idiota que eres! ¡Si vas a montar esos espectáculos hazlos en un hotel! —me regañó con tono firme y enojado – Porque no solo te pudimos haber visto Maria y yo…
Levanté la mirada y busqué a Maria. No estaba…
— ¿Maria estaba aquí? —le pregunté.
—Si —dijo ella asintiendo —Estaba mirando muy atenta. Pero eso no importa, pudo haber sido cualquier otro, como el rector por ejemplo.
—Pero NO fue el rector y a Maria NO le importa. Ella misma me lo dijo…
— ¡Oh, dios! Eres más idiota de lo que pensé ¿sabes?
—No Mary, no soy idiota… Yo le puse las cartas sobre la mesa a Maria, y ella eligió. Yo también estoy eligiendo.
— ¿Acaso no conoces a las mujeres? —Preguntó —Claro, nunca has salido con una… Cuando una mujer dice NO ME IMPORTA, es porque en realidad LE IMPORTA más de lo que desea.
—Te diré algo sobre los hombres, primita —le dije. Ella me miró fijo —Cuando un hombre hace una pregunta directa, espera una respuesta directa y simple. Somos criaturas sencillas no esperamos tener que decodificar cada palabra que emiten.
—Eso es para los hombres como tú, que no se cansan de las chicas fáciles y huecas. Has encontrado una con la que no puedes, ¿y que haces? Huyes... hasta tus amigos saben de lo que hablo. Pero ¿sabes que Enrique? Tienes razón, eres una perdida de tiempo. Maria es una chica inteligente, salió con un idiota, no creo que quiera otro…
Se fue dejándome con la palabra en la boca.
¿Yo una perdida de tiempo? ¿Acaso estaba hablando enserio?
Comencé a caminar, ya quería irme de este maldito lugar.
Pero mis pasos se detuvieron al ver como Sanz se acercaba a mí.
—Hola imbécil —me dijo.
— ¿Acaso hoy es el día de insultemos a Iglesias? —pregunté. Lo miré —No estoy de humor Sanz, métete en tus putos asuntos, déjame en paz.
— ¿Sabes? El otro día me entere de una cosa —dijo sin dejar de caminar a mi alrededor.
— ¿A sí? ¿Andas de chismosita? —dije burlón.
— ¿Te gusta besar a Maria? —me preguntó. Sonreí por lo bajo. Por ahí venía la mano. Entonces iba a joderlo un poco.
—No solo eso, también me encanta escucharla gemir. Es tan energética —le dije. Vi como su rostro se volvía rojo como un tomate.
— ¿Te gusta tanto como hacer todo lo que tu padre te dice? —Dijo
— ¿De qué hablas?
—Estuve averiguando unas cosas sobre ti Iglesias…
Lo agarré de la camisa y lo acerqué a mí para mirarlo fijo a los ojos. Maldito bastardo, no iba a joder conmigo.
—Tu madre era una ramera Iglesias, yo no sé como hizo tu padre para aguantarla. Mujeres así son una peste… hay que eliminarlas. Mira que abandonar a su hijo por ir detrás de un hombre es terrible —el maldito infeliz cayó pesadamente al pasto, ya que le partí la cara de un solo golpe. ¿De donde demonios había sacado eso? Con un poco de dificultad el maldito perro logró ponerse de pie —También supe que quería una niña, pero saliste tú. Igual pagó el ballet, ¿no es así Enriquita?
—Te mostraré de cerca el puño de un hombre real, Sanz—le dije y lo volví a golpear. Cayó al pasto y comencé a patearlo en el estomago. ¡Infeliz, mal nacido! —Vamos Rubensita, pelea como hombre —lo levanté y lo acerqué a mí para hablarle cerca. Su nariz estaba destrozada y su labio partido. Pero yo quería verlo peor, mucho peor —Tú no sabes nada infeliz, absolutamente nada… Pero ¿sabes qué cosas puedes saber? Lo bien que la paso con tu ex por las noches. Nunca imagine que una criatura tan pequeña podría dar tanto placer como ella lo hace… Me encanta cuando se ríe de ti y me cuenta lo patético que eres. Y no sabes cómo amo, que me pida más y más… Le gusta mucho contra la pared.
Escuché el sonido de un silbato. Giré mi cabeza y vi como dos policías corrían hacia nosotros. Maldije por lo bajo y solté a Sanz. Este cayó al suelo y se retorció allí.
— ¡Levanta la manos! —me gritó uno de ellos. Puse mis manos en lo alto, y se acercó a mí.
Comenzó a revisarme, mientras que el otro policía atendía a Sanz.
—Casi lo matas —me dijo el otro hombre.
—Él se lo buscó —respondí.
—Tendrás que venir con nosotros, Iglesias —dijo el que me estaba revisando.
—No hay problema —dije. Comenzamos a caminar hacia el auto de policía. Me pusieron unas esposas, y me metieron adentro. Vi como una chica corría hacia el auto.
— ¿A dónde lo llevan? —preguntó nerviosa mi prima.
—El señor acaba de atacar brutalmente al chico que está tirado por allí —le contestó el oficial. Mary me miró a mí y luego miró hacia donde estaba Sanz.
— ¿Qué hiciste Enrique? —dijo sin poder creerlo.
—Tranquila Mary, ve a casa tranquila —le dije y el auto arranco.
Llegamos a la comisaría. El oficial que me llevaba me quitó las esposas, y me acercó hasta donde estaba el sargento. Este levantó la cabeza y me miró fijo.
—Iglesias, ¿Qué has hecho esta vez? —me preguntó.
—Lo encontramos golpeando a otro muchacho —le contó el oficial.
—Muchacho, muchacho, muchacho… creo que sabías que estabas condicionado, ¿verdad?
—Si sargento, pero le juro que valió la pena – dije y sonreí.
—Tienes derecho a una llamada. Me alcanzó el teléfono y lo tomé. No me iba a quedar otro remedio que llamarlo a él. A mi padre. Marqué. Sonó una… sonó otra.
—Hola —dijo al atender.
—Julio —le dije.
— ¿Qué pasó? —me preguntó él, como si ya supiera de ante mano que era algo malo.
—Tuve un pequeño problema. Estoy arrestado —le conté.
— ¡Diablos, Enrique! —rugió enojado.
— ¡Estoy cansado de tus problemas! ¡Ya no daré la cara por ti! ¡Fíjate como sales o púdrete ahí si quieres!
—Está bien, gracias —dije y colgué. El sargento me miró, espero a que le dijera algo —Creo que vamos a ser muy buenos amigos sargento.
ESTÁS LEYENDO
Tonight (I'm Fucking You)'
RomantizmMis defectos según ella: -Eres impulsivo, cínico, irrespetuoso algunas veces, mujeriego, egocéntrico, narcisista, vicioso, ninfomano -dijo todo de corrido y sin respirar. La miré realmente divertido. Yo podré ser todo eso. Pero ella es todo eso y mu...