CAPÍTULO XI

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En otro tiempo George y Anne Arkwrigth fueron unos padres ejemplares. Sus hijos crecieron en un ambiente propio de afecto y cuidados tales que muchos podrían llegar a pensar que fueron en su total excesivos. Incluso Allysa y Dorothy en sus primeras visitas,habían sido testigos de las muestras de afecto que aquellos prodigaban a sus hijos. Más sin embargo todo esto fue disminuyendo poco a poco hasta que ambos padres desaparecieron por completo.

Con las Hardy sucedió algo similar,ya que aunque la mayoría del tiempo el señor y la señora Hardy se encontraron en casa nunca recibieron de ellos ni la más mínima muestra de cariño o consideración.

Siendo fieles a la verdad todos ellos habían fracasado como padres,cometiendo el error de amarlos y después dejarlos en un completo olvido. Y el de nunca amarlos y no dejar que se olvidaran de ello.

Para entonces las tres niñas y el muchacho encontraron mutuamente la compañía y el afecto del que hubiesen sido privados,creando una relación de amistad tan fuerte que había resistido hasta hoy.

Edward se repuso casi enseguida y tomó la palabra.

—¿Sucede algo malo?—le preguntó,mientras Allysa le dedicaba una mirada significativa a su hermana.

—No,solo fue un leve calambre. Por la cabalgata de esta mañana,seguramente—le sonrió a Edward,muy complacida por su preocupación.

—Cuenta con mi ayuda—continuó Allysa tratando de aminorar un poco la tristeza que se apodero de su amiga—,dime ¿que ideas tienes?

—Tengo varias cosas ya pensadas. Pero sera mejor que lo hablemos en otro lugar.

Las otras dos asintieron en común acuerdo y poniéndose de pie,pidieron que se les excusara del resto de la cena,a lo que los caballeros protestaron un poco molestos argumentando que sin ninguna consideración se les estaba privando de la más grata compañía femenina en la que se encontraron jamas.

Las damas por su parte alegaron tener que discutir asuntos de extrema importancia,que solo concernían a mujeres. Dicho esto las tres se tomaron del brazo y salieron muy contentas del comedor.

—Con que facilidad se puede hacer dichosas a las mujeres ¿no crees Will?-comentó Edward después de que la puerta se cerro tras ellas-. Solo obsérvalas,les mencionan la palabra baile y se vuelven todas sonrisas.

—Espero que,por el bien de mis finanzas existan también otras formas menos costosas pero igual de efectivas para hacer feliz a una mujer. De lo contrario no creo que tenga el suficiente dinero como para celebrar un baile cada noche del año en Pennythorne.

 De lo contrario no creo que tenga el suficiente dinero como para celebrar un baile cada noche del año en Pennythorne

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Mas tarde esa noche Allysa se encontraba ya en su dormitorio sin poder conciliar el sueño. Al parecer las horas que había dormido esa tarde le estaban pasando factura.

Cansada de dar vueltas en la cama,opto por levantarse y bajar a la cocina a buscar algo dulce,eso siempre la ayudaba a combatir el insomnio.

A esa hora la casa era espantosamente obscura y solo podía llevar una vela para tratar de alumbrar un poco su camino. Salió al pasillo y con paso inseguro camino por el hasta que se encontró en la escalera que bajo también con sumo cuidado. Conocía la casa muy bien,pero nunca antes se había aventurado a deambular por ella en la obscuridad,por lo tanto le resultaba algo difícil.
Después de un rato bastante largo logro encontrar el pasillo que conducía a la cocina,le supuso un enorme alivio entrar a esta y ver enseguida un trozo de tarta de manzana que sin más preámbulo tomo y se llevo a la boca. Saciado su antojo se encamino de regreso.

—¿Señorita Hardy?

Allysa se sobresalto al escuchar la voz de William,que venia en dirección contraria a la de ella bajando la escalera.

—¡Por Dios!—exclamó y se quedo inmóvil como si la hubiesen pegado al piso.

—Lo siento,no quise asustarla—bajo los escalones que faltaban, se detuvo frente a ella y la luz de la vela le alumbro.

—Descuide,no fue para tanto es solo que no le había visto...

Se detuvo al notar que el señor Ringewood no movía ni un musculo y cometió el error más grande que podía cometer estando tan cerca de él: mirarle a los ojos. Lo que descubrió cuando sus miradas se encontraron la dejo en extremo confundida,era algo que nunca antes había visto y para lo cual no tenia un nombre. Pero fuera lo que fuese que tuviera esa mirada le causo escalofríos que le recorrieron todo el cuerpo y por instinto ciñio con fuerza la tela de su bata como si de pronto hiciera mucho frío.
Este movimiento trajo de vuelta a la realidad a William que había perdido toda lucidez al admirar a la muchacha.
Su camisón y bata eran de un azul celeste,llevaba su cabello castaño y rizado suelto y un tanto enmarañado. Debia alejarse de ella lo más rápido que pudiese,antes de que hiciera algo incorrecto. Pero no podia irse,buscando retenerla un poco más se obligo a hablar y dijo:

—Yo solo venia a buscar una pluma,la mía se rompió y necesito terminar una carta. Y usted ¿que hace aquí tan tarde?

—Vine por un bocadillo nocturno. Creo que después de todo no fue una gran idea dejar la cena por la mitad.

—Sí,opino igual. Pero espero que la tarta de manzana fuera de su agrado.

—Lo fue. Gracias—y al caer en cuenta de que antes no mencionó lo que había comido,preguntó— ¿como supo que comí tarta?

—Bueno,ese fue uno de los postres y,ademas,aún tiene un poco de pasta en el cabello.

Muy apenada Allysa se sacudió las migajas,y de su boca ya no salio palabra alguna.
William le dirigió una ultima mirada y tomo la resolución de salir de ahí.

—No le quito más su tiempo. Que pase buena noche—se despidió.

Y dicho esto desapareció por el pasillo.

Al día siguiente las muchachas se fueron muy temprano. Ya que su madre tenía por regla que asistieran al servicio religioso todos juntos como «familia».

Allysa Hardy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora