Jeremy

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Jeremy observó la espalda de su mujer unos segundos. Siguió la línea de su columna con la punta de sus dedos y sonrió al verla estremecer.

Estaban desnudos en la habitación de Anais, acababa de amanecer y aunque sabía que ese día tenía que ir a trabajar no tenía ni el más mínimo deseo de moverse de allí.

—Podrías hacerte un tatuaje —le dijo, ella soltó un bufido haciéndolo reír entre dientes —me dijiste que te gustaban los míos.

Anaïs giró un poco su rostro y lo observó detenidamente.

—No me gustan las agujas—. Él sonrió y siguió acariciando.

—Tu piel se vería muy bien con algún dibujo —movió la punta de sus dedos por su cadera, creando patrones.

—Los de tu espalda, ¿los creaste tú? —le dijo ella, la miró.

—Yo los diseñé pero un hombre en la tierra los tatuó. Allí aprendí sobre ellos.

—Así que también te dedicas a hacer tatuajes—. Él asintió.

—Solo a hombres, pero muy pocos los quieren y la mayoría son hombres que desean algo especial.

—¿Como qué?

Él se acercó y besó su mejilla.

—El nombre de su mujer en un intricado dibujo.

Ella sonrió y lo empujó hasta ponerse sobre él, la observó detenidamente y sonrió antes de pasar sus manos por su cabello desordenado.

—Así que quieres poner tu nombre en mi espalda —le ayudo mientras sonreía.

—Y no solo en ella, también aquí —tocó su trasero haciéndola reír—, y aquí —la abrió de piernas y acaricio sus muslos y más arriba. Al oírla tomar aire sonrió—. Ya sabes, en cualquier parte.

Anais volteo sus ojos.

—También tendrías que poner el de Gabriel—. Jeremy  gruñó.

Si, si, pensó, también tendría que poner el del niño bonito.

—Cómo es que te gusta ese hombre, eh, a veces tus gustos dejan mucho que desear—. Anais se rió con ganas al oírlo y sonrió.

—Si —lo miró y golpeo su pecho suavemente. —Mírame, aquí enamorada de un hombre que es del doble de mi tamaño, en qué estaba pensando.

—Eso es fácil de explicar, soy irresistible.

Ella volvió a reír y se sentó a horcajadas sobre él.

—Sí, eres irresistible, como el chocolate—. Jeremy alzó una ceja.

—Adoras el chocolate —ella asintió—, sobre todo te gusta chupar el chocolate.

Anais se sonrojó enseguida y soltó una carcajada. Seguía pareciéndole increíblemente dulce que siempre se sonrojara por algo así.

—Bien, entonces puedo hacerte un tatuaje.

—No —le dijo enseguida —pero puedes usar un bolígrafo, eso no me molestaría.

Jeremy consideró sus palabras hasta que sonrió.

—Perfecto —soltó antes de arrojarla contra la cama y moverse.

—Ey —se quejó Anais y solo se giro a verla luego de tomar un bolígrafo de su mesita de noche. Se lo mostro—si, te alegra mucho, ya me di cuenta.

Ella se recostó boca arriba y lo estudio.

Jeremy sonrió mientras se acercaba, sin borrar la expresión de su rostro. Observó su vientre y subió hasta su cuello. Al tener una idea se acercó  y tomó sus brazos para alzarlos.

Serie Nuevo Edén: Ellos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora