CAPÍTULO IV

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Edward se volvió hacía su amigo mas desconcertado aun, se había olvidado de su existencia. Y no era para menos después de descubrir que aquellas señoritas eran ni mas ni menos que las Hardy.
Cuando se fue eran apenas unas niñas a las que veía con cariño fraternal, ahora estaban ante él como mujeres lo cual le motivo un gran interés.

Sin mas demora fue efectuada la presentación del señor Ringewood de Pennythorne en Northampton.
Este dio un paso adelante, extendió su mano y se inclino ligeramente frente a Margaret ella por supuesto entendió el gesto y puso su mano enguantada sobre la que le era ofrecida, él deposito un leve beso y se dispuso a hacer lo mismo con Dorothy.

Allysa estaba a punto de salir corriendo de ahí sabia que seguía ella ¡Y ni siquiera traía guantes! Odiaba esas cosas y evitaba usarlos a toda costa.

A veces su madre la obligaba a ponérselos pero en cuanto se descuidaba ella se los sacaba. Mas ya era tarde para arrepentirse de su falta de clase, lo tenia frente a ella y no tuvo mas remedio que tocarlo.
La sensación que experimento fue inexplicable y al sentir el toque de sus tibios labios sobre su piel esa sensación la recorrió de pies a cabeza y la cubrió con un intenso calor que la hizo sonrojar ¡Eso era todo! ¡Tenia que escapar como fuese! Ya no podía dominarse mas,se sentía temblorosa y fuera de sí.

No sabia que le pasaba, siempre
había podido mantenerse indiferente incluso fría y distante en situaciones como esta. Pero con el señor Ringewood era diferente.

Aunque por fuera aparentara serenidad por dentro era un mar de emociones que la harían estallar si no salia pronto.
¿Pero cómo hacerlo sin parecer muy grosera o extraña? -mas extraña que de común-... ¡Claro! Pondría como pretexto a su familia.

Ellos me ayudaran-dijo para si, aunque le sonó a incoherencia
Y se dispuso a efectuar su plan

—Les pido me disculpen—logro sonar normal—pero necesito buscar al resto de mi familia, no les e visto desde que llegamos.

Hizo una ligera reverencia y se dio media vuelta antes de que alguien alcanzara siquiera a decir algo en especial Dorothy.

Pero a su hermana esto no le paso desapercibido y la observo irse, con el ceño fruncido.

¿Qué le pasara?-se pregunto-¿Por qué ese repentino deseo de buscar a los demás...?
Tenia que averiguarlo, aunque no ahora ya había captado la atención de Edward y no pensaba dejarlo a merced de alguna otra.

El señor Ringewood se preocupo en verdad por Allysa y aunque la acababa de conocer le inspiraba el deseo de protegerla, se le veía tan frágil y cuando retuvo su mano estaba pálida y fría, quizá estuviese enferma y no quería decirlo.

Decidió que la alcanzaría y le ofrecería su ayuda, en caso de que la necesitase.
Se disculpo de inmediato y salio en su búsqueda. No había caminado tanto cuando la vio pasar por entre un gran grupo de personas que restringían el acceso a una de las puertas de salida al exterior.

Tenia que ser ella, su vestido azul cielo era inconfundible y le resaltaba cada una de las curvas de su cuerpo. ¿Pero en qué estaba pensando?-se reprendió-sí su intención era saber si se encontraba mal, no admirar lo que le encontraba bien.

Ya con la tarea firme en su mente procedió a seguirla, cruzo la misma puerta que ella y se encontró fuera de la casa en una terraza en forma circular con escaleras de piedra que daban acceso a un huerto y a los establos.

La vio sentada en uno de los escalones superiores, tenia los codos apoyados en las piernas y con una mano sostenía su rostro.
Se acerco un poco y la llamo:

—Señorita Hardy—dijo en tono bajo—¿se encuentra usted bien?

Allysa no podía creer que la hubiese seguido pero así era y ademas quería saber como se sentía. Esto era nuevo para ella, el saber que alguien se preocupaba por su persona era agradable.
Decidió que no huiría de él (otra vez) y lo miro con una genuina sonrisa a la vez que le contesto:

—Sí, me encuentro muy bien gracias.

Hizo ademan de levantarse y enseguida sintió unas manos fuertes que la sujetaban y ayudaban a incorporarse, de un momento a otro estaba ya a unos pocos centímetros de él.
Todo paso tan rápido que ni tiempo le dio para pensar y solo se perdió en su mirada aunque duro muy poco el señor Ringewood se alejo y hablo de nuevo:

—Me complace mucho escucharlo—le sonrió también—, ahora si me permite es momento de que entremos.

Tomo el brazo de Allysa y lo coloco entre el suyo y así entraron nuevamente al salón.

Allysa Hardy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora