CAPÍTULO XV

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Faltaban un par de días para celebrar navidad, y en casa de los Hardy esta festividad era exclusivamente en familia, para dar la impresión de que en el hogar era todo amor y felicidad.

El carruaje de la hermana de la señora Hardy se acercaba por la vereda y todos salieron a recibirla, incluso Lucy y Matthew, que se encontraban de visitantes permanentes hasta que las fiesta finalizarán.

La menuda y esbelta mujer bajo del coche, seguida de sus retoños y su marido. Caroline Miller completaba la ausencia de un físico favorable con un extravagante y poco más que raro gusto para vestir, era además en extremo olvidadiza, bastante imprudente y escándalosa.

—¡Mis lindas sobrinas!—exclamó y las fue abrazando una a una.

—Hola tía —contestaron ellas.

—¿Cómo estuvo su viaje? — preguntó la señora Hardy, cuando fue su turno de recibir el abrazó de su hermana.

—¡Oh, si te contara! El viaje fue horrendo y el alquiler del coche nos salio carísimo. Pero lo importante es que a Dios gracias, llegamos con bien.

Las muchachas saludaron también a su tío y sus primos. Poco después, todos los adultos entraron a la casa y los niños se quedaron jugando frente a esta. La hermana de la señora Hardy había vívido con ellos cuando aun era soltera y ahora tenía por costumbre venir con su familia a pasar las navidades con los Hardy.

—Gracias —dijo la tía Miller, cuando Clarisse le extendió la taza de té—. Y dime sobrina, ¿cómo estan las cosas con el militar ese... el tal Fuller?

Allysa y Dorothy se rieron bajito, mientras que Lucy solo nego con la cabeza.

—Es el teniente Fergbuson... y todo está bien —dijo no muy convencida.

—Bueno, no te preocupes que ya hablaremos de eso cuando me ayudes a desempacar—, sorbio su té y dirigió su atención a Allysa—. ¿Y tú?, mi hermana mencionó en una de sus cartas que te encuentras enferma, ¿es cierto? Porque si lo és, déjame decirte que tengo unos remedios caseros, altamente recomendados por lady Dedlock, yo misma los he probado y puedo asegurarte que son una verdadera maravilla.

Allysa se limitó a asentir en acuerdo durante todo el discurso de la tía Miller, sabía que en cuanto ella y la señora Hardy se pusieran a hablar de sus problemas maritales, la tía ya no recordaría darle aquellos milagrosos remedios.

La charla continuó como de costumbre y tiempo después se anuncio la cena. Todos sentados a la mesa ofrecían un retrato poco común de una familia, sin duda ninguno se preocupaba por otro y mucho menos se prestaban atención. Dorothy lo noto y se inclinó hacia Allysa para intentar tener una charla.

—¿Qué sucede? — susurro ella cuando sintio que Dorothy le apretaba el antebrazo y se giro un poco en su silla para mirarla.

—Necesito pedirte un favor muy importante— le sonrió ampliamente, con lo que logró que Allysa no tuviera un buen presentimiento.

Cualquier cosa que Dorothy pidiera con semejante sonrisa no podía ser nada bueno. Pero Ally era curiosa, entonces hizo la pregunta:

—¿De qué se trata?— la otra volvio a sonreir.

—Eres amiga del señor Ringewood, ¿cierto?— Ally medito un poco su respuesta.

—Eso supongo, ¿por qué? —ya comenzaba a arrepentirse de haber preguntado.

—Porque quiero que me ayudes a investigar cuales son los sentimientos del señor Ringewood por Susan...

—¡Estás loca! — reacciono de forma inconsciente y apenas pudo contenerse para no gritar.

Allysa Hardy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora