Tras esta dura noche de batalla, cada uno nos montamos donde debíamos y retomamos el viaje. Me agarro a la cintura de Val, que conduce el pegaso, no solo por sujetarme, sino para darle ánimos, ya que, aunque intente aparentar valentía y fuerza, está destrozada.
-¿Sabes? -Me dice. -Es más difícil montar un pegaso que montar un dragón.
- ¿Ah sí? -Le digo. -No me lo esperaba. -Y no mentía, pensé que un dragón, al ser más fiero y grande, sería más complicado. -¿Por qué?
-Es delgado, y por lo tanto más difícil de estabilizar. Va muy a la suya, y tienes que tener más confianza con él, porque o sino no te hará caso. Los dragones, aunque no lo parezca, son más dóciles en ese sentido. A pesar de esto, son más rápidos que los dragones, pero no volamos más rápido para que los otros nos puedan seguir la marcha.
-No tenía ni idea, la verdad. Veik me dijo un día que hay espectáculos donde los pegasos hacen volteretas y cosas de esas.
-Claro, ¿lo comprobamos?. -Me dice Val, tira del pegaso y este da una gran volteret a en el aire y empieza a girar sobre su mismo eje. Yo, que no me lo esperaba, casi me caigo, pero consigo agarrarme. Cuando el pegaso se estabiliza, Val y yo nos reímos.
-¡Ha estado genial! -Le digo. -Si tanto te obedece, debe ser tuyo, ¿no? -Razono. -¿Cómo se llama?
-Se llama Stray. Es mi amigo desde que yo tenía siete años, y desde entonces no nos hemos separado. Nos hemos presentado a muchos concursos, de habilidad y domesticación, y casi todos los hemos ganado, estoy muy orgullosa de él. -Dice mientras le da una palmada al cuello del pegaso de forma cariñosa.
Las casi cuatro horas pasan rápido, estar conversando con Val hace que nos entretengamos, es con la que más confianza tengo, junto con Sael, y obviamente, Ray. Empiezo a pensar en Ray. ¿Dónde estará? ¿Estará herida? ¿Qué hace Zrak con ella? ¿Seguirá todavía en la guerra en Quélica? Tantas preguntas y tan pocas respuestas me entristecen, y decido apartarla de mi mente. Una alta montaña aparece a lo lejos, es puntiaguda y, en efecto, una cascada de agua negra brota de su cima. Empezamos a descender, atravesamos las nubes y vemos que el valle que lo rodea está oscuro, con hierba y plantas de color violeta, y con un extraño clima y sensación en la zona. Nos ponemos a la altura de la cima y continuamos volando. Cuando estamos a unos kilómetros de la montaña, y puedo ver un brillo dorado que debe ser el "Círculo del ángel", oímos unos gruñidos potentes como de águila que nos alertan.
A lo lejos, vemos acercarse un grupo de pájaros enrome, son unos cinco, y están dotados de unas garras fuertes y largas. Sus picos producen un chirrido ensordecedor, y sus alas son tan corpulentas que, si te dieran con ellas, el golpe te mataría. La velocidad a la que se acercan es extrema. Uno de ellos pasa al lado nuestro, y crea una corriente de viento tan fuerte con las alas que desestabiliza a Stray y casi nos hace caer. Sael, Roxy y los demás ya están luchando como pueden, y los dragones echan fuego por la boca para dispersar a esta especie de pájaros de ojos negros. Saco el arco y empiezo a disparar. Consigo atravesar un ala de uno de ellos, se empieza a quemar y cae al suelo fuertemente, estrellándose contra las rocas; uno menos. Val lanza un boomerang que empieza a arder en el aire y atraviesa otra ala de otro pájaro, este también cae y también muere. Nuestros otros amigos no están teniendo tanta suerte, los tres pájaros restantes van tras ellos y están dañando a los dragones. Val y yo chillamos para atraerlos, y uno de ellos viene. Se aproxima, pero Val lo esquiva. Sin embargo, una garra ha arañado uno de sus brazos, y ahora Val está cayendo, a correr la misma suerte que los dos otros pájaros; morir estrellada.
Mi ritmo cardíaco se dispara. Empiezo a ponerme nervioso y a sudar. Decido coger la cuerda que sujeta al pegaso y intentar dirigirlo hacia Val, antes de que caiga al suelo. Pero Stray se descontrola. Tenía razón, es más difícil de lo que parece. Empieza a dar vueltas y a acelerar mientras se desvía. No sé qué hacer, Val va a morir y no puedo hacer nada para remediarlo. Pero de repente, algo sucede. Un aura verde empieza a recorrerme a mí y al pegaso. Los ojos del pegaso se vuelven completamente verdes y los míos también. Me despierto en el pegaso, sin ser consciente enteramente de lo que está pasando. Es raro, controlo al pegaso, pero mi cuerpo sigue ahí, encima de este. Mientras bajo a por Val, veo mi cuerpo humano, inmóvil y con los ojos verdes y brillantes. A mi cuerpo y a el pegaso, que ahora soy yo, nos recubre todavía ese aura verde. La velocidad que consigo es más de la que me imaginaba. Pasamos por debajo de Val y conseguimos cogerla, a pocos metros del suelo; está inconsciente. Me persigue todavía el pajarraco, pero no sé qué hacer, ya que si vuelvo a mi cuerpo, el pegaso se desestabiliza, pero si me quedo, no puedo atacar. Giro bruscamente para perderlo de vista, pero, gracias al cielo, Liam nos salva. Aparte de que es un gran mago, tiene dos garras que se ha puesto en los brazos, y con una precisión asombrosa, ha desgarrado ambas alas, hacíendolo caer. Cuando giro para darle las gracias inclinando mi cabeza de pegaso, veo que se han desecho de todos los pájaros.
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Crónicas de Malia
FantasyMax, un chico estadounidense de 15 años, tiene la extraña sensación de que es perseguido. Al final del día, un ente oscuro se les aparece a él y a su mejor amiga Rayzel. Por suerte, unos jóvenes magos les salvarán la vida. Pero tienen que ayudar a M...