Rachel

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Rachel

El lunes, tomo el paquete que envolví para Tony y camino a la cafetería. En clase estaba más callado que de costumbre pero espero que este regalo lo anime un poco.

Él ya estaba sentado ahí, mientras masticaba algo que parece pizza. Me siento frente a él y le sonrío. —Hola.

Tony aprieta sus labios. —Hola.

Tomo el regalo y lo pongo frente a él. —Esto es para ti.

Lo mira pero no lo toma.

— ¿Tony?

Voltea a ver alrededor de nosotros. Él se ve diferente, no callado ni tímido, parece que está asustado por algo. —Rachel...

Su tono. Tan condescendiente, algo está mal. — ¿Qué?

Él me mira y se inclina hacia mí. —Tu padre, ¿Qué le pasó?

Mi cuerpo se tensa. No puede ser. — ¿Qué dices?

Él susurra: —Tu mamá dijo... ella menciono algo de un, Em, cementerio.

Respiro rápidamente pero trato que no se note. — ¿Qué más te dijo?

Niega. —Nada, solo... dijo que hubo un accidente.

Muevo mis pies debajo de la mesa. No puedo creer que mamá lo haya dicho. No puedo creerlo. — ¿Cómo te lo dijo? ¿Dónde estabas?

—Te fui a buscar. —Explica.

Hago mi cabello hacia atrás. — ¿Cuándo?

Se encoje de hombros. —El viernes.

Niego, enojada. —Te dije que no estaría ahí. No tenías por qué ir a buscarme.

Tony baja su mirada. —Solo, quería devolverte el libro que te pedí prestado.

Lo miro directamente a los ojos y con la boca fruncida. Estoy enojada con él pero no por lo que piensan no me importa que haya ido a mi casa. No me importa eso, solo no tiene que saber. Él sabe más que los demás y eso es todo. Todo lo que debe saber.

—Tony, no me preguntes de eso.

Él asiente, hace una mueca. —Lo siento, no es mi problema supongo.

Si tuviera que elegir una persona para confesarlo todo, sería él. Creo que él si me entendería. También te lo diría a ti, pero no puedo. No voy a hacerlo.

Cuando eso ocurrió, algo me dio la oportunidad de desviar la verdad y lo hice. Fue difícil fingir y pretender pero fue bueno. No voy a decirlo jamás. Eso, es parte de una vida la cual encerré en el sótano y tiré la llave.

—No importa, no importa.

Tony toma el paquete y lo abre. Cuando lo ve, pasa exactamente lo que quería. Él se alegra.

—Rachel, ¿Me compraste el libro?

Asiento. El libro que Tony estaba leyendo fue algo difícil de encontrar. Busqué en un par de librerías y tiendas pero no lo tenían o estaba agotado. Tuve que pedirle a mamá que lo comprara por internet. Lo hice inmediatamente después de lo de Lenny, en donde lo rompió.

—No puedo aceptarlo.

Ruedo los ojos. —Lo vas a aceptar, ya está pagado y todo.

Tony sonríe y muestra dos pequeños hoyuelos. —Gracias, Rachel.

Me encojo de hombros. —Ábrelo.

Él lo hace. En la parte en donde el autor escribió su dedicatoria, yo le pegué una notita verde y le escribí: Para Tony, el amigo de mi mejor amigo, Terry.

Niega con una sonrisa pegada a su rostro. Pensé que la iba a despegar porque Tony adora sus libros. No le gusta marcarlos con nada o rayarlos pero la deja. Estira su mano y con su índice, toca la punta del mío sobre la mesa. —Gracias.

Tony ya no me miraba con lástima, eso fue bueno. No me gustaba la manera en que me vio el lunes. Ya tengo suficiente con el mundo entero.

***

Pasamos una semana normal.

Terry siempre se nos pegaba en la tarde. Ambos caminábamos en las tardes después de la escuela. Yo le hablaba de mis cantantes y bandas preferidas mientras que él me contaba de sus libros de la infancia. Cada día hablábamos de algo, que quizás no era relevante, pero eran pequeñas cosas que para ambos significaba algo. Como la vez en que me dijo que él no tomaba café porque el olor le daba nauseas o cuando le confesé que me corté las cejas a los seis años. Él me habla de tanto que a veces me cuesta creer que es la misma persona. Que es el mismo chico que casi no me miraba al principio del año.

Cuando fue lunes de nuevo, no lo encontré en clase. Ni en la cafetería. Ni en ningún lugar. Me estaba preocupando un poco, así que después de clases lo esperé en el parque para que camináramos pero jamás llegó.

Sin embargo, Terry si lo hizo. Él me ladraba y se me ocurrió que quería que lo siguiera, así que lo hice. Él corrió tan rápido que yo comencé a hacerlo, al llegar a donde él se detuvo, me encuentro frente a la casa de Tony.

Me acerco y antes de llamar a la puerta, escucho unas discusiones fuertes:

— ¿No te das cuenta? ¡El necesita madurar! ¡Es ridículo!

Una voz muy parecida a la de su madre, contesta: — ¡No voy a rendirme con él!

— ¡Está en un maldito hospital, Heder! Todo por sus ataques de mierda.

Mis ojos se abren con terror. ¿Tony está en el hospital?

Doy un par de pasos hacia atrás y me alejo de la entrada. No sé que estoy haciendo, pero estoy corriendo lejos de ahí. 

Tengo miedo.

 Los hospitales me dan miedo. 

Las noches me dan miedo. 

Tengo tantos miedos que no puedo contarlos todos.

Entro a mi casa y cierro la puerta. Tony está en el hospital. ¿Está enfermo? ¿Se lastimó? ¿Qué le pasó?

Debí quedarme ahí pero no pude.

Las malas noticias me dan miedo.

Mi respiración se entrecorta. No creo que sea por correr tanto. Veo que en el sofá, mamá dejó su cartera. Ni siquiera me había dado cuenta de eso cuando dejé tirada mi mochila aquí para buscar a Tony.

Me acerco y hay una hoja doblada que sale un poco de su cartera. Iba a dejarla ahí pero algo me detuvo.

"Hospital Saint Matthew Johns Kids & Adults"

Rachel, Tony & TerryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora