Con el paso de los años Sam y yo nos volvimos inseparables. La gente se había acostumbrado a nosotros, a vernos juntos como una pareja normal. Paseábamos por la calle cogidos de la mano, íbamos al cine, a comer helado y hacíamos todo ese tipo de cursiladas que hacen los adolescentes enamorados. Mi madre no podía estar más feliz. Se había olvidado completamente de mi desliz homosexual. Únicamente era capaz de pensar en que cada día que pasaba se acercaba más y más el momento en el que Sam y yo le traeríamos al mundo un bonito nieto. Hasta mi hermana Barbie parecía haberse acostumbrado a la situación. Seguía siendo algo extraño verme a mí con una chica como Sam; tan alta, tan guapa y tan segura de sí misma. Yo, en cambio sólo tenía la parte de la seguridad y, a veces, no podía contar ni siquiera con eso. Sam era la única persona en el mundo capaz de derrumbar todos mis esquemas y hacer que me sintiese indefenso y débil a su lado. Pero por algún extraño motivo, aquello me gustaba. Podía pasarme horas mirándola, contando sus pecas y pensando en las mil maneras en las que me gustaría que me hiciese el amor. Fantaseaba con que me arrancase la ropa lentamente con aquella boca de labios carnosos y sensuales. Me gustaba imaginarla con aquel maquillaje tan bonito que resaltaba sus inmensos ojos grises y hacía que sus labios pareciesen aún más gruesos. Pensaba en lo sexy que estaría si de repente me lanzase a la cama, se quitase los tacones y me hiciese suyo. Probablemente ella estaría pensando en otras cosas mientras yo fantaseaba contando aquellas pecas y enredando mis dedos en sus bucles salvajes e indomables.
—Sam—le dije un buen día, tirado en su cama como una ardilla voladora que se acaba de estrellar contra un árbol —. Quiero que me folles.
Ella se limitó a abrir mucho los ojos, girarse hacia mí y soltar una sonora carcajada. Estaba sentada en su escritorio, dibujando a un montón de pájaros de colores (o eso parecía. Nunca se me ha dado bien el arte abstracto). De vez en cuando miraba al techo, pensando en alguna cosa que yo jamás podría saber. Aún no había logrado descifrar los entresijos de la mente femenina.
—Ya lo hemos hablado, Lev—sí, en aquel momento de nuestra relación me llamaba «Lev», como si mi nombre no fuese ya lo suficientemente corto—. Somos muy pequeños.
—Esa era una buena excusa hace tres años—le respondí, hundiendo la cabeza en la almohada, mirándola de soslayo—. Ahora soy una masa de hormonas y te deseo.
Sam se ruborizó y comenzó a mirar por la ventana, buscando algún tipo de escapatoria en aquel laberinto sin salida donde la había obligado a entrar.
—Yo también, Lev—dijo casi en un susurro—. Pero me da vergüenza.
—A mí también me la da. No voy por ahí enseñándole el pito a todo el mundo—le respondí a la defensiva mientras rodaba de un lado para otro intentando hacer un poco de esfuerzo para levantarme y sentarme en la cama.
—También tengo miedo—confesó—. Tengo miedo de que no me guste o de que sea demasiado diferente.
—¿Ahora te importa que sea diferente? Tú y yo sabíamos donde nos estábamos metiendo desde que nos conocimos. No te hagas la tonta ahora—respondí cabreado. No me podía creer que me estuviese soltando aquello después de haber pasado tanto tiempo juntos—. Es obvio que no somos como los demás. Cada uno asumió el rol con el que se sentía más cómodo. ¿Te crees que la gente ve muy normal que seas tú quién me pase la mano por encima del hombro mientras caminamos? O cuando me diste aquel beso en el rancho de Jack Twist. No fui yo quién te cogió de la cintura y te dio aquel morreo de película. Asúmelo, coño. No soy yo quién lleva los pantalones, y me gusta no tener que hacerlo...—confesé un tanto avergonzado.
Sam miró al suelo y suspiró. Supongo que a veces cuesta un poco asumir la realidad cuando llevas tanto tiempo sin hablar de ella. Se quedó unos minutos en silencio, pensativa. Imaginaba que simplemente me había ignorado así que miré hacia otro lado y empecé a ignorarla también.
![](https://img.wattpad.com/cover/65339033-288-k119836.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Amor y otras excusas para no dejar de fumar
RomanceEsta es la historia de sus vidas, de cómo esos locos engranajes en común hicieron que de repente todo dejase de tener sentido. Esta es la historia de sus anécdotas, de sus risas y de sus penas; de cómo se conocieron, de cómo se enamoraron, de cómo s...