Sólo amigos. Parte 1: Lilith

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Rex

New York es un sitio maravilloso: edificios altos, gente ajetreada y olor a humanidad allá donde tu olfato te guíe. Todo el mundo desea venir aquí, cumplir el sueño americano, subirse a la Estatua de la libertad y visitar el Empire State Building. Incluso Levi y yo lo deseábamos. Una pena que nos estuviésemos muriendo de hambre en un callejón con olor a pis en Dios sabe dónde. 

La historia de cómo salimos con vida después de enfrentarnos a unos traficantes armados era bonita, tenía gancho; pero la dura realidad es que pronto nos quedamos sin recursos y mi estúpida idea de salir de mi mierda de vida vendiendo unos míseros gramos de coca se quedó en poco más que una mera fantasía. Pero la única parte buena de todo aquello es que pese a las bofetadas de realidad que me estaba dando la vida, Levi se mantuvo siempre a mi lado buscando la parte positiva de todo (si es que tenía alguna). Ni siquiera sabía por qué seguía conmigo. Él siempre se ha quejado de que yo era el tipo misterioso pero a él constantemente le rodeaba un aura triste y extraña. Era un tipo con problemas sin resolver, ¿pero qué más daba? También era un tipo que había puesto todo su empeño en que fuésemos amigos y, pese a que me importase una mierda su vida y las razones que lo llevaban a seguir insistiendo en permanecer a mi lado, era persistente de la hostia en su propósito, así que terminé cayendo. Caí presa de su labia, sus estupideces y excentricidades. Conseguía hacerme reír, incluso me sacó conversación alguna que otra vez cuando me levantaba de buen humor. Hasta hoy día sigo preguntándome qué coño pudo ver en un antisocial malhumorado como yo. No tengo conversación, ni sentido del humor, ni paciencia, ni ningún tipo de virtud apreciada por los mortales. En cambio Levi es animado, divertido y muy sociable. Si no fuese tan cabezota y orgulloso podría haber llegado muy lejos en la vida en vez de quedarse junto a un triste idiota como yo. Pero ahí estábamos, en la flor de la vida, arrancándole los pétalos sin ninguna consideración. Al menos yo, que sentía que no podía caer más bajo rebuscando comida en los contenedores de un bar cutre. En cambio Levi tenía un plan; el muy gilipollas siempre tenía uno por muy disparatado, estúpido y surrealista que pudiese parecer.

—Hagámoslo, Rex—me dijo un día mientras nos repartíamos un bocadillo que nos dio una señora que quería hacer su buena obra del día alimentando a unos pobres mendigos.

—¿El qué? ¿Suicidarnos?—respondí aburrido, llevándome una mano a la mejilla para intensificar más mi indiferencia.

—No, coño. Vamos a hacernos ricos. Robemos un banco, atraquemos a alguien. Podríamos ser unos gansta, ya sabes: nuestro puto barrio y esas cosas. Poco a poco podríamos formar una mafia. Tú ya tienes la cara de capo.

—Sería un buen plan si no fuese tan estúpido—le dije cortante, no podía creerme que estuviese sugiriendo aquello.

—Tú si que eres estúpido, y un aguafiestas. Menos mal que eres guapo...—respondió de forma infantil. Era increíble que él fuese el mayor de los dos.

—Si soy tan guapo, búscame una agencia de modelos y hazme rico. Así no tendremos que atracar ningún banco.

—También puedo prostituirte. Déjame ser tu chulo—quería pensar que aquello lo estaba diciendo en broma por el bien de su integridad física así que me limité a mirarlo y a suspirar de forma pesada—. No sé, podrías ser exótico. Eres como una especie de mulato de ojos azules. Aunque podrías pasar perfectamente por un hispano morenito como los protagonistas de telenovelas. Mmm... ya pensaré algo.

—Ui sí, muy exótico. En New York no hay ni negros ni hispanos. Soy taaaaan peculiar—volví a suspirar, Levi estaba empezando a desvariar demasiado para mi gusto y no lograba deducir hasta qué punto de verdad había en sus palabras—. Aquí tú eres el exótico: rubio, bajito, con cara de niña y con ese acento tan raro. A lo mejor hay gente a la que le pone que hables con una patata en la boca mientras te dan por el culo, gilipollas. 

Amor y otras excusas para no dejar de fumarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora