Capítulo 8

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Es extraño. Siempre había odiado los lunes, pero desde que mi aventura con Aaron comenzó el miércoles anterior, el lunes había pasado a ser sólo un día más de la semana. Éste había conseguido, no sólo que me animase a cambiar mi atuendo, sino también que mi interior se transformase. ¿Cómo puede ser que un corazón se dividiese de ese modo? Durante el día Cameron ocupaba mi mente, la mayor parte del tiempo; pero cuando llegaba la noche, sólo podía pensar en Aaron. Esperaba con ansia su llegaba a mi apartamento. Pero aquella noche no estaba segura de sí vendría. Algo me decía que quizás no lo hiciese.

La fuerte palpitación que sacudía mi pecho comenzó a correr hasta mi sexo y sentí una necesidad apremiante por saciar mi apetito sexual.

Cuando me tumbé en la cama, me desesperé. Había pasado la media noche y no escuchaba su llegada. Aaron había creado una adicción en mí y necesitaba calmarme. Iba a introducir mi mano bajo el minúsculo tanga que llevaba puesto, cuando escuché cerrarse la puerta de mi apartamento. Me levanté de la cama, literalmente de un salto, y corrí hasta el salón. No le dejé reaccionar. Me tiré sobre él y lo arrinconé contra la puerta. Rodeé su cuello con mis brazos y le besé tan apasionadamente que jadeó de excitación.

— Qué recibimiento... - Me dijo mientras me devolvía cada beso -. Podría acostumbrarme a esto.

— Vamos a la cama. Te deseo... - Confesé mientras le quitaba la camiseta, a toda velocidad y desabrochaba sus pantalones-. ¿Te acordaste de las máscaras?

— Por supuesto. También he traído otras cosas. Esta noche jugaremos.

Al escucharle decir aquello, sentí una punzada de dolor en mi sexo, debido a la excitación y al anhelo por sentir su boca y su lengua, deshacer la tensión que se había formado en mi clítoris. Aaron, que se percató de lo que me estaba ocurriendo, me quitó el camisón y el tanga, y en lugar de llevarme a la cama, me sentó en el sofá de una plaza. Se arrodilló frente a mí y separando mis piernas y situándolas cada una en un brazo del sofá, tomó posesión de mi sexo con su lengua. Gemí escandalosamente al sentir su lengua húmeda y su saliva mezclarse y acariciar de forma lasciva mis labios y esa protuberancia que cada vez estaba más excitada. No tuvo que trabajar mucho para hacer que llegase al clímax y me estremeciese, mientras seguía chupando y mordiéndome de una forma tan sensual y erótica, que creí iba a hacerme enloquecer. Grité su nombre una y otra vez y acaricié su cabeza, mientras la acercaba a mí en pleno orgasmo.

— Me encanta cómo gritas mi nombre. No te imaginas lo excitado que estoy. Quiero lamer cada parte de tu cuerpo y correrme en tu boca.

— Pues vamos a la cama y hagamos realidad ese sueño. Yo también quiero saborear tu cuerpo centímetro a centímetro. Deja que te agradezca lo que acabas de hacerme. Empezaré yo y después te dejaré hacer lo que quieras.

Una vez en la cama, le hice un masaje en todo el cuerpo. Luego, besé y lamí cada rincón de su anatomía. No veía su pene, pero por el tamaño y la dureza, parecía que iba a estallar y a correrse en cualquier momento. Lo introduje en mi boca y succioné y lamí hasta que mi amante comenzó a jadear y a arquear la espalda, sintiendo cada embestida de placer que sacudía su enorme pene. Me pidió que lo aprisionara entre mis pechos y siguiese masturbándole con la boca, y así lo hice. Al poco tiempo, noté una palpitación en mi boca, y sus gemidos se hicieron más escandalosos, hasta que ese líquido cálido y espeso comenzó a brotar y a deslizarse en el interior de mi boca. Cuando consiguió relajarse, se alzó y me cogió por las caderas, para sentarme sobre él a horcajadas. Acarició mis pechos y después los besó y lamió despacio. Volvió a tumbarse en la cama y tras coger mis manos, me atrajo hasta él, haciendo que me tumbase sobre su cuerpo y me abrazó.

— Si alguna vez tuve alguna duda, esta noche se ha disipado por completo.

— ¿A qué te refieres?

— Te amo. Al principio pensé que era sólo deseo, pero ahora estoy seguro. _____, necesito saber si me correspondes.

— Necesito más tiempo, Aaron. Todavía no estoy segura de cómo calificar el sentimiento que tengo por ti.

— ¿Hay alguien más en tu vida?

— Sí. Tengo que aclarar mis ideas. Estoy enamorada de Cameron, pero no puedo vivir sin ti.

Aaron giró, situándome bajo él y me sujetó las manos sobre la cabeza. Me besó con fuerza y me hizo daño en los labios.

— _____, eres mía. No voy a compartirte con nadie. – Me dijo en un arranque de ira -. Si veo que otro se acerca a ti, aunque sea para pedirte la hora, te juro que...

—Aaron, no puedes impedirme que vuelva a verle.

— Pero, ¿es que quieres estar con los dos al mismo tiempo?

— No es eso. El sábado se casa mi amiga Ale. Ese día será definitivo. Tendré que decidirme por uno de vosotros.

— No soy un juguete en tus manos. Decídete ya o no volveré.

Al escucharle decir aquello, mi corazón comenzó a latir con fuerza y él lo sintió en su pecho.

— No puedo...

— ¿Por qué?

— Debo esperar al sábado para hablar con él. Ahora está en el Líbano. Es soldado profesional.

— ¿Y qué esperas? ¿Si vuelve sano y salvo te quedas con él y si muere te quedas conmigo?

No contesté a su pregunta. La respuesta era más que evidente.

— Nena, estás jugando con fuego y te vas a quemar. Yo no soy un hombre fácil. Soy incapaz de aceptar un no por respuesta.

Guardé silencio. No sabía cómo tratar el tema. Por un momento, Aaron me dio miedo, pero lo que en realidad me infundió más temor, fue el imaginar que no volvería a estar con él nunca más. Me maldije a mí misma por ser tan indecisa y tan sumamente egoísta. Este juego debía acabar, para bien o para mal.

— Aaron, no me amenaces. – Le reté.

— No me gusta nada adonde está llegando esto.

— Ni a mí.

— Creo que acabas de tomar tu decisión.

— No he dicho nada.

— Para mí, lo has dicho todo.

Se apartó y fue hasta el salón, donde tenía todas sus cosas. Se vistió rápidamente y se marchó, como la noche anterior, dando un gran portazo. Yo también estaba enfadada. De hecho, estaba furiosa.

A la mañana siguiente, mientras caminaba en dirección al trabajo, llamé a un cerrajero y quedé con él por la tarde. Cambió la cerradura de mi apartamento y me puso una, que según él, era imposible de forzar. No habría una tercera discusión. Aquello se había terminado. Cuando se acercaba la noche, abrí la puerta del apartamento y pegué un post-it en la pared que decía "Ni lo intentes. He cambiado la cerradura. Vete por dónde has venido y no vuelvas jamás".

Afortunadamente, mi apartamento era el último del ala este y la nota pasaba totalmente desapercibida para los vecinos.

La noche del martes fue la más dura. Le echaba de menos. La incertidumbre por no saber si había venido o no, me mataba. Lo que estaba claro es que si leía la nota se iba a enfadar. Ya no me importaba. Tendría que darme la cara a la luz del día si quería decirme algo y eso no iba a suceder. Como él bien dijo, quería mantener su anonimato, pero no sabía por qué.

Se había dejado una bolsa en la habitación la noche anterior. No había mirado qué había en su interior. Al principio no me causó curiosidad, pero después, sabiendo que no había forma de que pudiese entrar en casa, me decidí por averiguar qué había en su interior. Mis ojos se abrieron de par en par, con sorpresa, al ver el contenido de la bolsa.

Había varios juguetes eróticos: un enorme pene, un anillo doble con tres cápsulas vibratorias, varios tipos de aceites y cremas, una esponja de baño vibratoria para masajes íntimos, y un masturbador anal. También estaban las dos máscaras. Por un momento me maldije a mí misma por haber sido sincera con él. Me hubiese encantado compartir esos juguetes con él. Guardé todos esos accesorios en el interior de una lata de pastas danesas y la escondí en lo más profundo de mi armario.

En la oscuridad - Cameron & Aaron (HOT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora