Sam
Aquellos años los recuerdo con una mezcla de alegría y pena, de exaltación y vergüenza, de rabia y paz. Mi vida durante aquellos años tuvo un regusto amargo, intenso y, en contadas ocasiones, dulzón. Aquel era, sin duda alguna, el sabor de la libertad. Pero no de una libertad cualquiera, sino una libertad adolescente, sin ningún tipo de ataduras relacionadas con la madurez. Levi y yo nos fuimos sin tener nada que perder. Y pese a estar preocupados, en el fondo sentíamos que todo lo que viviríamos a partir de aquel momento sería una aventura. Estábamos emocionados, con ganas de vivir y mostrarle al mundo quiénes éramos. No sé si os hacéis una idea de lo que es escaparse de casa de la noche a la mañana, coger un avión y decir: «a partir de hoy soy yo quién toma mis propias decisiones». Te sientes como un pájaro que acaba de salir de su jaula por primera vez y bate sus alas con fuerza para ir muy alto y muy lejos. Levi y yo éramos pájaros... volando de verdad.
El viaje en avión se nos hizo muy largo. Habíamos estado toda la semana esperando aquel momento y, cuando al fin llegó, la expectación pasó a ser puro nerviosismo. El viejo Jack Twist nos contó (especialmente a Levi, que nunca había salido del pueblo) que el mundo estaba lleno de personas buenas y malas, y que ojalá no tuviésemos la pésima suerte de toparnos con el lado malo de las personas buenas ni con el lado bueno de las personas malas. También nos deseó buena suerte en nuestra futura aventura y nos dio algunos dólares por si en algún momento nos encontrábamos en apuros. Si aún sigues vivo, Jack, y lees esto, quiero que sepas que aún te sigo profundamente agradecida por toda tu bondad. Me alegró poder encontrar en ti el lado bueno de una persona buena. En el mundo quedan muy pocas.
(...)
Llegamos a New York después de muchas horas de viaje. Levi estaba muy pálido. Acababa de descubrir que no le sentaban demasiado bien las alturas y se había pasado todo el viaje vomitando. Y siento mucho admitir que yo no había parado de reír cada vez que el enano le contagiaba el vómito a otro pasajero. Aquello terminó oliendo a rosas. Pero me reía, no porque el pobre Levi se estuviese dejando los jugos gástricos en el avión, sino porque antes de subir había estado dándome el coñazo diciéndome que teníamos que follar en los baños... y yo había terminado diciéndole que sí. No os hacéis una idea de lo divertido que era ver a Levi mirándome con aquella cara de corderito entre pota y pota suplicando por un poco de amor. Creo que es la persona más persistente que he conocido en mi vida, hasta puntos realmente perturbadores. No podía creerme en serio que siguiese insistiendo en tener sexo conmigo cuando no tenía fuerzas ni para sujetar la bolsa para vómitos.
—Levi, eres increíble. Osea, ¿de dónde sacas esas fuerzas para todo?—le dije sonriente cuando al fin pusimos un pie en tierra firme. Él se limitó a devolverme la sonrisa, tan enigmática y sexy como de costumbre. Luego volvió a vomitar. Incluso con la cara blanca, los ojos enrojecidos e hinchados y la ropa oliéndole a colonia para vagabundos seguía pareciéndome deseable. Tal vez aquel rubio salido me estuviese contagiando todas sus hormonas adolescentes—. ¿Cómo sigues vivo después de haber expulsado la mitad de tu cuerpo por la boca?
—Mala hierba nunca muere—respondió con las pocas fuerzas que le quedaban para hablar. Me pareció tan idiota y tierno que lo agarré de de la cintura para ayudarlo a caminar. Él aprovechó la inercia del acercamiento para agarrarme el culo. No pude evitar volver a reírme. Aquello era demasiado incluso para mí así que decidí tomarme una pequeña venganza para ver si conseguía que Levi volviese a poner los pies en la tierra.
—Cierto, creo que te mereces un buen premio por seguir con vida—le dije lasciva, mordiéndome el labio mientras deslizaba mi mano desde la cintura de Levi hacia el interior de sus pantalones, agarrándole también las nalgas pero de una forma un poco más directa.
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Amor y otras excusas para no dejar de fumar
RomanceEsta es la historia de sus vidas, de cómo esos locos engranajes en común hicieron que de repente todo dejase de tener sentido. Esta es la historia de sus anécdotas, de sus risas y de sus penas; de cómo se conocieron, de cómo se enamoraron, de cómo s...