Altaír.

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Altaír recorrió la casa de punta a cabo en pocos minutos. No podía estar pasándole esto.

—Bárbara—llamó por centésima vez, sabía que no habría respuesta pero aun así esperó, solo el silencio respondió a su llamado.

¿Qué demonios estaba pasando? no hacía más de 30 minutos que había estado hablando con ella, y ahora, no podía encontrarla. Negó para borrar todas las horribles posibilidades de lo que significaba esto y volvió a recorrer la casa.

Y si se fue, se dijo, y si por su culpa ella había salido de la casa. Se detuvo a medio camino de la escalera y miró hacia la salida. El patio, pensó y corrió hacia él. Cuando llegó a la puerta se congeló al ver una venta a los lejos. Arrugó su frente al notar algo raro en ella. Cuando llego a su lado soltó una grosería, estaba rota, justo al lado del seguro. Alguien había roto la ventana.

—Bárbara—gimió preocupado y tomó su teléfono, esto solo podía significar una cosa.

En cosa de minutos la casa estuvo repleta de hombres, no solo los 5 que vivían allí, sino también otros que habían venido al enterarse de la desaparición de ella.

Altaír observó a cada uno de ellos y esperó.

—Hemos decidido salir a buscar en el bosque, deben haber dejado algún rastro—dijo el General Gutter, todos asintieron, excepto Martin que lo observaba fijamente, también lo miró.

—¿Dónde estabas?—le pregunto él molesto, todos lo miraron.

—En la sala—volvió a decir, ya había explicado esto varias veces, y a cada uno de ellos.

—¿Y por qué no estabas con ella?—insistió él.

—No puedo obligarla a pasar todo el día conmigo—le respondió, ahora molesto.

Sabía que esto era su culpa, sabía que si hubiera hecho su trabajo, lo único que tenía que hacer bien, nada de esto hubiera pasado. Martin debió de pensar igual porque le dijo.

—Lo único que debías hacer era acompañarla—él apretó la mandíbula—estar a su lado, sabias muy bien que hay mujeres desapareciendo y por eso decidimos acompañarla, simplemente por su seguridad—él apretó los puños, claro que lo sabía, ya era suficientemente malo que su conciencia se lo dijera para que él pusiera su dedo en la llaga.

—¿Qué querías? que la amarrara a mi, no es un perro.

Cuando sintió un movimiento a su derecha miro, Garrett caminaba hacia el rápidamente, supo lo que iba a hacer enseguida, no se movió ni impidió nada.

Cuando Garrett levantó su puño y lo golpeo de lleno en la cara solo se concentró en no caer al suelo.

Alec e Isaac agarraron a Garrett de los brazos para detener su nuevo ataque, se miraron a los ojos. Altaír llevó su mano a su labio y limpio la sangre que caía.

Serie Nuevo Edén: Ellos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora