XIX

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Empiezan a correr cuando escuchan la puerta del segundo despacho -el de la señorita Camile- abrirse y cerrarse a los pocos segundos. Se paran frente a la verja y se preguntan como pasarán. Se quedan pensativos hasta que Mangel, en tono desinteresado dice: 

-Podríamoh... ya sabeh... simplemente, ¿saltarla?- Y Rubén le mira como si fuese el ser más estúpido del mundo. Muerde el interior de su mejilla y una idea viene a su cabeza. 

-¡No! Ya sé, podemos irnos por la parte de atrás.- Empieza a gesticular con las manos y sonríe cuando Mangel asiente. Momentáneamente y sin razón aparente se pregunta si Mangel lo seguiría a todas partes.- Oye...- Empieza a hablar y no sabe qué palabras saldrán de su boca, pero aún así quiere decir algo porque llevan varios días sin hablar.- ¿Tú te cortarías una pierna por mí?- El pelinegro, que está saltando el muro de piedra -con cuidado, ya que hay algunas rotas- por la parte más baja, se queda asombrado y atontado, tanto es así que se tambalea para los lados y Rubén tiene que ir en su ayuda. 

-¿Cómo?- Pregunta, tragando saliva.- ¿Que si me cortaría una pierna por ti?- Vuelve a repetir la pregunta que su mejor amigo hizo segundos antes. Éste solo asiente, con demasiada vergüenza para volver a repetirlo.- Bueno... yo...

-No, a ver, quiero decir, si yo estoy en una situación de riesgo o algo y...- Empieza a hablar y a hablar como si alguien hubiese activado un botón dentro de su ser y no pudiese dejar de decir tonterías.- y a ti te dijeran que solo puedes salvarme tú, cortándote una pierna.- Termina, tomando una gran bocanada de aire. Por fin han salido de la escuela y a pesar de todo, no habían imaginado que sería tan fácil, quizá porque nunca se han propuesto escapar.

-¿Y por qué no tu madre o tu padre?- Las palabras golpean a Rubén, haciendo que cerrase los ojos y sonriera con decepción, un extraño velo opaco de tristeza cubriendo sus ojos. 

-No creo que ellos se cortaran nada por mí.- Responde, y cuando Mangel va a volver a hablar, el mayor niega con la cabeza, suplicando en silencio que deje ese tema a un lado, escondido en mitad de la nada. 

(...)

Se paran frente a un gran edificio gris, y miran hacia arriba. Rubén se pregunta en qué planta estará su padre y como no está deseoso de entrar a ese edificio, coge su teléfono e intenta marcar su número, pero a pesar de que lo hace dos veces, su padre no responde. Rueda los ojos. 

-¿Qué pasa?- Pregunta Mangel, al ver como su amigo guarda el móvil con resignación en el bolsillo trasero de su pantalón. 

-Mi padre no me coge el teléfono y... no me apetece entrar ahí.- Él no sería capaz de hacer ese tipo de trabajo, eso lo tiene claro. Para él el simple hecho de imaginarse encerrado en una oficina durante más de ocho horas diarias haciendo las mismas tareas monótonas le parece un suicido, una manera de dejar pasar el tiempo y ver como tu vida corre. Él necesita algo en lo que sentirse vivo, algo con lo que disfrute haciendo, algo en lo que no se siente un trabajo, sino un hobby por el que te pagan. Pero... sus padres se han encargado de hacerle ver que esos son solo sueños de niños y que al final siempre te obligarán a hacer las cosas que más odies sin opción a negociación. 

Entran a la recepción del edificio y los atiende una chica de aspecto joven, pelo moreno y, aunque sea típico, lleva puesto un traje gris. ¿Por qué a Rubén no le sorprende?

"Colores aburridos para un lugar aburrido"

Pregunta por su padre y cuando la señorita le dice que está en la cuarta planta, simplemente se da la vuelta y camina hacia el ascensor, siendo seguido unos pasos atrás por su mejor amigo. 

-Sí lo haría.- Suelta Mangel de la nada, dejando a Rubén extrañado. 

-¿Qué harías qué?

-Cortarme una pierna por ti. Haría cualquier cosa por ti, por salvarte...- Y Rubén se queda completamente quieto, a pesar de que las puertas del ascensor se han abierto, porque quiere saltar y... ¿hacer qué? ¿Besarlo? ¿decirle que él también haría lo que sea para salvarlo o para verlo sonreír de esa manera? ¿contarle que su vida se empezó a venir abajo desde hace un tiempo y que aunque intenta seguir, cuesta tanto que a veces se queda sin fuerzas? No puede, porque no es el lugar ni el momento. 

Así que no dice nada y sale por la puerta. Mangel solo sonríe, un deje de decepción asomando en alguna parte, pero... quizá una parte de él se esperaba eso, un 'nada' como respuesta. 

Letters. (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora