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5 botes de Nutella son pocos botes-Alanna

Miré la hora en mi móvil. Marcaba las 2:15 am. Si todos nuestro días iban a ser así, probablemente no dormiríamos mucho. Sonreí ante mi pensamiento. Estaba tirada en la cama con el pijama puesto y dispuesta a acabar este gran día, pero me sentía intranquila y no conseguía conciliar el sueño. Melevanté de la cama y di vueltas por la habitación con la esperanza de que me daría sueño al cabo de unos minutos, pero nada.

Salí de la habitación rumbo a la cocina para buscar un vaso de leche y entonces me di cuenta del porqué de mi intranquilidad. Gianni estaba durmiendo en otra habitación. ¿Comprendéis lo que eso significaba? Éramos más inseparables que Nate y Chipotle. Entré a su habitación. Ella estaba dormida en su cama, así que intentando no hacer mucho ruido, la arropé y me tumbé a su lado. Se despertó al instante.

-Alanna-dijo medio dormida.

-Perdón, no quería despertarte-le susurré-cierra los ojos, Patito.

Ella se acomodó junto a mi y yo le besé la frente. Poco a poco fue surgiendo de mi garganta la nana que nos cantaba mi madre cuando éramos pequeñas y teníamos miedo.

Cuando Gianni volvió a dormirse me sentí más tranquila, y el sueño me batió el cuerpo entero. Salí de la habitación de mi hermana y me quedé en el pasillo unos instantes debatiendo conmigo misma si ir a buscar el vaso de leche.

"Bah, paso, soy demasiado vaga como para ir hasta la cocina" pensé y me metí en mi cuarto cerrando la puerta detrás de mi. A oscuras llegué hasta la cama, y obviamente me di con la esquina de la mesilla de noche en el dedo del pie. Si, me cagué en todo también. Me acosté por fin y a tientas busqué el móvil. Cuando lo encontré, lo miré y tenía un whatsapp de mi padre...

Papá 2:30am: echo de menos a mi saco de boxeo ;) Espero que hayas tenido un tedioso día, perra.

En cuanto lo leí, mis ojos se inundaron de lágrimas. ¿Es que no me dejaría en paz nunca ese hijo de puta? Lancé el móvil totalmente frustrada y lo oí caer al suelo por algún lugar. Metí la cabeza bajo las suaves y caras sábanas de seda y rompí a llorar. Lo peor de todo no eran los insultos, era el hecho de no saber por qué me trataba así. Desde que tengo uso de razón siempre me trató mal, pero no fue hasta que cumplí los 12 años cuando empezaron las palizas. La primera vez lloré. Lloré toda la noche, porque no entendía cómo había pasado ni por qué.Después, la segunda no fue tan dolorosas, y las demás vinieron solas. Solía pegarme todos los viernes, cuando volvía borracho de sus partidas de Muss a las tantas de la mañana. Me sacaba de la cama y me arrastraba sujetándome por el pelo hasta el sótano, allí me pegaba con una toalla mojada para no dejarme marca. Con el tiempo eso le dio igual, y ya cualquier cosa podía ser un arma.

Yo sabía que a Gianni jamás le haría daño, pues todo su odio se centraba en mi, pero aún así siempre intenté mantenerla al margen de lo que ocurría. No permitiría que creciera infeliz por culpa de un hombre desalmado. Cuando ella me preguntaba cómo me había hecho las heridas y los moratones, yo simplemente buscaba una excusa, y gracias a Dios funcionaba.

Tras recordar todos esos duros momentos, y lamentarme por mi desgraciada vida, me quedé dormida.

Me desperté sobresaltada y llorando a causa de las pesadillas de cada noche, en las que mi padre me perseguía, dispuesto a matarme de una vez por todas. Pero esta vez fue diferente, las chicas estaban a mi alrededor y me abrazaban.

-Lanna, tus gritos se oían en toda la casa-dijo una preocupada Lara.

-¿Tan malas eran esta vez?-preguntó Gianni con los ojos vidriosos. Yo le había contando que mis pesadillas se debían a trastornos de sueño.

-No, Patito. Es solo que esta vez soñé que conocíamos a los chicos. Es imposible verlos y no gritar-mentí. Todas me miraron poco convencidas, y les regalé una sonrisa para demostrarle que no pasaba nada.